
Seguridad fronteriza: cuando el Estado chileno se pone serio
Lo que Chile necesita hoy es profundizar esta estrategia fronteriza, mejorar lo que haga falta, y seguir sumando capacidades para enfrentar los desafíos reales: el crimen organizado transnacional, la trata de personas, el tráfico de armas y el narcotráfico. Todo eso entra por nuestras fronteras.
En Chile solemos escuchar que las políticas públicas cambian cada vez que cambia el Gobierno, pero hay excepciones. Y una de ellas, poco conocida pero profundamente relevante, es lo que hoy se ha transformado en nuestra estrategia nacional de seguridad fronteriza.
Todo comenzó en 2008, cuando un equipo técnico –del cual tuve el honor de formar parte– elaboró el Plan Frontera Norte, con el objetivo de enfrentar con seriedad el narcotráfico que se infiltraba por nuestras fronteras. ¿La diferencia con otros esfuerzos? Se hizo con evidencia, sin improvisar, y mirando más allá del periodo presidencial de turno.
En ese entonces, modernizar los pasos fronterizos parecía algo menor. Pero cambiar equipos obsoletos por tecnologías como escáneres de carga, cámaras térmicas o body scanners fue como pasar del siglo XX al XXI en cuestión de meses. En lugares como Chacalluta o Colchane, la diferencia fue radical: el Estado comenzó a ver lo que antes pasaba invisible ante sus ojos.
Pero no fue solo tecnología. Se creó también la primera fuerza de tarea contra el narcotráfico: el Grupo de Inteligencia Antinarcotráfico Fronterizo (GIAF) que, desde Chacalluta, articuló a funcionarios de ambas policías y Aduanas. Fue una experiencia pionera de trabajo conjunto, de esas que demuestran que, cuando se coopera en terreno, se avanza mucho más que desde una oficina en Santiago.
Con el paso de los años, la estrategia fue sumando desafíos. El aumento de la migración irregular llevó a reforzar aún más la vigilancia. Incluso las Fuerzas Armadas comenzaron a colaborar, un paso que generó debate, pero que ha mostrado ser imprescindible si se hace con reglas claras.
Hoy, con el Presidente Gabriel Boric, el foco ha estado en contener el flujo migratorio, lo que ha desplazado en parte el combate al narcotráfico. Sin embargo, el marco general del plan sigue ahí, demostrando algo esencial: cuando una política pública está bien diseñada, puede sostenerse más allá de las ideologías.
Y eso, en tiempos de desconfianza, no es menor. Significa que el Estado, a veces, sí puede actuar con madurez. Que sí es posible trabajar con visión de futuro.
Por eso, más que desarmar lo construido, lo que Chile necesita hoy es profundizar esta estrategia fronteriza, mejorar lo que haga falta, y seguir sumando capacidades para enfrentar los desafíos reales: el crimen organizado transnacional, la trata de personas, el tráfico de armas y el narcotráfico. Todo eso entra por nuestras fronteras.
Hoy más que nunca, no podemos improvisar.
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