
Inseguridad del agua
Resulta de vital importancia avanzar en el análisis de esta información y sumarnos desde nuestro país al entendimiento de este problema, para identificar las brechas en torno a la disponibilidad, acceso y uso en territorios donde no existe evidencia.
Cuando se habla de cambio climático, desastres naturales, desarrollo, condiciones de vida, seguridad alimentaria, escenarios posibles de futuro, entre muchos otros temas, el agua cruza cada uno de ellos. Es lo que sostiene la vida humana, los ecosistemas, las industrias y con cada vez mayor recurrencia está definiendo la agenda geopolítica a nivel global.
Se ha avanzado mucho en comprender la centralidad del agua a través de mediciones que permiten entender su impacto en la vida humana. Ahora bien, se constata que los indicadores tradicionales no han logrado integrar de manera sistemática la perspectiva de los individuos con respecto a la disponibilidad, acceso y uso del agua.
Una red global de investigadores vinculados a distintas universidades ha identificado este problema y desde hace más de 10 años ha venido trabajando en el desarrollo de una escala de experiencia de inseguridad del agua (WISE, por su nombre en inglés – Water Insecurity Experiences).
Una herramienta sencilla para poder cuantificar la frecuencia con la que las personas de todo el mundo identifican problemas con el agua en su uso doméstico, por ejemplo, vinculado a preocupaciones en torno a la disponibilidad suficiente, interrupciones en la distribución, uso para lavar ropa o cocinar, lavarse las manos, entre otros.
Tuve la oportunidad de participar en el Congreso de Investigación en Salud Pública y el Congreso Latinoamericano y del Caribe sobre Salud Global celebrado recientemente en la sede de Cuernavaca del Instituto Nacional de Salud Pública de México, donde las escalas de inseguridad del agua tuvieron un panel especial.
México fue el primer país en aplicar la escala WISE en una encuesta de salud y nutrición a escala nacional el año 2021. Por eso, en el congreso se presentaron una serie de investigaciones que trabajaron los resultados de esta encuesta, los que se complementan con estudios que se han realizado en más de 55 países de África, América, Asía y Oceanía.
Los resultados discutidos en el congreso impactan y se vinculan con problemáticas de salud física, mental, seguridad alimentaria y nutrición, por nombrar algunas, y relevan, sobre todo, las dificultades que experimenta la población más vulnerable de la región, como son las mujeres, los pueblos indígenas, los cordones de pobreza en las grandes urbes, las localidades rurales y la población migrante.
Detrás de este esfuerzo de estudio y colaboración están algunos de los investigadores que diseñaron la escala de experiencia de seguridad alimentaria (FIES, por sus siglas en inglés), hoy utilizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) a nivel global para medir de manera estandarizada esta problemática.
Ellos, junto a nuevas generaciones de académicos y actores de la sociedad civil, están impulsando la escala WISE para poder ilustrar un fenómeno del que todos hablamos, pero que ha sido muy difícil de representar de manera clara y distinta.
El desarrollo y uso de este tipo de herramientas es vital para poder focalizar la acción de los Estados y también las iniciativas provenientes del sector privado. Mostrar para entender y, sobre la base de ello, actuar. La experiencia de México y otros países que van más adelantados en este proceso es fundamental para aprender cómo los datos nos permiten idear soluciones concretas a problemas que hasta hace poco no tenían nombre, ni números.
Chile y otros países de la región formaron parte de una encuesta Gallup aplicada recientemente a nivel internacional donde la escala WISE se aplicó. Resulta de vital importancia avanzar en el análisis de esta información y sumarnos desde nuestro país al entendimiento de este problema, para identificar las brechas en torno a la disponibilidad, acceso y uso en territorios donde no existe evidencia.
Con esta información se puede orientar la inversión, por ejemplo, en infraestructura pública, y así tomar decisiones que permitan mejorar la vida de millones de personas a nivel mundial.
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