Publicidad
VIH en Chile: retos urgentes para un futuro con menos prejuicio y más equidad Opinión

VIH en Chile: retos urgentes para un futuro con menos prejuicio y más equidad

Publicidad
Pablo Herrera
Por : Pablo Herrera inmunólogo de la Clínica Las Condes y vicepresidente de Corporación SIDA Chile
Ver Más

La historia del VIH en Chile es una de resiliencia y aprendizaje, pero también de deudas pendientes. Como país, tenemos una tarea urgente: reducir las barreras de entrada a nuevos tratamientos, fortalecer las campañas educativas y garantizar un acceso equitativo y oportuno a la atención de salud. 


Hace cuatro décadas, en 1984, Chile registró su primer caso de infección por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Desde entonces, esta condición ha sido un desafío constante tanto para el sector público como para la industria en general, impulsándolos a desarrollar políticas sanitarias, fármacos innovadores y tratamientos preventivos.

Los avances en ciencia han sido concretos: la terapia antirretroviral (TAR) permitió que el VIH dejara de ser una sentencia de muerte para convertirse en una condición crónica manejable, aumentando la expectativa de vida de 39 años a prácticamente los mismos niveles que la población general.

Pese a ello, el escenario actual nos plantea nuevos retos que exigen una acción decidida tanto a nivel de educación como de acceso.

Según datos de la Revista Chilena de Infectología, publicados en abril de 2024, América Latina ha experimentado un preocupante incremento en los casos de VIH, y Chile no es la excepción. En la última década, los nuevos diagnósticos han aumentado en un 35% y, cada año, alrededor de 5.000 nuevas personas son notificadas como portadoras en nuestro país. 

Uno de los factores detrás de este aumento es la persistente falta de educación y concientización sobre el VIH. En pleno 2025, todavía sobreviven mitos profundamente arraigados acerca de las formas de adquirir del virus, como la creencia errónea de que compartir utensilios, baños o camas puede transmitirlo. Muchas personas desconocen que quienes tienen una carga viral indetectable no pueden traspasar el virus y que es posible llevar una vida completamente normal, o incluso formar una familia sin riesgo de transmitir el VIH a los hijos.

Este desconocimiento no solo alimenta estigmas sociales, sino que también desalienta la realización de pruebas preventivas, ya que el miedo al diagnóstico sigue siendo una barrera importante. Y aunque existe una campaña impulsada por el Ministerio de Salud, para educar e informar sobre esta condición, su difusión y alcance han sido insuficientes para generar el impacto necesario.

Otro ámbito relevante tiene relación con el acceso a nuevas terapias. La decisión gubernamental de despriorizar la canasta de tratamientos para el VIH hasta 2030 limita la posibilidad de modificar lo que existe actualmente y de incorporar tratamientos innovadores que podrían mejorar significativamente la calidad de vida de las personas que viven con VIH. 

La historia del VIH en Chile es una de resiliencia y aprendizaje, pero también de deudas pendientes. Como país, tenemos una tarea urgente: reducir las barreras de entrada a nuevos tratamientos, fortalecer las campañas educativas y garantizar un acceso equitativo y oportuno a la atención de salud. 

A más de cuarenta años del primer caso, el desafío es claro: construir un futuro donde el virus de inmunodeficiencia humana deje de ser sinónimo de prejuicio y se aborde con la equidad y el compromiso que las personas afectadas merecen. Como sociedad, debemos estar a la altura.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias