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Obesidad infantil en Chile: ¿existen otras oportunidades de intervención? Opinión

Obesidad infantil en Chile: ¿existen otras oportunidades de intervención?

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Nicolás Fernández B.
Por : Nicolás Fernández B. Ginecólogo Obstetra y Salubrista.
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Plantear la obesidad infantil como un problema que comienza en la etapa prenatal no implica desplazar los esfuerzos actuales, sino complementarlos.


El Mapa Nutricional 2024 de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (Junaeb) confirmó una tendencia que preocupa hace años: el aumento sostenido de la malnutrición por exceso en la infancia chilena. Más del 50% de los escolares presenta sobrepeso u obesidad, con alzas particularmente marcadas en niñas, estudiantes de prekínder y población escolar extranjera.

Lejos de ser una excepción, esta situación se ha transformado en un fenómeno estructural, transversal a distintos grupos socioeconómicos y territorios. Las cifras hablan con claridad: Chile enfrenta una epidemia de obesidad infantil.

Durante las últimas dos décadas, las políticas públicas han impulsado diversas estrategias para hacer frente a esta crisis. Se han desarrollado programas de alimentación saludable en las escuelas, implementado el etiquetado frontal de alimentos, regulado la publicidad dirigida a niños e incentivado la actividad física mediante campañas masivas.

Si bien estas medidas han contribuido a sensibilizar a la población y a generar algunos cambios, las cifras actuales sugieren que no han sido suficientes para revertir el problema de fondo.

Una de las hipótesis que ha comenzado a ganar fuerza entre expertos y profesionales de la salud es que la focalización casi exclusiva de las intervenciones en la etapa escolar podría estar dejando fuera momentos clave del desarrollo humano. Si bien el entorno escolar es una plataforma relevante para promover hábitos saludables, cabe preguntarse si no estaremos llegando demasiado tarde.

¿Y si muchos de los factores que determinan el riesgo de obesidad ya se han instalado mucho antes? Este enfoque invita a replantear la prevención no solo desde el “cómo” intervenimos en la infancia, sino desde el “cuándo” comenzamos a hacerlo. ¿Estamos prestando suficiente atención a las etapas más tempranas de la vida, incluso aquellas que ocurren antes del nacimiento?

En las últimas décadas, la ciencia ha avanzado significativamente en el entendimiento de los determinantes tempranos de la salud. Diversos estudios han demostrado que el entorno intrauterino tiene un rol determinante en la programación metabólica del feto. Factores como el estado nutricional de la madre, su índice de masa corporal (IMC) antes del embarazo, la presencia de diabetes gestacional o la calidad de su dieta pueden condicionar la predisposición del niño o niña a desarrollar obesidad y enfermedades crónicas a lo largo de su vida.

Esta hipótesis, conocida como “programación fetal” u “origen fetal de las enfermedades del adulto”, ha sido respaldada por una amplia evidencia científica y plantea un cambio de paradigma: la salud no comienza al nacer, sino incluso antes.

Dentro de este campo emergente, algunas investigaciones han comenzado a explorar el impacto de intervenciones nutricionales durante el embarazo, entre ellas, la suplementación con ácido docosahexaenoico (DHA), un ácido graso omega-3 esencial para el desarrollo cerebral y visual del feto.

Más allá de esos beneficios conocidos, se ha planteado que el DHA podría tener un efecto regulador sobre el crecimiento fetal y postnatal, especialmente en hijos de mujeres con sobrepeso u obesidad. Algunos estudios sugieren que podría contribuir a una composición corporal más saludable durante los primeros años de vida, reduciendo la ganancia excesiva de peso o adiposidad en etapas críticas del desarrollo.

Aunque la evidencia aún es controvertida y requiere ser fortalecida con nuevos estudios, este tipo de intervenciones abre una ventana de oportunidad. Pensar en la suplementación nutricional prenatal como una estrategia preventiva frente a la obesidad infantil es una propuesta audaz, pero sustentada en la ciencia. 

Plantear la obesidad infantil como un problema que comienza en la etapa prenatal no implica desplazar los esfuerzos actuales, sino complementarlos. Ampliar la mirada implica reconocer que las oportunidades de intervención pueden –y deben– comenzar mucho antes.

Promover una buena salud materna, garantizar el acceso a una nutrición adecuada durante el embarazo, educar sobre hábitos saludables desde la gestación y facilitar condiciones sociales que lo permitan, son pasos claves para construir un entorno propicio desde los primeros momentos de vida.

Chile enfrenta hoy una crisis silenciosa pero creciente. Combatir la obesidad infantil no solo requiere actuar sobre el presente, sino también anticiparse al futuro. En ese sentido, intervenir desde la gestación –cuando aún se está moldeando el desarrollo del cuerpo y del metabolismo– puede ser una de las estrategias más prometedoras y costo-efectivas. Las políticas públicas del siglo XXI no pueden darse el lujo de llegar tarde. La salud comienza antes de nacer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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