
China le responde a Trump: no al poder de la fuerza
En medio de un escenario internacional conmocionado por las decisiones y contramarchas del presidente Donald Trump, existía un alto interés por saber qué pensaba China de todo lo que ocurre y sus derivaciones.
El viernes 7 de este mes el país asiático habló a través de una larga conferencia de prensa ofrecida por el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, para medios nacionales y de influencia internacional como Bloomberg, CNN, más los de Japón, India, Brasil y otros de su entorno. En ese marco entregó una frase contundente: “No puede ser que los que tengan brazos más gruesos y puños más grandes tengan la última palabra”.
Remarcó una y otra vez que China aboga por el multilateralismo y el respeto al orden internacional, en especial todo el sistema surgido al término de la Segunda Guerra Mundial con la creación de Naciones Unidas. Subrayó que China es fundadora y beneficiaria del orden internacional después de la Segunda Guerra Mundial, y también su defensora y constructora.
“No tenemos la intención de comenzar todo de nuevo, ni apoyamos a ningún país a revocar el orden actual. Como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, China es consciente de sus propias responsabilidades internacionales, y va a defender firmemente el estatus central de la ONU y ser la columna vertebral del sistema multilateral y la representante justa del Sur Global”, dijo.
Pero los temas del último tiempo tienen nombre concreto, por ejemplo, Gaza y Palestina. Frente a ello fue importante la declaración de ese día: “Gaza pertenece al pueblo palestino, y forma parte inalienable del territorio palestino. Cualquier acción que cambie forzosamente el estatus de Gaza no traerá la paz, y solo conducirá a nuevas turbulencias. Apoyamos el plan para restaurar la paz en Gaza lanzado conjuntamente por Egipto y otros países árabes. Es decir, la voluntad del pueblo no puede ser contrariada, y la justicia no puede ser abandonada”.
Y luego, sin nombrar a Estados Unidos, pero dejando claro a quién se refería, señaló: “Si el país grande realmente se preocupa por el pueblo de Gaza, debe promover el cese al fuego integral y duradero, aumentar la ayuda humanitaria, y contribuir a la reconstrucción de Gaza con adhesión al principio de la administración de Palestina por los palestinos”.
Sobre el argumento levantado desde Washington de aplicar barreras arancelarias a China por ser fuente de elementos con los cuales se elabora la droga fentanilo, Wang Yi recordó que ya en 2019, para responder a la petición de EE.UU., China fue el primer país en catalogar toda la clase de las sustancias relacionadas con el fentanilo. Y agregó, como en cierta forma también lo ha señalado la presidenta de México, que “el abuso del fentanilo en EE.UU. es un problema que debe encarar y resolver EE.UU. mismo”.
Y, por cierto, rechazó que bajo ese argumento se impusieran barreras arancelarias a los productos chinos. Pero al mismo tiempo llamó a Estados Unidos a hacerse cinco preguntas: “¿Qué ha logrado de las guerras arancelarias y comerciales en estos años? ¿Se ha ampliado o reducido su déficit comercial? ¿Ha aumentado o disminuido su competitividad en la industria manufacturera? ¿Se ha mejorado o empeorado la inflación? ¿Y ha sido mejor o peor la vida de sus ciudadanos?”.
Mirado desde fuera cabe otra pregunta: ¿desde qué posición se instala China para enfrentar la realidad internacional que Trump ha creado? Hay solo una frase que ilustra al respecto: “Siendo respectivamente China el mayor país en desarrollo y Estados Unidos el mayor desarrollado del mundo, van a existir largamente en este planeta, y por eso, deben convivir de manera pacífica”.
Frente a todo el poder que China muestra ahora en áreas como la inteligencia artificial o el crecimiento acumulado en cuarenta años, puede sonar fuera de lugar autoclasificarse como país “en desarrollo”. Pero cuando se colocan frente a frente las cifras per cápita, encuentra sostenimiento esa afirmación: en 2023 el per cápita de China fue de US$ 12.600, mientras el de Estados Unidos llegó a US$ 82.700.
Con una población de 1.400 millones de seres humanos, más allá de haberse eliminado la extrema pobreza, quedan amplios sectores aún viviendo en la pobreza derivada de bajos ingresos. Como señaló un experto chino recientemente, el aumento en la desigualdad de ingresos que acompaña al crecimiento económico es un gran problema para los países en desarrollo y para muchos países de renta media. El aumento de la desigualdad empeora de manera directa la pobreza relativa, un proceso que China viene experimentando en las últimas décadas y lucha contra ello.
Pero desde esa condición de “país en desarrollo” más grande del planeta, China enfatizó a través de su ministro de Relaciones Exteriores, que ello le hace responsable en comprometerse plenamente con el llamado Sur Global. China sabe que el concepto no es perfecto, pero tiene suficiente fuerza para articular resistencias en diversos foros frente a la idea de desarticular el sistema internacional que ahora impulsa el gobierno del presidente Trump.
Y, en ese marco, toman fuerza diversas reuniones internacionales programadas para el año. Los BRICS ampliados se reunirán en Brasil, el Foro Ministerial China-CELAC tendrá lugar en mayo en China, el G20 sesionará en Sudáfrica, lo cual da otro contexto a la agenda de esa entidad de países desarrollados y en desarrollo.
A su vez, la Organización de Cooperación de Shanghái sesionará este año en China. Es la organización regional más grande del mundo, en términos de alcance geográfico y población, cubriendo aproximadamente el 80% del área de Eurasia, y el 40% de la población mundial. Ahí están también Rusia, varios del Asia Central, India, Pakistán, Irán. En 2023 su PIB combinado rondaba el 25% del PIB mundial. Y la relación entre India y China, con todas sus complejidades competitivas, ha encontrado un cauce de avance desde el encuentro de Xi Jinping y Narendra Modi, en noviembre pasado.
Ucrania también fue tema de esas declaraciones de Wang Yi. Ya se sabe, por las votaciones en Naciones Unidas, que China no está cerca de como Trump se ha instalado en el conflicto originado en la invasión de Rusia.
Más allá de reiterar que deben considerarse todos lo elementos que dieron origen a la guerra, incluidos los de Rusia, China desde la voz de su ministro pone una reflexión sobre la mesa: “Si echamos una mirada retrospectiva al conflicto de Ucrania que ya ha durado más de tres años, nos daremos cuenta de que esta tragedia hubiera podido evitarse. Las distintas partes deben sacar lecciones de la crisis y cobrar conciencia de que la seguridad es mutua e igual, y ningún país debe construir su seguridad sobre la inseguridad del otro. En fin, hay que abogar por y practicar el nuevo concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible, porque solo así se podrán hacer realidad la paz y la estabilidad duraderas del continente euroasiático y del mundo entero”.
No está claro, después de la participación del vicepresidente Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich, si entenderán o tomarán en serio lo que Wang Yi dijo: un concepto de seguridad común, integral, cooperativa y sostenible. Un concepto sobre el cual también cabría trabajar en América Latina, aunque por ahora las condiciones hemisféricas lo hagan difícil.
En días pasados, la revista The Economist resumió la realidad del momento mostrando a Trump con un galón de gasolina en una mano y una cajetilla de fósforos en la otra, listo para lanzarlo a un campo de dólares. Una síntesis gráfica de la conmoción en marcha, dentro de la cual Estados Unidos señala a China como su enemigo principal.
Con serenidad milenaria desde Beijing, Wang Yi subrayó: “Hay más de 190 países en el mundo. Imagínense, si cada país resalta ‘mi país primero’ y cree a ciegas en la ‘posición de la fuerza’, este mundo volverá a ser regido por la ley de la selva, y los países pequeños y débiles serán los primeramente impactados y las reglas y el orden internacionales serán gravemente afectados… China siempre se pone firmemente del lado de la justicia internacional, y se opone categóricamente a la política de la fuerza y la hegemonía. La historia ha de avanzar hacia adelante, y nunca debe retroceder”.
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