Publicidad
Descansa en paz, Francisco Opinión

Descansa en paz, Francisco

Publicidad
José Francisco Yuraszeck
Por : José Francisco Yuraszeck Capellán general del Hogar de Cristo.
Ver Más

El capellán general del Hogar de Cristo, José Francisco Yuraszeck, recoge aquí cinco recuerdos personales de sus encuentros con el recientemente fallecido papa Francisco.


Ha muerto el papa Francisco. Con él se ha marcado un momento epocal muy importante en el seno de la Iglesia Católica, iniciado tal vez en el Concilio Vaticano II. Este ha sido un acontecimiento de verdadera mundialización de la Iglesia y de apertura a la modernidad. Con Francisco –Jorge Mario Bergoglio, argentino, jesuita, por años Arzobispo de Buenos Aires– se ha dado concreción a la valoración de las iglesias locales; a un estilo de comunidad más parecido a una mesa en la que caben todos y menos a una monarquía; a alguien que habla el lenguaje de la misericordia y no del castigo o la opresión, entre muchas otras cosas.

Tengo cinco recuerdos personales que me permito compartir en este momento. Cada cual tendrá los suyos.

El primero al momento de su elección el año 2013. Trabajaba entonces como director del Centro Universitario Ignaciano de la Universidad Alberto Hurtado en Santiago de Chile. Mucha gente comenzó a felicitarme. “Que bueno que eligieron a un papa jesuita”, decían. Yo, consciente de todas las tensiones vividas en su tiempo de provincial de Argentina décadas atrás, no atinaba más que a mirar con algo de sorpresa. Los gestos que Francisco hizo esos días al asumir –precisamente elegir el nombre del santo de Asís, pedir la bendición al pueblo antes que ofrecerla, presentarse como obispo de Roma, llamar por teléfono a la curia general de la Compañía de Jesús y hablar con el portero para pedir hablar con el padre General, y más- calmaron en parte mis temores y me abrieron con esperanza a su pontificado.

Un segundo momento ha sido la realización de la Congregación General 36 de la Compañía de Jesús, en octubre de 2016. Adolfo Nicolás había renunciado a ser superior general de los jesuitas por razones de salud, entonces se inició la convocatoria para elegir al nuevo sucesor de Ignacio de Loyola. Yo estudiaba por esos días en Roma, y me invitaron a sumarme al equipo de liturgia y música de la reunión. Algunos días después de la elección de Arturo Sosa, nos visitó Francisco. Se presentó humildemente como sumo pontífice en la que había sido su casa por tanto tiempo, y volviendo a las fuentes de nuestra espiritualidad nos animó a seguir adelante con nuestra misión de servicio de la fe y promoción de la justicia que esa fe exige. Con mis compañeros jesuitas músicos nos autodenominamos: “la bandita de Francisco”.

Otro recuerdo imborrable ha sido su visita a Chile en enero de 2018. Aunque no pude participar presencialmente, pues me encontraba en Salamanca, España, realizando la tercera probación, su presencia en Chile fue muy significativa. Con menos expectación que la de Juan Pablo II en 1987, y en medio de una crisis mayúscula por el modo como se habían tratado en Chile los casos de abuso en la Iglesia –y también en la Compañía de Jesús en ella– fue una visita muy remecedora que ha marcado un antes y un después. Escribí entonces en el Blog “Cristianismo y Justicia” una reseña de los distintos momentos y discursos de su visita. Los más significativos, recuerdo, han sido aquellos en los que Francisco apenas ha hablado: la visita a la Cárcel de Mujeres en la comuna de San Joaquín – espacio muy querido que he podido visitar varias veces – y el encuentro con Cristo pobre en el santuario de san Alberto Hurtado. “El amor se ha de poner más en las obras que en las palabras”, sugieren los Ejercicios Espirituales de san Ignacio. Así fue.

En cuarto lugar, en noviembre de 2019, celebramos los 50 años del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús con un congreso en Roma. Tuve el regalo de representar a Chile, en tanto que delegado del provincial para el apostolado social y capellán general del Hogar de Cristo. Vinimos de todas partes del mundo a encontrarnos, jesuitas y colaboradores laicos, y tuvimos el regalo de que Francisco nos recibiera en audiencia. Sus palabras nos llenaron de entusiasmo, en sintonía con su encíclica Laudato Si – que cumplirá 10 años este 2025 – y con la más reciente Fratelli Tutti. Su enseñanza nos ha marcado el camino, particularmente en la consideración de la crisis socio ambiental en la que estamos y en los anhelos de fraternidad universal que están inscritos en el cristianismo. Le pude regalar un ejemplar del libro “Ciudad somos todos” que habíamos editado tiempo atrás y también “Migración en Chile” y le pedí un autógrafo, precisamente de mi ejemplar de Laudato Si. Algunas semanas después me llegó una carta agradeciendo estos libros, un gesto que no era necesario, pero que atesoro hasta el día de hoy.

Un último recuerdo, ha sido el regalo de recibir su saludo con motivo de los 80 años del Hogar de Cristo en octubre del año pasado. Gracias a Juan Carlos Cruz, que por esos días lo visitaba, conseguimos que nos regalara unas palabras y su bendición, que culminaban con su ya acostumbrada expresión “no dejen de rezar por mí”, con una sonrisa en la cara. Estaba visiblemente cansado, en una silla de ruedas. Ahora que descansa para siempre y creemos goza de la presencia de Dios, seguiremos cumpliendo eso que nos pidió: rezar por él y muy especialmente porque este proceso que se inicia de búsqueda de un nuevo sucesor de Pedro, nos encuentre atentos a la voz del Espíritu, que sopla por donde quiere. ¿Con qué nos irá a sorprender ahora?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias