
La Atención Primaria no es una fábrica de prestaciones
Chile tiene una rica tradición en APS, forjada en décadas de trabajo silencioso en Cesfam, postas y comunidades. Recuperar esa memoria, valorar lo que se hace y volver a poner a las personas en el centro no es romanticismo: es el único camino para una salud verdaderamente universal.
Hace algunas semanas, el grupo de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello publicó un informe extenso sobre el estado de la Atención Primaria de Salud (APS) en Chile, centrado en su productividad y eficiencia entre 2015 y 2023. Se trata de un documento lleno de cifras, tasas de crecimiento y curvas de costos.
En mi opinión, a pesar de su aparente neutralidad, el texto revela un sesgo profundo: reduce la APS a una máquina de prestaciones, evaluada solo por cuánto produce y cuánto cuesta. Y por si esto fuera poco, lo hace con supuestos técnicos que hacen cuestionables sus conclusiones. En resumen, considero que tiene una falla de enfoque y fallas técnicas.
Partamos por la falla de enfoque. La mirada industrial y tecnocrática, tan dominante en estos tiempos, olvida que la APS no nació para ser un engranaje más en la lógica productiva. La Declaración de Alma-Ata de 1978 la definió como una estrategia profundamente humanista, que buscaba enfrentar las desigualdades sociales a través de la organización comunitaria, la participación intersectorial y el derecho a la salud como bien común.
Lejos de la obsesión por los KPI y la contabilidad fina, Alma-Ata nos hablaba de personas, familias y territorios, no de usuarios, costos promedio ni eficiencia ponderada. Un ejemplo del error de enfoque es que se critique la incorporación de usuarios de isapres y Fuerzas Armadas al programa de universalización sin antes resolver la cobertura efectiva de los actuales beneficiarios.
Esa crítica omite lo esencial: no hay salud universal posible sin integración del sistema, sin considerar a todos los vecinos, independientemente de su seguro de salud, como habitantes de un mismo espacio que debe ser saludable.
Una Atención Primaria basada en el cuidado, la comunidad y la justicia social no cabe en la hoja Excel diseñada por el informe. Necesita equipos estables, tiempo para la escucha, capacidad de actuar en el territorio y decisiones construidas con la gente.
Necesita una salud que no se mida solo en estadísticas clásicas, sino en dignidad, en cercanía, en prevención real, en la posibilidad de vivir bien. Un análisis del quehacer de la APS debe considerar esos indicadores que el informe comentado omite, aun cuando hay algunos datos.
Vamos entonces a reseñar de modo ilustrativo algunas de las fallas técnicas. El informe se limita a cruzar de manera general dos datos púbicos: las transferencias a APS por Ley de Presupuestos y la producción de prestaciones consignadas en estadísticas ministeriales. Lamentablemente, sobreestima los ingresos al suponer un aporte porcentual constante del área municipal, lo que es discutible y contrario a la tendencia observada en tiempos de aumento del aporte fiscal. Ante la falta de datos, supone que los municipios aumentan el aporte al mismo ritmo, lo que afecta las conclusiones.
En segundo lugar, considera el mix de prestaciones como si fuese constante en el tiempo, cuando cualquiera que lo analice nota un aumento evidente de prestaciones que son más caras, como la visita domiciliaria y la atención de urgencia de alta resolutividad. No hace ninguna reflexión al respecto, compara “peras con manzanas” al parecer sin advertirlo.
Adicionalmente, reseña que la infraestructura disponible aumentó, lo que implica mejor acceso de la población, pero no supone que eso sea valioso y que tenga costo. No hace reflexión académica al respecto, siendo que esto también afecta las conclusiones.
Lo más llamativo es que no tienen ningún dato sobre recursos humanos, ni desarrollan ninguna reflexión sobre el acceso de las personas al sistema y la demanda expresada y, sin embargo, usando parcialmente otras fuentes, ofrecen conclusiones tajantes y propuestas en esas líneas. A mi juicio, esto lo aleja de una publicación científica y lo convierte en un trabajo de apariencia académica, pero destinado a formar opinión política y confirmar prejuicios en el entorno de los autores.
En resumen, considerando todos los factores técnicos, la conclusión se aleja de lo indicado en el informe, y el rango posible de variaciones en la así llamada “productividad” es bastante más amplio y requiere estudios más elaborados.
Chile tiene una rica tradición en APS, forjada en décadas de trabajo silencioso en Cesfam, postas y comunidades. Recuperar esa memoria, valorar lo que se hace y volver a poner a las personas en el centro no es romanticismo: es el único camino para una salud verdaderamente universal. Necesitamos una reflexión más seria para seguir fortaleciéndola.
Yo agradezco que desde espacios nuevos se empiecen a hacer informes sobre APS, espero eso sí que sean más finos en el análisis, menos tajantes en las conclusiones y partan por definir de manera consensuada el concepto de productividad, que no es el mismo que para entornos hospitalarios.
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