
Percepción de aumento de la delincuencia en Chile: entre el miedo y la responsabilidad
Chile merece una conversación honesta. Los medios deben asumir que su megáfono no solo informa, sino que también construye realidades. Y los políticos, que su silencio o inacción frente a este fenómeno nos condenan a un miedo que, muchas veces, no nos merecemos.
En Chile la sensación de inseguridad se ha convertido en un eco que resuena en cada esquina, en cada conversación, en cada hogar. Lo primero es señalar que es una sensación humana sentir miedo, comprensible y que debe ser abordada por las autoridades. Pero también las personas merecen saber cómo se construye ese sentimiento y qué elementos lo componen, ya que existe el peligro de constatar que efectivamente existe el temor pero sin racionalizarlo.
Como dijera Carlos Peña en una columna en El Mercurio, “lo que se llaman instituciones y que permiten la cooperación y vida en sociedad, no se construyen agitando las emociones, sino haciendo el esfuerzo de evaluarlas, racionalizarlas y conducirlas”. Esta columna intenta avanzar en esa dirección.
Según la Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana (ENUSC), avalada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) de 2023, un abrumador 87,6% de los chilenos percibía un aumento en la delincuencia, la segunda cifra más alta en una década después de 2022.
Sin embargo, la victimización real –es decir, el porcentaje de hogares que efectivamente sufrieron un delito– fue del 21,7%, una baja histórica frente al 28% de 2017. Esta brecha entre lo que sentimos y lo que vivimos no es casualidad: los medios de comunicación, especialmente las noticias de televisión, juegan un rol clave en amplificar nuestros temores.
Pero no están solos en esta ecuación, ya que la responsabilidad política también debe mirarse al espejo y asumir su parte cuando solo hace eco de la información que agita las emociones, omitiendo información que, aunque impopular, está a la mano, permitiendo racionalizar el fenómeno.
Comprendamos primero la diferencia. La victimización real, según la ENUSC 2023, mide hechos concretos en delitos de mayor connotación social: robos, asaltos, hurtos. Es un dato objetivo que, aunque con altibajos, muestra una tendencia a la baja en los últimos años. En contraste, la sensación de inseguridad es subjetiva, un sentimiento que se nutre de percepciones, rumores y, sobre todo, de lo que vemos y escuchamos.
Uno podría pensar que la crisis de homicidios y la violencia vía armas de fuego en aumento en los últimos años es un elemento determinante en la sensación de inseguridad. Y sí, es uno de los elementos que lo componen, pero los elementos que lo componen no se agotan ahí.
Esto, por cuanto la crisis de homicidios, tomando como referencia el Observatorio de Homicidios del Centro para la Prevención de Homicidios y Delitos Violentos, nace en 2016-2017 con aumentos sostenidos hasta 2020 (año pandémico 2021 baja), sube nuevamente llegando a su peak el 2022 (1330), bajando el 2023 (1248), disminuyendo nuevamente en 2024 (579), con información al primer semestre comparando mismo período de años anteriores, estando a la espera del Informe anual del año pasado.
No obstante, la disociación entre victimización y sensación de aumento de la delincuencia viene desde mucho antes de la crisis de homicidios.
En 2015 la victimización era de 26,4% y la sensación de aumento de delincuencia fue de 86,8%; en 2014 fue de 23,5 y 79,9%; en 2013, 22,8% y 71,2%; en 2012 fue de 24,3% y 70,6%; y en 2011, de 28,8% y 82,6%, respectivamente. Entonces, la disociación está presente mucho antes de la nueva fenomenología delictual.
A mayor abundancia, es muy decidor sobre la materia constatar lo siguiente: la pregunta relacionada con percepción de aumento de la delincuencia se mantiene en los últimos 15 años en una banda oscilante entre el 70%-90% de personas que creen que la delincuencia solo aumenta. Esto es independiente de si la delincuencia realmente aumenta, permanece igual o disminuye, lo que es muy llamativo.
La sensación de aumento de delincuencia no solo no baja cuando la delincuencia baja o se mantiene, sino que ni siquiera sube significativamente cuando la delincuencia también sube.
La crisis de homicidios comienza en 2016 con una tasa de 3,2 por cada 100.000 habitantes, ascendiendo en 2017 a 4,2, sube nuevamente a 4,5 en 2018, ascendiendo en 2019 a 4,8, llegando a 5,7 en 2020. Solo subidas. Sin embargo, la sensación de aumento de la delincuencia en 2016 fue de 85%, en 2017 baja a 80,8%, 2018 baja nuevamente a 76,8%, sube en 2019 a 81,8% y sube en 2020 a 84,3%.
Y aquí llegamos al elemento determinante sobre la materia. Para saber la fuente de la percepción de aumento de la delincuencia en el país, la misma ENUSC 2023 hace la pregunta, siendo dichas fuentes para 2023 (lidera siempre la misma fuente en años anteriores) las siguientes: noticias de TV con un 46,9%, redes sociales con 29,6%, siendo la experiencia personal solo un 7,4% de los casos, entre otros (información de otras personas, radio, otros programas de TV).
Sobre este punto en particular, además, se pregunta por la percepción de delincuencia a nivel nacional, comunal y barrial, siendo menor la percepción a nivel comunal que nacional, y aún menor a nivel barrial que comunal.
¿Qué pasa entonces que las personas pensamos que a nivel nacional el delito se desborda, pero no tanto a nivel comunal, y menos aún a nivel barrial, que es donde vivimos?
Aquí es donde la televisión entra en escena. Un estudio del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) de 2023 reveló que algunos de los noticieros de canales de televisión dedican hasta un 26,3% de su tiempo a hechos delictivos, a menudo con un enfoque sensacionalista que prioriza lo violento y lo impactante. No es difícil imaginar el efecto: una noticia de un homicidio o robo con imágenes repetidas y titulares alarmistas se graba en nuestra mente mucho más que las estadísticas acá explicadas que pudieren hacer ponderar el fenómeno.
No obstante, no se trata de apuntar solo a los medios. Ellos responden a una lógica comercial: el miedo vende, el rating sube. Sin embargo, su responsabilidad social no puede ignorarse. Cuando un noticiero elige dedicar minutos eternos a un caso aislado en vez de contextualizarlo o destacar iniciativas comunitarias que reducen el delito, está moldeando una narrativa que nos paraliza más que nos informa.
Un ejemplo claro lo dio el Índice de Paz Ciudadana 2024: mientras la victimización se mantuvo en un 32%, la cuarta más baja de los últimos 22 años según este estudio, la proporción de personas con alto temor fue de un 27,4%, la tercera más alta de los últimos 24 años. ¿Coincidencia? Difícilmente, cuando la televisión sigue siendo la principal fuente de información para un 67% de los chilenos, según el estudio “Informe 2024: Consumo de Noticias y Evaluación del Periodismo en Chile”, de la PUCV.
Pero aquí viene el llamado urgente: la clase política no puede seguir mirando para el lado. Es fácil solo apuntar a los matinales o a los titulares de la prensa, pero resulta que los medios no cometen los delitos. No obstante, soslayar su influencia en la percepción ciudadana es una excusa cómoda para omitir el principal elemento que incide en la sensación de inseguridad.
Si el Gobierno y los legisladores saben que la televisión amplifica el miedo, ¿por qué no invertir en campañas que informen sobre este tema, en vez de dejar que el sensacionalismo llene el vacío?
No se trata de censurar, sino de equilibrar. Los medios tienen el poder de educar, de mostrar que, aunque hay desafíos –como el aumento de homicidios desde 2016 con leves bajas en 2023 y primer semestre de 2024–, también hay avances. Las políticas públicas, por su parte, deben atacar las raíces del delito y, al mismo tiempo, sanar la desconfianza que nos carcome. Porque no basta con reducir la victimización y bajar los homicidios, ya que la disociación viene desde hace más de una década como fenómeno social.
Chile merece una conversación honesta. Los medios deben asumir que su megáfono no solo informa, sino que también construye realidades. Y los políticos, que su silencio o inacción frente a este fenómeno nos condenan a un miedo que, muchas veces, no nos merecemos. Necesitamos entender mejor este desacople entre lo que vivimos y lo que sentimos, pero sin olvidar que detrás de cada número hay personas que merecen respuestas. Respuestas de prevención, investigación, persecución, sanción, pero también de información.
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