Publicidad
¿Qué hacer con los TLC? Opinión

¿Qué hacer con los TLC?

Publicidad
Sergio Arancibia
Por : Sergio Arancibia Doctor en Economía, Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario
Ver Más

Los TLC se convirtieron en el mecanismo preferido por el proceso de globalización, dejando a la OMC solo como una lejana referencia.


La cantidad de tratados de libre comercio y el volumen del comercio internacional en ellos comprometidos, han venido aumentando en forma exponencial a lo largo del siglo XXI, teniendo hoy en día al mundo entero como escenario.

En la medida que este proceso de firma de los TLC se ha ido generalizando, se ha terminado por conformar una tupida red internacional y se ha ido creando un orden comercial internacional que va más allá de la liberalización del comercio internacional que la Organización Mundial de Comercio –institución creada para impulsar la liberalización generalizada del comercio mundial– era capaz de impulsar o de liderar.

Los TLC se constituyen en una profundización de la normativa existente, pero también en una creación de normas nuevas, válidas solo en el seno el grupo de países que convienen en la firma de aquello, sin necesidad de contar con el consenso de toda la comunidad internacional.

En síntesis, los TLC se convirtieron en el mecanismo preferido por el proceso de globalización, dejando a la OMC solo como una lejana referencia.

Pero si la OMC perdió su dinamismo inicial –y no se visualiza que eso tenga recuperación– y los TLC comienzan a perder vigencia a partir de las medidas tomadas y/o anunciadas por el Gobierno estadounidense, se hace relevante preguntarse respecto a cómo será el nuevo orden comercial internacional que se nos viene encima.

Como ese tema no es posible enfrentarlo en toda su profundidad en el breve espacio de un columna, me limito en estas líneas a dejar planteados algunos puntos que creo pueden ser de interés en los debates venideros.

En primer lugar, la guerra comercial de Estados Unidos en contra de muchos países –incluso viejos aliados de ellos– llevará a que cambien los precios de muchas mercancías en el mercado internacional y también muchos flujos de oferta y de demanda. Todo ello es enteramente posible que lleve a modificaciones sustantivas en las ventajas naturales y competitivas de cada país, y que altere, por lo tanto, sus intereses y sus planes.

Eso no necesariamente pone en cuestión los TLC ajenos al comercio con Estados Unidos, que siguen plenamente vigentes. Pero es posible que las partes firmantes de cada TLC inicien una etapa en que muchos aspectos de dichos tratados querrán ser modificados. Sin embargo, eso no tiene que ser motivo de nuevas guerras locales, sino de una utilización más intensa de los mecanismos de la negociación y la diplomacia.

Hay también muchos países de América Latina, que mantienen TLC con otros países de la misma región, respecto a los cuales nadie ha tomado medidas en contra de su letra o de su espíritu. Chile tiene TLC plenamente vigentes con casi la totalidad de dichos países, ya sea en forma bilateral, como es el caso con Colombia, por poner un ejemplo, o en forma grupal, como es el caso del Mercosur.

Estos tratados comerciales intralatinoamericanos no tienen una dinámica que profundice la exportación de materias primas a cambio de bienes manufacturados, como sucede en la mayoría de los casos con países altamente desarrollados. Aquí estamos en presencia de un comercio entre países de similar grado de desarrollo económico, y cuyos intercambios recíprocos los favorecen y fortalecen a todos. Esos tratados, en la actual coyuntura mundial, hay que mantenerlos y fortalecerlos, de modo de avanzar hacia la conformación de un mercado suficientemente ampliado en que se puedan intercambiar en mayor medida las mercancías que puedan tener trabas para entrar en Estados Unidos o en otros países desarrollados.

Entre las medidas integracionistas que son posibles de analizar, cabe mencionar la unificación de las normas técnicas y sanitarias, el reconocimiento y validación de los títulos profesionales, las inversiones transfronterizas y la unificación digital de las ventanillas únicas de comercio exterior.

Pero lo fundamental, en esta nueva etapa que se abre en el comercio internacional, es que Chile logre definir un proyecto de desarrollo nacional, consensual y de largo plazo, que sirva de guía para todas las modificaciones que se puedan lograr en el campo de la inserción internacional del país. En última instancia la bondad de una determinada política externa depende del grado en que apoya y defiende los intereses del país analizado. Pero para ello hay que tener claro cuáles son esos intereses.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Inscríbete en nuestro Newsletter El Mostrador Opinión, No te pierdas las columnas de opinión más destacadas de la semana en tu correo. Todos los domingos a las 10am.

Publicidad

Tendencias