
A las puertas de La Moneda se quema el pan
Ya no estamos en el escenario de otras décadas, donde la centroderecha era la dueña del espacio político y las otras expresiones eran minoritarias, pues estaban aisladas y podían ser obviadas. Se disputan el mismo terreno y a veces han superado ampliamente a los moderados de la oposición.
La centroderecha está cada vez más intranquila y no es por las encuestas, sino por el desempeño de su candidata. Matthei sigue en primer lugar, la respalda una coalición ordenada, cuenta con una difusión garantizada de sus pasos, de manera que aún no hay nada que temer, pero cada vez se marca más la palabra “aún”.
Lo cierto es que los últimos pasos de la candidata tienen la particularidad de ceder la iniciativa a otros y quedar a la defensiva. Y eso ocurre ahora cuando no hay ninguna presión de por medio y no han empezado los debates.
Matthei no ha sido nunca líder de coalición y eso se nota. Se mueve desacompasada con Chile Vamos. Cuando hace declaraciones no considera el efecto que produce a su alrededor, no consulta con los partidos y los toma de sorpresa. Cuando ve las consecuencias, la asombrada termina siendo ella.
Hace unos días la exalcaldesa dijo que en materias programáticas “no existe casi ninguna diferencia desde Demócratas a libertarios”, recibiendo una cáustica respuesta de Kaiser: “Ah, qué increíble, no me había dado cuenta”.
Kaiser y Kast contestaron, pero fue el primero de ellos el que se dio un festín. Hizo declaraciones hasta cansarse: “Respecto de la unidad, es una operación mediática”, “¿de qué unidad hablan?, si hacen lo que quieren. La unidad para Chile Vamos es que nos pongamos de vagón de cola”. Y recuerda la fecha exacta en que Matthei se contactó con él para hablarle del asunto: “El día del níspero”.
Ahora decide declararse a favor de la pena de muerte y eso entra en colisión con la postura de Piñera, de quien debiera ser la heredera política. La que se puso en posición de ser vapuleada fue la candidata de Chile Vamos, no porque la idea en sí misma sea indefendible, sino porque su implementación es desastrosa.
Cuestiones de “estilo”
Tal vez una de las frases más livianas que se escucha en el entorno de Matthei es que con la derecha dura se acercan en las propuestas programáticas, pero les separan únicamente “cuestiones de estilo”.
Si por “estilo” se refiere a la forma habitual de comportamiento político y al tono que se emplea para defenderla, lo que ocurre es todo lo contrario. Si unos buscan los acuerdos necesarios posibles y otros consideran que hacerlo implica una traición a las ideas identitarias, estamos en problemas. Si unos buscan el apoyo del resto de la derecha para fortalecer posiciones y los otros consideran que esto es una maniobra, eso es un problema. Si unos dicen que las coincidencias son muchas y otros refuerzan los puntos en disenso, estamos en problemas.
Se puede pensar muy parecido y actuar de modo incompatible con el que está al lado por un asunto de “estilo”. Y si se minimiza, no encontrará nunca la aproximación que buscan. No estamos hablando de un tema secundario, sino de lo que define la estrategia a seguir y, por tanto, los acercamientos y los distanciamientos.
Es la posición política cercana y la disputa de un mismo electorado lo que separa a estos presuntos primos hermanos. Ya no estamos en el escenario de otras décadas, donde la centroderecha era la dueña del espacio político y las otras expresiones eran minoritarias, pues estaban aisladas y podían ser obviadas. Se disputan el mismo terreno y a veces han superado ampliamente a los moderados de la oposición.
Es la inflexibilidad lo que ha resultado atrayente para un sector de la derecha que es una minoría, pero muy significativa. Como, además, estas candidaturas presidenciales compiten entre sí y el que empiece a transigir o siquiera parezca que está transigiendo terminará por perder posiciones, tal como le ha acontecido a Kast, así que su motivación para aceptar invitaciones de Matthei son nulas.
Lo peor es que este movimiento era innecesario. Lo que ha sido una constante en los votantes de derecha es que en segunda vuelta ellos siempre se unen tras el que reúne más preferencias. No es necesario negociarlo: va a ocurrir de todos modos.
Hubiera sido más sabio aceptarlo que insistir en un acercamiento imposible. Eso permitiría hacer una campaña más equilibrada en cuanto a los auditorios a los cuales se dirige la campaña de Matthei, actuando de una forma menos errática.
Te ofrecemos el importante puesto de vagón de cola
Tenemos una candidata de oposición que no consigue medir el efecto de sus declaraciones a su alrededor. Con sus declaraciones, Matthei no puede dejar en peor posición a quienes vienen de la centroizquierda, porque para ellos negar diferencias es letal en su electorado. Chile Vamos se ve afectado en su estrategia para quedar como quienes invitan a aportar a la unidad, pero sin meterse en el tema de cuán coincidentes son las posiciones. Entrega la iniciativa a republicanos y libertarios, porque ellos quedan con la palabra y la han usado para contradecirla.
Matthei no calcula bien. Dio un paso tan riesgoso porque considera necesario que la derecha actúe de forma unitaria y le parece que un proyecto específico pensado en beneficio del país, bien elaborado y presentado de manera adecuada solo puede concitar apoyo, porque oponérsele tiene muchos costos. Es a Milei a quien ella cita con admiración.
Son buenas razones para un mal paso. Son los comportamientos colectivos los que no responden a una lógica tan simple. En el caso de la derecha, el verdadero problema que se ha de enfrentar es el de las oscilaciones del apoyo a Matthei una vez que la alternativa de la centroizquierda se defina, pero sobre todo y desde ya, por la presión que está recibiendo desde la derecha más dura.
Matthei encuentra su apoyo más significativo en el grupo que la rodea, al que le parece que ya está todo decidido y que ella es una especie de Presidenta por anticipado. Instaló una corte antes de ganar la campaña. Se podría verificar un giro, improbable, pero no inesperado si una pequeña duda se instala por una inevitable baja circunstancial, ya sea porque se produzcan aciertos en las campañas de la derecha dura o, peor, porque Matthei titubea a la menor oportunidad.
El problema de la derecha no es la partitura, sino la intérprete. Lo que hay que hacer no tiene dudas, porque desde la posición predominante no es cosa de ponerse demasiado ingenioso. Hay que ser atinado y predecible, y la campaña no lo es.
Por parte de la candidata presidencial debieron evitarse las polémicas de trinchera y poner énfasis en los aspectos programáticos para hablarles a los ciudadanos y hacer que los demás reaccionen. Es lo que más le conviene, pero eso no quiere decir que esté haciendo lo que más le conviene.
En el papel ya está todo dicho, ahora veremos si se podrá seguir sin desviaciones. No es nada fácil cuando todos los demás están buscando que Matthei se salga del libreto que más le favorece y ella colecciona piedras en las cuales tropezar.
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