
Educación de calidad: el desafío de nuestras instituciones
La educación de calidad no es un ideal abstracto, sino la base sobre la cual se construye el desarrollo de un país. Sin ella, no hay progreso posible.
Los estudiantes en Chile enfrentan un escenario desalentador. Si bien los resultados del Simce 2024 muestran avances significativos en cuarto básico, el panorama general continúa siendo preocupante.
Solo dos cursos más arriba, en sexto básico, se evidencia una disminución de seis puntos en Matemática respecto del 2018, con una significativa brecha en perjuicio de las mujeres. Además, no se observa una recuperación suficiente en los desempeños tras la pandemia y persisten diferencias según sectores socioeconómicos.
En segundo medio, la situación es aún más alarmante: más del 50% de los estudiantes no alcanzaron los niveles mínimos de aprendizaje en Matemáticas y Lenguaje.
Estos datos no son aislados. De ello dan cuentan distintos resultados de mediciones internacionales que evalúan los sistemas educativos. Por ejemplo, en la Prueba PISA, el desempeño de nuestros estudiantes en Matemáticas, Lenguaje y Ciencias ha sido inferior al promedio de la OCDE, con una evolución decreciente desde el 2015. Adicionalmente, este examen revela que uno de cada siete estudiantes no se siente seguro en la escuela, ubicándonos dentro de los países con índices más altos de inseguridad escolar.
Estamos, a todas luces, ante un problema estructural: nuestras instituciones han impulsado políticas públicas que no han conducido de forma sostenida a mejores aprendizajes ni a entornos educativos seguros.
El más reciente Premio Nobel de Economía, otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, refuerza esta idea: en sus investigaciones, los académicos galardonados sostienen que las instituciones ejercen un papel crucial en el desarrollo económico y la prosperidad de los países.
Así, para graficarlo, describen el caso de la ciudad de Nogales, dividida en dos por la frontera entre Estados Unidos y México.
Al norte, en Nogales Arizona, la mayoría de los jóvenes asiste a la escuela, los adultos completan su educación media y los ciudadanos llevan a cabo sus actividades cotidianas con normalidad, sin temor por su seguridad.
Al sur, en Nogales Sonora, la vida, en cambio, es muy distinta: el ingreso promedio es un tercio del de Estados Unidos, gran parte de la población no ha terminado la enseñanza media, muchos jóvenes no asisten a la escuela y sus habitantes viven con temor, principalmente por el narcotráfico y el crimen organizado.
Según estos autores, la razón por la que Nogales Arizona es más rica que Nogales Sonora radica en que las instituciones generan incentivos muy distintos para las personas a cada lado de la frontera.
Mientras en el lado estadounidense los jóvenes reciben buena educación y cuentan con incentivos para desarrollarse profesionalmente, en el lado mexicano enfrentan limitaciones significativas, como menores oportunidades económicas y un entorno institucional que no fomenta el que puedan desarrollar su potencial.
Este hallazgo se alinea con el informe del Banco Mundial La Trampa del Ingreso Medio, que muestra que los países que han logrado sostener su desarrollo han pasado por una fase de innovación, construyendo capacidades internas y generando empresas basadas en el conocimiento. Además, advierte que, para conseguirlo, la gran mayoría de estas naciones ha apostado por una educación de calidad, inclusiva y alineada con las necesidades del mundo laboral.
La evidencia suscita esperanza, pues confirma que el crecimiento y el progreso de un país no dependen únicamente de factores heredados como la ubicación geográfica o los recursos naturales, sino de la capacidad de sus instituciones para potenciar el talento y las habilidades de su gente. Sin embargo, para que esto ocurra, es fundamental que las instituciones generen políticas públicas eficaces que garanticen oportunidades de aprendizaje de alto nivel para todos los estudiantes. Es decir, un desafío (todavía) pendiente en Chile.
El camino es claro: necesitamos instituciones que pongan a las personas en el centro y brinden oportunidades reales para que cada ciudadano pueda desarrollar su talento a lo largo de su vida. Esto comienza en las primeras etapas del aprendizaje, asegurando que todos los niños y niñas aprendan a leer a tiempo, que más mujeres se sientan capaces en matemáticas y que todos los jóvenes encuentren en la educación un motor para su desarrollo y no una barrera.
La educación de calidad no es un ideal abstracto, sino la base sobre la cual se construye el desarrollo de un país. Sin ella, no hay progreso posible.
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