
Todos somos responsables: hacia una cultura de la inclusión
La inclusión debe ser pensada en el desarrollo de una cultura de inclusión, de la que todos los y las participantes de la comunidad escolar son parte, diseñada para el bienestar de quienes son incluidos, sin impactar negativamente sobre sus profesores y familias.
Como investigadoras hemos estudiado las dificultades a las que se enfrentan profesores, padres y estudiantes en el contexto de la educación inclusiva actual. Esto nos ha llevado a la conclusión de que muchas de las actuales prácticas educativas que apuntan a ser inclusivas no lo son. Tal diagnóstico se hace evidente en la gravísima situación ocurrida en Trehuaco, que debiera hacernos reflexionar en el problema desde sus múltiples dimensiones.
En el actual escenario educativo, los profesores y profesoras de las escuelas regulares deben responder a las exigencias del sistema educativo inclusivo sin que, necesariamente, se les entreguen las herramientas ni recursos necesarios.
Muchas veces los padres ven limitadas sus opciones laborales para dar respuesta a los requerimientos que el sistema educativo no puede entregar. Y finalmente, los estudiantes, niños, niñas y jóvenes –para quienes muchas veces el aula es un espacio de alta dificultad académica y social– conviven en una escuela sin el espacio para el desarrollo individual en su diversidad.
Falta acompañamiento, capacitación, recursos humanos y económicos. Sin embargo, cuando la acumulación de todas estas carencias largamente reportadas desemboca en un episodio crítico como el ocurrido en Trehuaco, la discusión se centra en la estigmatización del autismo y la criminalización de un menor de edad o, alternativamente, acusando a su familia, buscando culpables por sobre soluciones.
La inclusión debe ser pensada en el desarrollo de una cultura de inclusión, de la que todos los y las participantes de la comunidad escolar son parte, diseñada para el bienestar de quienes son incluidos, sin impactar negativamente sobre sus profesores y familias.
Un contexto realmente inclusivo debiera considerar, por una parte, el análisis psicoeducativo para determinar si el estudiante realmente se beneficia de la educación dentro de las condiciones que la escuela regular le ofrece. O bien, si podría recibir una educación más atingente a sus necesidades en un contexto de educación especial.
Además, debería entregar a los docentes y a todo el equipo educativo las herramientas para dar una respuesta de calidad a las necesidades de todas y todos los estudiantes.
Situaciones tan complejas como esta relevan la discrepancia entre ideología y práctica, donde históricamente la teoría ha apuntado a que lo justo es que todos los estudiantes sean incluidos en la escuela regular, pero estas situaciones abren el debate para cuestionarnos si acaso lo realmente justo depende de las condiciones que se puedan asegurar para ello y el bienestar real (o no) que experimentan las diversidades en las escuelas.
* En esta columna de opinión también participaron: Victoria Espinoza, directora de investigación CEDETi UC y
Rocío Briceño, asistente de investigación CJE.
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