Publicidad
Envejecer en Chile siendo migrante Opinión Imagen referencial

Envejecer en Chile siendo migrante

Publicidad

Junto con abrir reflexiones sobre los desafíos que conlleva el envejecimiento en el contexto de la migración Sur-Sur, es clave promover políticas que consideren distintas formas de vejez, con miras a fortalecer la dimensión social de nuestra democracia.


El envejecimiento y la migración son dos de los procesos demográficos y transformaciones sociales más relevantes de la sociedad contemporánea, que en general tienden a mirarse de manera separada.

Por una parte, al hablar de personas migrantes, el foco suele girar hacia personas jóvenes en edad “laboralmente activa” y recién llegadas, particularmente hacia quienes inician sus proyectos migratorios. Tanto en los medios como en la discusión política se ha impuesto el lente de la “migración como problema”, enmarcando a esta población ya sea como amenaza a la seguridad y a la convivencia social, o como carga para el Estado y la sociedad.

Por otro lado, la población mayor suele ser homogeneizada como dependiente, vulnerable y pasiva, omitiendo su diversidad, así como también sus perspectivas y proyectos futuros. En esta conjunción, para las personas migrantes largamente asentadas y que se hacen mayores en Chile, sus visiones, aspiraciones y contextos sociales, han sido invisibilizados.

En Chile, gran parte de la población migrante que se hace mayor llegó en las décadas de los 90 y 2000. Esta fue una migración altamente feminizada, donde mujeres migrantes se incorporaban al mercado laboral especialmente a través de trabajos de cuidados, incluyendo empleos como trabajadoras de casa particular y como cuidadoras de personas.

Este campo laboral históricamente se ha caracterizado por sus altos niveles de informalidad, donde las trabajadoras suelen tener periodos sin contrato y de desempleo, con largas lagunas previsionales. Estos aspectos han marcado la trayectorias laborales de muchas mujeres migrantes con la experiencia de la precariedad, afectando cómo las mujeres migrantes establecidas en Chile han de vivir su vejez.

En este contexto, resulta clave conocer las percepciones y experiencias de las personas migrantes sobre el acceso a la seguridad social pública para mayores de 65 años. El caso de las pensiones es clave en esta línea. Los requisitos para obtener la PGU son transversales e incluyen tener al menos 20 años de residencia en Chile, consecutivos o interrumpidos, y haber residido los últimos 4 años en territorio nacional.

Una vez obtenida la PGU, situaciones para la extinción de este beneficio incluyen “Permanecer fuera de Chile por un período superior a 180 días continuos o discontinuos durante un año calendario (enero a diciembre)” (chleatiende.cl). Frente a la extinción de la PGU es posible volver a solicitar el beneficio, pero se debe volver a cumplir con los requisitos establecidos. 

Cabe señalar que, en el caso de la población migrante, la residencia (requisito para obtener la PGU) puede estar precedida o interrumpida por años de indocumentación. En particular, la extinción del beneficio por estar fuera de Chile por más de 180 días  es una situación que puede afectar a migrantes internacionales cuando tienen que ausentarse del país por motivos de fuerza mayor, tales como enfermedad de un familiar o, como se observó recientemente, crisis sanitarias. 

La pandemia del COVID-19, por ejemplo, empujó a muchas personas extranjeras a regresar transitoriamente a sus países de origen para atender y acompañar a sus seres queridos y a ausentarse del país por un tiempo mayor a seis meses, enfrentando diversas dificultades.

Por otro lado, a nivel más macro, problemas como fronteras ineficientes o el abrupto cierre de estas son aspectos contextuales y a veces contingentes que, no obstante, dan pie a incertidumbres y riesgos que pueden conllevar retrocesos en sus tiempos de residencia y regularización, así como en la sostenibilidad de sus proyectos de vida. 

Algunas de estas situaciones hoy se consideran relativamente superadas, no obstante, debemos contar con un marco jurídico y prácticas institucionales que las contemplen como escenarios posibles. Es crucial generar políticas públicas interseccionales, que incluyan aspectos como género, ascendencia etnonacional, clase social y edad.

Esto requiere visibilizar a estas mujeres migrantes como parte de la diversificación y complejización del envejecimiento en Chile, atendiendo cómo en sus vidas se expresan de manera radical distintas desigualdades y exclusiones.

Junto con abrir reflexiones sobre los desafíos que conlleva el envejecimiento en el contexto de la migración Sur-Sur, es clave promover políticas que consideren distintas formas de vejez, con miras a fortalecer la dimensión social de nuestra democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad

Tendencias