
Invertir en cuántica: una apuesta estratégica para Chile
No partimos de cero. Pero necesitamos visión de Estado –una que no dependa del Gobierno de turno–, financiamiento estable y una narrativa que conecte ciencia con ciudadanía, porque el futuro ya empezó y no se va a detener a esperarnos.
¿Por qué un país con tantas urgencias en salud, educación y pensiones debería apostar por tecnologías emergentes como la cuántica? ¿No deberíamos enfocarnos primero en “lo urgente”? ¿Cómo definimos lo urgente sin descuidar el futuro? ¿Cómo cambiamos esa mentalidad de pan para hoy y hambre para mañana?
La respuesta es compleja, pero también clara: si queremos producir tecnología propia –de esa que te da voz cuando se legisla y se discuten sus implicancias– y avanzar hacia un desarrollo sostenible desde esa vereda, siendo protagonistas y no simples espectadores de lo que viene, no podemos darnos el lujo de ignorar estas oportunidades. No todos los días se abre una ventana para iniciar un desarrollo tecnológico desde temprano, con capacidad real de sumarse al momentum global.
Las tecnologías cuánticas –que aprovechan fenómenos (cuánticos) como la superposición y el entrelazamiento para crear sensores ultraprecisos, comunicaciones ultraseguras y computadoras con capacidades antes impensadas– están dejando de ser ciencia ficción. Ya son. Y junto con la inteligencia artificial, están dibujando lo que será el futuro, nos guste o no, estemos o no sentados en esa mesa.
Países como Estados Unidos, China y los miembros de la Unión Europea llevan años invirtiendo sumas millonarias para liderar esta revolución, pero también hay ejemplos de naciones que, sin ser potencias ni ricas en recursos naturales, apostaron por el desarrollo tecnológico como política de Estado. Es una cuestión de visión, no de PIB.
Chile no parte de cero. Tenemos una comunidad científica activa en física cuántica y óptica, centros de excelencia reconocidos internacionalmente, y una generación joven al pie del cañón. En 2024 se formó la Comisión Asesora de Tecnologías Cuánticas, impulsada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, y también por el Ministerio del Interior, en el corazón mismo de La Moneda. Propusimos una hoja de ruta con 15 recomendaciones concretas para que Chile sea un actor relevante, especialmente en el contexto latinoamericano.
Entre ellas se cuentan el invertir en talento local, fortalecer la colaboración público-privada y conectar el desarrollo cuántico con desafíos concretos del país, como la ciberseguridad o la eficiencia energética. Porque no se trata de elegir entre salud o tecnología, entre educación o ciencia avanzada. No podemos optar entre lo que salva vidas hoy y lo que las salvará mañana.
Un país que solo invierte en apagar incendios nunca sale del círculo de la precariedad. Es fuerte decirlo así. Pero es real. Hay que atender lo urgente, sin dejar de pavimentar lo que viene.
Apostar por tecnologías emergentes es subirse a una ola que recién comienza, con la posibilidad cierta de ser referentes regionales. No tenemos petróleo, pero sí inteligencia, creatividad, una comunidad científica comprometida y un sector industrial que se está sumando a esta aventura. ¿Qué estamos esperando?
La soberanía tecnológica no es solo una frase bonita. Es garantizar que los datos de nuestras instituciones y ciudadanos no dependan de servidores en el extranjero; que nuestras industrias usen sensores cuánticos para optimizar procesos o medir contaminantes; y que nuestros jóvenes puedan salir a formarse en centros de vanguardia con la confianza de que, al volver, encontrarán aquí las condiciones para hacer ciencia de frontera: con espacio, infraestructura y comunidad científica activa.
Es también tener voz en las discusiones globales sobre cómo legislar, regular y prevenir el mal uso de estas herramientas.
La pregunta ya no es si debemos invertir en tecnologías cuánticas, sino cómo lo hacemos de forma estratégica, equitativa y sostenida. Y, sobre todo, cuál sería el costo de no hacerlo. Para eso, el Ministerio de Ciencia ya está articulando una mesa ampliada para construir la futura Estrategia Nacional de Tecnologías Cuánticas, donde distintos actores podremos participar.
No partimos de cero. Pero necesitamos visión de Estado –una que no dependa del Gobierno de turno–, financiamiento estable y una narrativa que conecte ciencia con ciudadanía, porque el futuro ya empezó y no se va a detener a esperarnos.
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