
El golpe de Estado no estuvo justificado ni fue inevitable: una respuesta a la candidata Matthei
Hace unos días, el rector Carlos Peña señalaba que la candidatura de Tohá, junto con la de Matthei, dotaban de cierta razonabilidad al debate político. Hoy, esa frase ha sido puesta en cuestión por la misma candidata. Nada impide que pueda rectificarla y sería bueno que lo hiciera.
El golpe de Estado cívico-militar del 11 de septiembre 1973 en Chile es un suceso que, hasta el día de hoy, marca la vida social y política del país, y que aún se encuentra lejos de poder encontrar un relato que sea convincente para todos los ciudadanos. Las divisiones acerca de este hecho se han acentuado con el tiempo, más aún cuando, hace dos años, se conmemoraron los 50 años del golpe.
Se ha documentado que el apoyo a la justificación del golpe cívico-militar ha aumentado, como así también ha aumentado la indiferencia frente a los eventos conmemorativos de esa fecha. Estos datos fueron analizados hace un tiempo por el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), que señaló, con preocupación, que “podemos estar fallando en transmitir el mensaje adecuado a quienes residen en el país, muy en especial a aquellos que no vivieron cotidianamente la violencia y las vulneraciones que se convirtieron en elementos habituales de la dictadura”.
Recientemente, la candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, señaló que el golpe de Estado “fue necesario” para evitar que Chile asumiera el modelo cubano: “Si no [se realizaba el golpe], nos íbamos derechito a Cuba. No había otra alternativa”, señaló. Además, agregó: “Probablemente al principio, en 1973 y 1974, era inevitable que hubiese muertos, pero ya en el 78, el 82, cuando siguen ocurriendo, ahí ya no, porque había control del territorio”.
Aquí, Matthei habla de muertes que fueron “inevitables”, por una parte y, por otra, que las muertes de los años posteriores no tienen justificación. A esas muertes ella las llama “excesos”. Añadió, además, lo siguiente: “Hubo gente que le hizo mucho daño, loquitos que se hicieron cargo y que nadie los frenó a tiempo”.
Lo que señala Matthei es, a grandes rasgos, falso. Se pueden dar muchos argumentos de por qué el golpe no fue inevitable. Se puede decir, por de pronto, que fue un evento planteado, financiado y orquestado por diversos grupos de poder, nacionales y extranjeros. Ahí hay una causalidad clara, que pudo haberse evitado. Y aún en un contexto adverso creado por dichos grupos de poder, se pudo optar a otras soluciones. Decir que fue inevitable es ser, filosóficamente, deterministas.
En segundo lugar, las muertes (o, siendo más precisos, los asesinatos) que ocurrieron en el margen de tiempo que ella considera como “muertes inevitables”, son producto de actos criminales, asumiendo, por hipótesis, la idea de que se estaba “en guerra”. Por supuesto, la hipótesis de la guerra también es falsa, porque en una guerra, por definición, existen dos fuerzas beligerantes con un poder de fuego y estratégico similar.
Sin embargo, como señala el Informe Rettig, el control del país fue logrado a las pocas horas del golpe. Por lo tanto, ya el día del golpe hubo control del país respecto de las fuerzas que resistieron. La hipótesis del control territorial es falsa.
Pero, además, ¿cómo entran en la explicación de Matthei los asesinatos de detenidos (en el Estadio Nacional de manera más clara, pero también en otras dependencias) o las amenazas de muerte a los detenidos en los sectores cercanos a La Moneda en la hipótesis del “control territorial”? La explicación más plausible es que, simplemente, los militares que participaron del golpe no eran más que asesinos, que mataron a gusto y discreción, y bajo una legitimidad falaz que les dio el fracaso del sistema político previo al golpe.
La hipótesis de la guerra es la que siempre los defensores del golpe han dado para justificarlo. Sin embargo, no hay ningún texto apologético que tenga la rigurosidad de justificar, en los términos técnicos que requiere la filosofía moral, un acto de tal naturaleza. La guerra, para los defensores del golpe, justifica la acción militar e, incluso, justifica los asesinatos como “bajas colaterales” del enfrentamiento bélico.
Sin embargo, si no hubo un enfrentamiento bélico entre dos contendores de igual magnitud, todo lo que hagan las fuerzas de mayor poder será desproporcionado, como de hecho lo fue. Siguiendo la doctrina de la guerra justa, incluso suponiendo que hubo una causa justa para intervenir militarmente (por hipótesis), de ello no se sigue que todo lo que se haga en virtud de esta causa justa esté, a su vez, justificado. Porque, además de haber causa justa, se requiere recta intención, proporcionalidad de los medios y que la intervención sea el último recurso.
Todos estos requisitos deben darse de manera conjunta. De este modo, aun si hay justa causa, no hubo recta intención, proporcionalidad de los medios, ni se cumple el requisito del último recurso. Que este último no se cumple se comprueba trivialmente: si fue inevitable, entonces el determinismo es cierto. Pero el determinismo es falso, pues de lo contrario no habría responsabilidad moral.
Que no hubo recta intención se muestra fácilmente: las conversaciones interceptadas de los perpetradores del golpe revelan no solo aspectos viciosos de los altos militares que lo llevaron a cabo: groseros, altaneros, prepotentes y un largo etcétera. Sino que, también, se muestra que la intención de ellos no era “librar al país del comunismo” sino ejecutar un ajusticiamiento.
De lo contrario, no se entiende la persecución, tortura, muerte y desaparición de cientos de líderes políticos. ¿Eran esos ajusticiamientos parte de una guerra justa? Si nos atenemos a la doctrina de la guerra justa, y apelamos, además, a los principios de proporcionalidad, discriminación, inmunidad de los no combatientes, la prohibición de los medios malos en sí mismos, y la prohibición de las represalias, se verá con evidencia que los militares que detuvieron, torturaron y ejecutaron personas, con la connivencia de los máximos mandos y de algunos civiles, no cumplían estos requisitos.
Todo lo dicho muestra, con cierta evidencia, que el golpe de Estado no está justificado, incluso en la hipótesis de que se estaba librando una guerra. Esa hipótesis, nuevamente, la considero equivocada. Pero incluso concediendo el punto a los defensores del golpe, queda claro que el golpe ni fue inevitable ni estuvo justificado.
Hace unos días, el rector Carlos Peña señalaba que la candidatura de Tohá, junto con la de Matthei, dotaban de cierta razonabilidad al debate político. Hoy, esa frase ha sido puesta en cuestión por la misma candidata. Nada impide que pueda rectificarla y sería bueno que lo hiciera, por la razonabilidad del debate político en este año electoral.
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