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Evelyn Matthei y el dilema presupuestario: ¿es la cultura un gasto prescindible? Opinión

Evelyn Matthei y el dilema presupuestario: ¿es la cultura un gasto prescindible?

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Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Es fundamental reconocer que el potencial “humano” no se logra únicamente a través de medidas represivas, sino también fomentando espacios que permitan la expresión, el diálogo y la construcción de comunidades cualitativas con resultados prácticos en el tema.


La reciente propuesta de la candidata presidencial Evelyn Matthei de recortar el presupuesto del Ministerio de las Culturas para redirigir esos fondos al Ministerio Público, con el objetivo de combatir la delincuencia, evidencia una comprensión limitada de la función esencial que el arte y la cultura desempeñan en la configuración de una sociedad cohesionada.

Esta visión reduccionista no solo subestima el valor intrínseco de la cultura, sino que también ignora las múltiples dimensiones en las que las mejoras en las políticas culturales contribuyen al bienestar social, e incluso a la prevención de la violencia. En una posterior columna mostraré como la inversión en arte y cultura, también aumenta la economía en los países que tienen un fuerte compromiso político con ella o, simplemente, por astucia económica. Pero en esta columna esbozaré de forma simple y clara los beneficios del campo cultural-artístico en los temas de delincuencia y violencia.

El arte y la cultura son manifestaciones inherentes a nuestra especie; a través de ellas, las culturas y sociedades han expresado sus identidades, valores y cosmovisiones. Estas expresiones no solo enriquecen la vida individual, sino que también fortalecen el tejido social al promover el pensamiento crítico y la reflexión colectiva. Reducir el apoyo a estos ámbitos implica despojar a la sociedad de herramientas fundamentales para su desarrollo integral.

A lo anterior, explicado de forma general, podemos ponerle algunos ejemplos comparados en el mundo sobre el tema. Diversos estudios han evidenciado que la inversión en cultura puede tener un efecto directo en la disminución de la delincuencia. Una columna de Felipe Mella (publicada en este mismo medio el 2024) nos muestra, por ejemplo, que en Chicago se observó que los barrios con alta participación en eventos artísticos y culturales presentaban tasas de delincuencia más bajas. Esta correlación se atribuye al fortalecimiento de las redes comunitarias y al sentido de pertenencia generado por dichas actividades.

Asimismo, la misma columna nos muestra que en Nueva York los barrios que experimentaron un aumento en las actividades culturales vieron una reducción del 18% en la criminalidad violenta entre 2010 y 2015. Estos datos sugieren que la cultura no solo enriquece la vida de las personas, sino que también actúa como un factor preventivo contra la “violencia delictual”.

Continuando con los ejemplos comparados, podemos mostrar cómo la inversión en cultura puede transformar comunidades y reducir la violencia. En Argentina, una red de orquestas barriales en Córdoba trabaja para combatir la violencia y la drogadicción mediante la música, proporcionando acceso cultural y apoyo comunitario en áreas marginadas. Esta iniciativa ha integrado a más de 400 familias, ofreciendo oportunidades cruciales para jóvenes vulnerables y alejándolos de actividades delictivas.

Otro ejemplo, que nos presenta Felipe Mella, es la transformación de Medellín, Colombia, donde la creación de parques-biblioteca y la implementación de programas culturales revitalizaron espacios públicos, propiciando el encuentro entre las personas y contribuyendo a la reducción de la criminalidad.

Este año, Álex Vicente mostró, en una columna, cómo Noruega ha apostado por la cultura como una forma de “poder blando” en sus relaciones internacionales. La transformación de un antiguo silo de grano en el museo de arte Kunstsilo en Kristiansand es un ejemplo de cómo la inversión en infraestructura cultural puede posicionar a una nación en el escenario global. Este museo, dedicado al arte nórdico, busca convertir a la ciudad en un destino cultural, demostrando el compromiso del país con la cultura como pilar del pacto social y medio para fomentar un debate público inclusivo.

En Paraguay, el barrio de La Chacarita en Asunción ha utilizado la cultura como forma de resistencia y preservación de la identidad. A través de iniciativas como Chacatours, se fomenta el turismo comunitario para cambiar la percepción negativa del barrio y recuperar la memoria e identidad cultural. A pesar de los desafíos estructurales y la violencia relacionada con el narcotráfico, el barrio sigue siendo un símbolo de resistencia cultural y artística.

La propuesta de recortar el presupuesto del Ministerio de las Culturas para destinarlo al combate de la delincuencia es una visión miope que no considera el impacto positivo y transformador que el arte y la cultura tienen en la sociedad. La breve y concisa evidencia (hay muchas más cosas que se podrían mencionar, de forma compleja, sobre la importancia de fortalecer lo relativo a lo artístico) en los pocos ejemplos que he mencionado, demuestra que la inversión en estos ámbitos no solo enriquece la vida de las personas, sino que también contribuye, como mencionaba antes, a la cohesión social y a la reducción de la criminalidad.

Es fundamental reconocer que el potencial “humano” no se logra únicamente a través de medidas represivas, sino también fomentando espacios que permitan la expresión, el diálogo y la construcción de comunidades cualitativas con resultados prácticos en el tema. Es importante, en este sentido, no caer en reduccionismos populistas muy peligrosos, como los planteados por Matthei de forma laxa e irresponsable.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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