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Censo 2024 y reforma de pensiones Opinión Archivo

Censo 2024 y reforma de pensiones

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Iván Rojas Bravo
Por : Iván Rojas Bravo Ingeniero Comercial MBA UC
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Las expectativas de vida reales no han sido consideradas en forma íntegra en la estimación de las rentas vitalicias que ofrecen las compañías de seguros de vida a los pensionados. Y la reforma tampoco aprovechó la oportunidad para hacer un ajuste.


Uno de los resultados del Censo 2024 que más comentarios ha generado ha sido la caída en la tasa de natalidad (y sus consecuencias), la cual se encuentra entre las más bajas del mundo. Y eso que aún no llegamos a ser un país desarrollado. La fecundidad en Chile sigue bajo el nivel de reemplazo generacional. La Tasa Global de Fecundidad de 2022 llegó a 1,25 hijos y, según datos provisionales, la de 2023 se redujo a 1,16, la más baja en la historia de Chile.

Por otra parte, la población envejece y vive más tiempo. Actualmente la esperanza de vida al nacer en Chile es de 81,3 años. En solo 32 años, la población de mayores de 64 años más que se duplicó, pasando de 6,6% en 1992 a 14% en 2024, mientras que la población menor de 15 años se redujo a casi la mitad, desde 29,4% a 17,7% en igual periodo.

El índice de Envejecimiento (cantidad de adultos mayores por cada 100 menores de 14 años) subió 254%, pasando de 22,3 en 1992 a 79 en 2024. El porcentaje de hogares compuestos solo por adultos mayores pasó de 4,3% en 1992 a 11,6% en 2024.

La tendencia de las cifras anteriores no es sorpresa. La cuantía del cambio, quizás, pero se veía venir. Y este es, lamentablemente, el oscuro panorama de “contexto” que la reforma de pensiones no consideró.

El problema de las pensiones es, en esencia, un problema económico derivado de un escenario demográfico cambiante. El mercado de capitales, en su esencia más pura, no está para solucionar un tema demográfico, pero sí puede ayudar.

Tener claro lo anterior, cosa que no es tan evidente, nos hace tener conciencia de las variables relevantes y dimensionar el alcance y limitaciones del propio sistema de pensiones y de cualquier (des)ajuste al mismo.

En la última reforma al sistema de pensiones, ¿se corrigieron al alza las edades de jubilación de hombres y mujeres, y se dejaron parametrizadas a los aumentos en la esperanza de vida? No. Cuando se diseñó el sistema de capitalización individual, se estimaba una esperanza de vida de 10 años pospensión; cuatro décadas después, hay que financiar el doble de años.

La reforma de pensiones ni siquiera hizo un ajuste gradual en este parámetro estructural. Y la esperanza de vida va a seguir aumentando, una buena noticia que sin duda trae desafíos en políticas públicas.

Las expectativas de vida reales no han sido consideradas en forma íntegra en la estimación de las rentas vitalicias que ofrecen las compañías de seguros de vida a los pensionados. Y la reforma tampoco aprovechó la oportunidad para hacer un ajuste.

La reforma tampoco puso los incentivos en aprovechar la mayor esperanza de vida y su consecuente capital humano formado, postergando la edad de jubilación; al contrario, inventiva la pensión anticipada.

En lo referente a la parte solidaria del sistema, la reforma no simplificó el sistema de pensiones, sino que le agregó mayor complejidad en términos de económicos, de operación, evaluación, transparencia y análisis.

Se estableció un impuesto al trabajo “con cargo al empleador” (término marketero que no considera la elasticidad precio del empleo para determinar quién es realmente el que paga dicho impuesto), cuya administración estará a cargo de una entidad llamada Fondo Autónomo de Protección Previsional (FAPP), en vez de entregar esta ayuda a los pensionados necesitados con cargo a impuestos generales, y así dejar “limpio” el sistema de capitalización individual y con derechos de propiedad claros y transparentes.

Por otra parte, se sigue cometiendo el error conceptual de hacer estimaciones utilizando retornos esperados en vez de utilizar el Equivalente Cierto de los mismos. A estas alturas, después de todas las advertencias dadas, este error es consciente y premeditado, y no hace más que alimentar ilusiones y alejarse del diseño original de operación en un ambiente seguro.

La reforma tampoco abordó el grave problema que existe con las rentas vitalicias que ofrecen las compañías de seguros, las cuales sobreviven gracias a la ficción contable que bondadosamente la autoridad permite mediante normativa supuestamente técnica y compleja, en la cual se subvalorizan las deudas por pagar a los pensionados, al no considerar la real esperanza de vida y la correcta tasa de descuento libre de riesgo.

Se perdió una oportunidad de oro para desnudar y regularizar diplomáticamente esta situación, calcular bien el patrimonio contable que se esfumaría en cada compañía de seguro y exigir los cuantiosos aumentos de capital en un plazo razonable.

La reforma perdió la oportunidad de sincerar los problemas reales y abordarlos. Más bien los esconde, complejiza el sistema y sigue haciendo promesas que ni el mercado de capitales, ni los cambios demográficos, ni las finanzas públicas van a poder solucionar.

En 10, 15 o 20 años más, no solo vamos a seguir hablando de estos mismos problemas aún más graves, sino que nacerán otros nuevos. Y todos vamos a estar más viejos y más pobres en nuestra cuenta de capitalización individual. Ah, y por cierto, el Estado tendrá una gigantesca deuda contingente por pagar a los pensionados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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