
Donald Trump: incertidumbre, caos y destino manifiesto
El deseo expansionista estadounidense no termina con esas experiencias decimonónicas, sino que en el siglo XX y hasta nuestros días se acrecientan a través de las múltiples y variadas formas de intervencionismo en América Latina y otras regiones.
El 20 de enero de 2025 Donald Trump inició su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, luego de haber derrotado en las elecciones de noviembre de 2024 a su rival Kamala Harris, tanto en voto popular como en Grandes Electores.
A los pocos días de haber asumido anunció la aplicación de una serie de medidas económicas, comerciales e internacionales que despertaron las inquietudes del mundo entero, aunque algunas de ellas ya habían formado parte de su programa como candidato.
En lo económico su objetivo apunta a la reindustrialización de los Estados Unidos por medio de un proteccionismo comercial, gravando con significativos aranceles a los productos importados de China, de la Unión Europea y de países pobres o emergentes, poniendo con ello un freno a su desarrollo. Al mismo tiempo, desconoció muchos de sus compromisos en materia de libre comercio y de medio ambiente.
Las tasas anunciadas se escalonaron en un primer momento entre un 20% para la Unión Europea y un 34% para China, porcentaje que le fue alzado casi de inmediato a esta última a un 125%; ambos fueron igualmente catalogados como sus grandes enemigos comerciales. Japón, Vietnam, Corea del Sur o Taiwán fueron gravados con tasas oscilantes entre un 24 y un 46%.
América Latina fue afectada en general con un 10% a excepción de México, que, al igual que Canadá, no serán penalizados en los bienes que forman parte del TLC. Nicaragua y Venezuela sufrirán porcentajes más elevados en virtud “de su no cooperación democrática”.
Lo anterior, unido a fuertes medidas contra la inmigración, a las expulsiones masivas de extranjeros, al abandono del Acuerdo de París sobre Medio Ambiente, al desmantelamiento de la AID y a su retiro de la OMS, no solo creó repudio, desconcierto y pánico en la comunidad internacional, en las bolsas y medios financieros del mundo entero, sino que, además, dio inicio a una guerra comercial de proporciones imprevistas, cuestionando con ello las reglas del juego comercial iniciadas al final de la Segunda Guerra mundial, a lo establecido en los acuerdos del GATT en 1947 y de la OMC en 1995, que reafirmaban el desarrollo del proceso de globalización.
Frente al rechazo internacional de las medidas anunciadas, a la estrepitosa caída de las bolsas del mundo entero, del pánico en Wall Street, del inicio de la inflación, de las presiones políticas y sobre todo por el riesgo de implosión de la deuda norteamericana, cuyos principales detentores son Japón y China, Trump tuvo que retroceder, imponiendo una tregua de 90 días y rebajando las tasas a un 10%, con excepción de China, a la que penalizó nuevamente con un 145%.
Esta marcha atrás fue reforzada con el reciente anuncio de eximir de aranceles a diversos dispositivos electrónicos como smartphones, chips semiconductores, computadoras, etc., fabricados completamente en la potencia asiática, aunque manteniendo vigente el gravamen del 25% impuesto al aluminio, automóviles y acero.
Las nuevas medidas incidieron en una importante alza en las bolsas internacionales, dando origen a una serie de especulaciones sobre un eventual delito de iniciados de parte del mandatario estadounidense.
Sin embargo, la guerra comercial no termina, pues China ha respondido de maneras diversas, como el aumento de las tasas a los productos estadounidenses, la suspensión de licencias de exportación de las tierras raras y la amenaza de deshacerse de los títulos de la deuda estadounidense. La Unión Europea junto a otros países preparan respuestas adecuadas en el ámbito económico, sin descuidar las negociaciones diplomáticas.
En lo internacional, diversas acciones y anuncios desestabilizadores para la paz mundial han encendido igualmente las alarmas. Me refiero en lo fundamental a sus posturas sobre la guerra Ucrania- Rusia, al conflicto israelí-palestino en la Franja de Gaza y a sus imprudentes anuncios de anexiones territoriales.
Conforme a sus declaraciones de campaña para imponer en 24 horas la paz en Ucrania, luego de la invasión territorial rusa, Trump, en una primera instancia, no solamente se puso de lado de Putin, suspendiendo momentáneamente su apoyo a Ucrania, sino que además impuso a Zelenski, aparte de una humillación sin precedentes, cederle la propiedad y la explotación de las tierras raras y otros recursos naturales como compensación por el aporte estadounidense durante la guerra.
Sin embargo, en vista de la poca voluntad de Rusia por comprometerse en una solución de paz y por la continuación de sus cruentos bombardeos, Trump ha manifestado su decepción y frustración a Putin a través de su enviado especial Steve Witkoff, al igual que su compromiso de seguir buscando una rápida y aceptable solución para imponer un cese el fuego durable que lleve al término de la guerra.
En lo que se refiere al conflicto israelí-palestino en Gaza, luego del sanguinario ataque sorpresivo de Hamas de octubre de 2023 y la consiguiente toma de rehenes israelíes, el Gobierno de Netanyahu inició una terrible ofensiva militar causando miles de muertos y desplazados, destruyendo la casi totalidad de las infraestructuras y desatando una de las peores crisis humanitarias de la historia.
Aun cuando ha habido acuerdos para negociaciones y de temporarios cese el fuego, la crisis ha continuado y aún quedan alrededor de 51 rehenes en manos de Hamas. El presidente norteamericano se ha alineado completamente con Netanyahu y ha preconizado, ante la estupefacción de la comunidad internacional, la erradicación de la población de la Franja para proceder –según sus palabras– a una reconstrucción de la zona, a fin de convertirla en una apacible Riviera bajo el control de Estados Unidos.
Acrecentando la tensión, Estados Unidos han procedido a bombardear a los rebeldes hutíes en Yemen y, en presencia de Netanyahu, explicitó el inicio de negociaciones con Irán sobre el programa nuclear. Las conversaciones sobre ese tema, a pesar del malestar de Netanyahu, se desarrollan en Omán y, de no llegar a acuerdos, Trump ha manifestado que la opción militar sigue vigente.
Otros anuncios que han inquietado y desatado el unánime repudio de la comunidad internacional y serias protestas de parte de los afectados, han sido sus declaraciones sobre la anexión a territorio estadounidense de Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá, desconociendo en este último caso los tratados Torrijos-Carter suscritos en 1977 que le dieron control y soberanía a Panamá sobre el Canal y, como ya lo mencionamos, su reiterado propósito de obtener el control de la Franja de Gaza, además de su voluntad de sustituir el nombre de Golfo de México por el de Golfo de América.
Esta voluntad de expansión territorial se enmarca en una antigua doctrina decimonónica preconizada por los Estados Unidos en el marco de lo que se denominó el destino manifiesto.
El concepto fue expuesto por primera vez por el periodista John O’Sullivan en un artículo publicado en julio de 1845 en el United States Magazine and Democratic Review. En esa publicación, O’Sullivan expone que el derecho divino otorgó al pueblo de EE.UU. la libertad de expandirse por toda la región. Sus propósitos fueron respaldados por diversas figuras políticas, como el congresista por Massachusetts Robert Winthrop, y por los presidentes estadounidenses Franklin Pierce y James Buchanan en 1853 y 1857, respectivamente.
Sus puntos de vista, similares a los del anexionista y pro esclavista manifiesto de Ostende de 1854, eran que los Estados Unidos no debían solo conformarse a situaciones específicas como la anexión de Texas en 1845, que dio origen a la guerra con México, sino que además apropiarse por cualquier medio de otros territorios, como Cuba, que permitieran acrecentar el poderío de Norteamérica.
El enunciado de esta doctrina expansionista abrió el camino para lo que se ha denominado el filibusterismo. Este término designa a una serie de acciones que llevaron a cabo algunos aventureros entre los que se destacan el médico y abogado norteamericano William Walker, que con alrededor de 60 individuos invadió Nicaragua en 1855, declarándose presidente de ese país en 1856. Walker fue expulsado en 1857 por fuerzas centroamericanas que vinieron en ayuda de los nicaragüenses y fusilado en Honduras en 1860.
Otros ilustres filibusteros fueron el general Narciso López y el coronel William Logan Crittenden, que pretendieron apropiarse de Cuba y fueron ejecutados en La Habana en 1851; el conde francés Gaston de Raousset-Boulbon, que junto al abogado norteamericano Henry Crabb pretendieron en distintas expediciones apoderarse de Sonora en México, donde fueron ejecutados en 1854 y 1857, respectivamente.
El deseo expansionista estadounidense no termina con esas experiencias decimonónicas, sino que en el siglo XX y hasta nuestros días se acrecientan a través de las múltiples y variadas formas de intervencionismo en América Latina y otras regiones que, luego del segundo mandato de Donald Trump, vuelven a emerger junto al caos económico, la incertidumbre, la intolerancia y la conflictualidad.
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