Publicidad
Reforma al SAE: una oportunidad para no hablar sobre el mérito Opinión

Reforma al SAE: una oportunidad para no hablar sobre el mérito

Publicidad
Juan Carlos Castillo
Por : Juan Carlos Castillo Profesor Asociado del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile. Investigador Principal del Núcleo Milenio de Desigualdades y Oportunidades Digitales (NUDOS) y del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES)
Ver Más

Aun con todos estos ajustes conceptuales, me parece que la propuesta conlleva muchos problemas de implementación en lo que refiere a permitir que estudiantes de alto desempeño puedan desplegar adecuadamente sus capacidades.


La semana que pasó se entregó el informe de recomendaciones de la Mesa Técnica del Sistema de Admisión Escolar. Si bien en el informe hay una serie de propuestas, el foco de la discusión pública se ha vuelto hacia la “reposición de la selección sobre la base del mérito académico” –en cierto tipo de colegios, desde 7° básico, y hasta un 80% de las vacantes–.

En el informe, el concepto de “selección por mérito” aparece solo una vez, sin embargo, me parece importante aprovechar la oportunidad para poner en discusión el uso de este concepto en lo que refiere a selección escolar, y para comentar las consecuencias de las medidas propuestas en relación con las oportunidades educacionales.

Michael Young (1958) definió el mérito como una combinación entre esfuerzo y talento. A partir de esta definición se han abierto una serie de discusiones respecto de cuál de estos dos componentes representa realmente el mérito, y si se deberían incluir otros elementos, como el azar o el origen social en esta ecuación. Parte de este cuestionamiento se basa en que un mismo resultado (ej: llegar a la universidad) implicaría un mérito distinto para quien proviene de entornos con más o menos oportunidades.

Pero más allá de cuál es la correcta definición del mérito (y conceptos asociados como esfuerzo y talento), lo relevante en este caso son las consecuencias de su uso en el entorno educativo. Hablar de “estudiantes meritorios” –para referirse a un buen desempeño en notas– traza una línea divisoria entre meritorios y no meritorios. Detrás de esto hay un juicio de merecimiento: los que merecen, y los que no merecen, siendo estos últimos los que no se habrían esforzado lo suficiente o simplemente no serían lo suficientemente talentosos.

En este marco, el informe de la mesa técnica plantea (como criterio optativo) que existiría un 5% de estudiantes que sí merece asistir a colegios de mayor calidad (denominados en el informe como de “Alta exigencia”), y un 95% que no lo merece. La implementación de estas medidas conllevará una serie de consecuencias para la mayoría de estudiantes y familias en términos identitarios, de valorización personal, y de expectativas futuras de movilidad social.

Al respecto, es importante considerar los resultados de la última Encuesta de Juventud y Bienestar 2024, donde un tercio de los y las jóvenes dice sentirse un fracaso. Por ello, me parece que ciertos ajustes conceptuales podrían ayudar a mitigar las posibles externalidades negativas de tal medida. 

Un primer ajuste conceptual que propongo es no hablar de mérito ni de esfuerzo, sino simplemente de alto desempeño. Esto pone el foco en un cierto resultado académico (que puede ser fruto de esfuerzo, talento, y/o simplemente azar), en lugar de hacer un juicio sobre las capacidades individuales.

Con las investigaciones actuales referidas al rol de la genética, origen social, los cuidados, y muchos otros factores en el desempeño académico, calificar a un estudiante simplemente como “meritorio/no meritorio” o “esforzado/no esforzado” aumenta la estigmatización, restringe posibilidades de considerar(se) como alguien de buen desempeño en otro momento y, de paso, califica la “calidad de las familias” y de la crianza recibida.

El segundo ajuste tiene que ver con lo de liceos de “alta exigencia”. Acá el problema es que por omisión se caracterizaría al resto de los colegios como de “baja exigencia” y, además, enfatiza un cierto estilo educacional (exigente) en lugar de simplemente acotarse a que son lugares donde asisten personas con alto desempeño. Por lo tanto, y siguiendo con el concepto más neutral de desempeño, sugiero que estos colegios sean llamados simplemente de “Alto desempeño”, poniendo el énfasis en los resultados más que en un proyecto promisorio sobre la base de la exigencia.

Aun con todos estos ajustes conceptuales, me parece que la propuesta conlleva muchos problemas de implementación en lo que refiere a permitir que estudiantes de alto desempeño puedan desplegar adecuadamente sus capacidades. El porcentaje propuesto de alto desempeño (5%) no tiene ninguna base científica, pudo haber sido 4%, pudo haber sido 6%.

Pero más allá del porcentaje, lo preocupante es pensar en cómo se garantizará el acceso a los pocos colegios de alto desempeño, que en casos extremos podría ser uno por región. Y aun cuando fueran dos o tres, ¿qué pasa por ejemplo con el estudiante del 5% superior de Putre o de Palena? Ya que probablemente el colegio de alto desempeño esté muy lejos de su comuna, para un estudiante de 7° básico será muy difícil poder asistir a este establecimiento sin un apoyo especial (por ejemplo, traslado, alojamiento cerca del colegio, alimentación). Esto nuevamente reproduce condiciones de desigualdad y segregación, profundizando las brechas actuales.

Me parece un avance muy importante el reconocimiento de que existen estudiantes de distinto nivel de desempeño, y de que los de alto desempeño requieren un entorno apropiado para desarrollar sus capacidades. Sin embargo, me parece que hizo falta considerar alternativas para abordar este tema, como la generación de espacios para apoyar el desarrollo de altas capacidades en el propio contexto escolar, como por ejemplo la “gifted class” en Estados Unidos,  o el concepto de “begabtenförderung” en Alemania.

La implementación de este tipo de programas no es excluyente de la medida del 5%, y ayudaría a hacerse cargo de quienes, estando dentro de este grupo, no podrán tener acceso a una educación apropiada al desarrollo de su potencial. Y también nos queda entonces la preocupación por el 95%, que ahora no contará con sus compañeros y compañeras de alto desempeño y que, en el contexto de los discursos actuales sobre este tema, tendrá que resignarse a no ser un estudiante “meritorio”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias