
La ruptura de la institucionalidad comercial multilateral: EE.UU. contra el mundo
No debemos olvidar tampoco que, al menos con esta Administración, la estrecha relación comercial que tenemos con China –que algunos consideran “estratégica”–, especialmente en estos productos, estará ciertamente “bajo la lupa”.
El portal web del USTR (Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos) indica textualmente que el Tratado de Libre Comercio Chile-Estados Unidos (TLC), entró en vigor el 1 de enero de 2004, y que “elimina aranceles y abre mercados, reduce barreras al comercio de servicios, proporciona protección a la propiedad intelectual [… etc.] y requiere el cumplimiento efectivo de la normativa laboral y medioambiental. Desde el 1 de enero de 2015, los bienes que se producen en Estados Unidos entran a Chile libres de aranceles” (Free Trade Agreements, Chile FTA, USTR, mi traducción). Más adelante, el portal enumera las oportunidades que este TLC ofrece a productores y trabajadores estadounidenses.
Si esta es la visión del USTR acerca de nuestro país, me pregunto entonces: ¿por qué el 10% de aranceles a las exportaciones de Chile que anunció Donald Trump el 2 de abril? ¿“Liberation day”?
Es cierto también que el “Informe Anual” que emite el USTR sobre el estado del comercio estadounidense en el pasado ha expresado preocupación por la existencia de dificultades y/o barreras paraarancelarias a las exportaciones estadounidenses dirigidas a Chile.
Sin embargo, la última edición (febrero de 2025) reitera que desde el 2004 el TLC ha permitido acceso libre a todos los bienes exportados desde EE.UU.; y agrega que luego de tres años de negociaciones, Estados Unidos logró un acuerdo con nuestro país “que da respuesta a las preocupaciones estadounidenses generadas por el nuevo Acuerdo entre la Unión Europea y Chile, y que podría impactar negativamente la habilidad de productores estadounidenses para vender sus productos en Chile [… el acuerdo] confirma el acceso a productores estadounidenses que exportan a, y venden productos en Chile, utilizando términos tales como mozzarella, provolone, brie, salami, y prosciutto, en quesos y carnes, entre otros […]. Este acuerdo entró en vigor, el 29 de diciembre de 2024” (“2025 Trade Policy Agenda and 2024 Annual Report”, USTR, febrero de 2025, mi traducción, pág. 44).
No hay, o al menos yo no encontré, nuevas referencias o “quejas” en contra de Chile, por lo que me pregunto nuevamente ¿por qué el 10% en aranceles que introduce y con el que nos amenaza Trump?
La respuesta está –creo– en la necesidad de atemorizarnos y forzarnos a negociar bajo presión “acuerdos” favorables a Estados Unidos en minerales críticos y tierras raras, a los cuales debe acceder y en los que hoy China tiene una importante “tajada” del comercio de materias primas, su procesamiento y exportación.
Creo haber adelantado esta tesis en una columna anterior (El Mostrador, 5 de abril), pero, más importante, Jamieson Greer –quien encabeza actualmente el USTR– lo confirmó en declaraciones ante el Comité de Finanzas del Senado de Estados Unidos (8 de abril, 2025).
En esta audiencia, Greer describe los diversos aspectos y prioridades de la “política” comercial de la actual Administración, y al ser cuestionado sobre el porqué de los aranceles aplicados a países que no representan una amenaza al comercio de EE.UU., menciona a países del hemisferio occidental.
Destaca que son los países de Asia y la UE los que representan la principal amenaza comercial, dejando ver, al mismo tiempo, que hay países que no escaparán a los nuevos aranceles, debido al rol que juegan en el comercio de minerales críticos y de tierras raras, las reservas que poseen y exportaciones a China (“Hearing Finance Committee”, US Senate, 8 de abril, 2025). Chile fue “apuntado con el dedo” en esa presentación.
Y en el trasfondo de esta presentación, una enorme confusión, con algunos miembros del gabinete destacando que los “aranceles” anunciados por Donald Trump a comienzo de mes “están para quedarse”, y otros señalando que son negociables. Mientras tanto, “decenas” de países ya se habrían pronunciado a este respecto buscando negociar y “eludir” los aranceles. Según Greer, alrededor de 50, pero según la Casa Blanca más de 75, lo que habría llevado a Trump a decretar una pausa de 90 días en la aplicación de los “megaaranceles recíprocos” –excepto China (125%)–, aplicando, con efecto inmediato, un “arancel base” de 10% a todas las importaciones (9 de abril).
Mientras tanto, varios senadores de ambos partidos intentan hacer fructificar un Proyecto de Ley que permita al Congreso retomar el control de la política comercial. No olvidemos, además, que sigue vigente la amenaza de los aranceles anunciados al acero, aluminio y la industria automotriz, así como los “estudios” de posibles aranceles a las importaciones de madera y sus productos, e industria farmacéutica, entre otros.
En este caos –a pesar de la muy “pintoresca” descripción de Donald Trump, señalando que “son muchos los países que estarían besándole el trasero” para negociar–, dudo que sean más de un puñado los que lo hayan decidido. De hecho, la Unión Europea hizo pública una propuesta de “cero” arancel recíproco en bienes industriales, pero –entiendo– cayó en el vacío, y tengo la seguridad de que, sin agricultura y alimentos, la Administración “no enganchará”.
Y eso –creo– no es algo que la UE haga con facilidad. Además, Trump solo ha identificado a Corea, Japón, India y Vietnam como los países que iniciarían las negociaciones. Y para terminar de confundir, Trump anunció “flexibilidad” para negociar acuerdos “a la medida de los países”, a pesar de que varios de sus asesores insisten en que los aranceles “estaban para quedarse”.
No existe siquiera claridad respecto a qué países se les aplicará el arancel base del 10%, además de la escasa o más bien nula posibilidad de negociar simultáneamente con decenas de naciones.
Tengo la convicción de que enfrentamos una enorme ignorancia, improvisación y mucha arrogancia. La “apuesta” comercial de Trump, más allá de intentar “sacar” por la fuerza algunas ganancias o “ventajas’ de corto plazo que permitan a EE.UU. disputarle a China la hegemonía política, militar y económica global, tendrá impactos difíciles de predecir en la dirección, flujos y en la logística de las redes del comercio global generados por el proceso de globalización, en las últimas décadas.
No obstante, creo que, si Trump es exitoso y de ahora en más es necesario “besarle su trasero” para exportar a EE.UU., será el fin de la institucionalidad comercial internacional multilateral, institucionalidad que –de hecho– en el transcurso de décadas y en varios aspectos, fue creada y diseñada para proteger principalmente los intereses de EE.UU. y de un puñado de países avanzados.
Irónicamente, es la institucionalidad que Trump intenta destruir, y destruir con argumentos falsos. Estados Unidos ha sido el principal impulsor y soporte del sistema y Chile –históricamente– se “la ha jugado por este multilateralismo” y la apertura comercial. Y ¿nosotros qué haremos ahora?
Por el momento, parecería que se ha optado por la “moderación verbal”. Buena práctica, pues creo que las provocaciones o desafíos a Donald Trump no auguran nada positivo y atraen riesgos. Hemos visto lo caro que está resultando ser a todos los que lo desafiaron en el pasado. No obstante –creo– la moderación y el bajo perfil que algunos han sugerido no será suficiente. Es mucho lo que está en juego: nuestra independencia en materia de relaciones internacionales y el futuro de nuestros recursos naturales más preciados.
Es ciertamente bueno y positivo que se reúna el Consejo Exportador Agroalimentario para evaluar “el posible impacto” de la aplicación de aranceles a nuestras exportaciones agrícolas y de alimentos a EE.UU. (MINREL, 7 de abril). Es cierto, estas no han estado exentas de malos ratos, y productores de estados con intereses agrícolas de importancia, como Florida y California, podrían presionar y tratar de obtener algún beneficio adicional, a partir de la “oportunidad” creada por la Administración.
Productos que se exportan bajo la “modalidad de systems approach” podrían ser foco de atención, dado que productores estadounidenses, en ocasiones, consideran esta medida como de riesgo fitosanitario. También podrían ser cuestionados los períodos de vigencia y de aplicación de algunos marketing order. No descarto ninguna de estas posibilidades, ya que siempre estarán “disponibles” o al alcance de los gremios estadounidenses.
Nuestras exportaciones son, sin embargo, de “contraestación” y no representan una amenaza directa a la industria local y –al mismo tiempo– nuestro mercado está abierto a las exportaciones de EE.UU. La “competencia” principal que enfrentamos proviene de otros países, los que también se verán afectados por la aplicación de aranceles.
Sí me provoca serias dudas el silencio de la Cancillería. Yo al menos, no he visto ningún comunicado o declaración, a diferencia de los emitidas por el Ministerio de Hacienda (2 de abril) y las declaraciones del ministro Marcel (por ejemplo, El Mostrador, 9 de abril). La ausencia y silencio de la Cancillería en estos temas es ciertamente preocupante.
Como señalé más arriba, creo que lo que está en juego es nuestra independencia en materia de relaciones internacionales y el desarrollo de la industria asociada a la explotación, procesamiento y exportación de productos de cobre, litio, y de tierras raras, que tienen el potencial de ser base de nuestro desarrollo futuro.
No debemos olvidar tampoco que, al menos con esta Administración, la estrecha relación comercial que tenemos con China –que algunos consideran “estratégica”–, especialmente en estos productos, estará ciertamente “bajo la lupa”. Es crítico que la Cancillería encabece la coordinación interministerial y negociaciones en esta emergencia. ¿Podrá?
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.