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¿Qué te pasó, Evelyn? Opinión Archivo

¿Qué te pasó, Evelyn?

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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La candidatura de Evelyn Matthei, que parecía imbatible, hoy naufraga entre errores no forzados, falta de estrategia y un comando desorientado. Mientras la dupla Kaiser-Kast crece, Chile Vamos se hunde en una crisis que amenaza con dejarla fuera de carrera.


Hace un año, nadie del entorno de Evelyn Matthei dudaba que la entonces alcaldesa se convertiría en la próxima Mandataria. Las encuestas le daban un cómodo primer lugar; el oficialismo naufragaba en el caso Convenios; José Antonio Kast se retiraba de la primera plana, luego de los magros resultados obtenidos en el segundo plebiscito; y Johannes Kaiser no pasaba de ser una anécdota, arrastrando el peso de su pasado como youtuber, en que decía que las mujeres no deberían tener derecho a voto o que el que violaba a una mujer fea debía recibir una medalla.

Sin embargo, de ahí en adelante, Evelyn nunca más subió un punto en las encuestas. A la entonces alcaldesa le empezó a costar desdoblarse entre su rol como líder de una de las comunas más ricas del país y la candidata anticipada. Y aunque repetía una y otra vez “no soy candidata”, actuaba como candidata, hablaba como candidata y, por tanto, la opinión pública la asumió como tal.

Empezaban a entrelazarse dos fenómenos fatales en política: la convicción del triunfo seguro y la prolongada exposición. Es lo que en términos electorales se llama desgaste de campaña. La falta de definiciones y de una estrategia clara para sostener una campaña larga comenzó a evidenciarse de manera importante.

La primera etapa consistió en golpear al Gobierno de Boric casi a diario, pese a que desde el oficialismo no tenía contrincante, por tanto, los dardos se concentraron en el rival equivocado. Criticar todo, encontrar todo malo, sirve para un rato, pero no es una estrategia que se pueda mantener en el tiempo, más aún si al frente no había un púgil que recibiera esos golpes.

Pero después vendría lo más complejo para Matthei. Por su costado derecho emergió un Johannes Kaiser aggiornado. Con una sólida gestión de imagen, el diputado comenzó a aparecer más calmado y sereno, más políticamente correcto. Aunque repetía muchas de sus barbaridades, modificó el lenguaje, dejó atrás las rabietas de niño mimado y empezó a torear a Matthei. Su estrategia era clara: quitarle respaldo a su rival directa. Ese era el nicho por donde Kaiser podía crecer, no otro.

Y una vez que Matthei dejó el municipio y concentró todas sus energías en la campaña, volvió a la escena un renovado –y descansado– José Antonio Kast, que se sumó al discurso extremo de Kaiser, usando como plataforma el monodiscurso de la delincuencia asociado a la migración. Pero el comando de Evelyn pareció no registrar el dato y continuó con sus dardos apuntando a Boric, pese a que el oficialismo seguía sin candidato. Pero tampoco se dieron cuenta de otro detalle. La dupla Ka-Ka tenía una gran ventaja respecto de Matthei: ellos no compartían la responsabilidad de la llegada de los venezolanos importados desde Cúcuta por Piñera.

De ahí en adelante, la campaña de Evelyn Matthei empezó a naufragar en la falta de definición acerca de dónde estaba el rival y de cuál era su estrategia. Enredada entre un discurso similar al de los Ka-Ka y haciendo gestos difusos hacia el centro político, la candidata comenzó a cometer errores que reflejaban la debilidad de la falta de foco.

Primero, se jugó excesivamente en la campaña de Francisco Orrego, teniendo que saborear una dura derrota. Luego, vino su ausencia total en el único momento en que sí o sí tenía que estar para mostrar una diferencia con Kaiser y Kast y liderazgo en el sector: el respaldo a la reforma de pensiones. Tanta era su desconfianza en el éxito de este acuerdo político, que optó por viajar al extranjero en los días en que se votaría el proyecto.

Paralelo a esto, Kaiser y Kast seguían acortando distancia a costa de Evelyn. La dupla de extrema derecha crecía, quitándole respaldo a la exalcaldesa. El trasvasije era evidente. Y de pronto, en el oficialismo comenzaron los movimientos y emergieron los candidatos y las candidatas, modificando la agenda y trasladando la atención de los medios, las redes y la gente. Sumado esto a una fuerte arremetida comunicacional de los Ka-Ka, Matthei quedó en medio, dejando claro el desgaste de una campaña larga sin focos claros, lo que se reflejó de inmediato en las encuestas.

Y la incapacidad política de acercar posiciones para lograr un acuerdo con Kaiser y Kast para realizar una primaria amplia de toda la derecha, encendió todas las alertas en el entorno de Evelyn. Las encuestas eran categóricas: si la dupla Ka-Ka iba por separado a primera vuelta o, peor aún, si ellos realizaban una primaria, las opciones de Chile Vamos eran prácticamente nulas. En paralelo, Rodolfo Carter les enviaba un ultimátum de que se iría como candidato a Republicanos si no lo consideraban en el proceso.

La confusión en el comando de Matthei quedó en evidencia de inmediato. Una seguidilla de eventos desafortunados comenzaría a marcar la agenda de la candidata.

Sin un líder de campaña que señalara una ruta, con declaraciones contradictorias y confusas de su entorno, como el acercamiento innecesario a Milei –un referente para los Ka-Ka y justo cuando empezaban las protestas contra él en Argentina–, promovido por Paula Daza, hermana del principal asesor de Caputo, quien además venía de insultar a los economistas chilenos… de derecha, por la reforma de pensiones.

Y no hay nada más errático en una campaña que buscar, a costa de lo que sea, instalar temas o involucrarse en la contingencia sin objetivos. En menos de una semana, Matthei salió pidiendo revisar el acuerdo entre Codelco y SQM, desatando la molestia de un grupo de empresarios, todos vinculados a su sector. Luego vino el bochornoso intento de involucrarse en el caso de la tragedia del Monumental, realizando un punto de prensa para denunciar la falta de cámaras en el Estadio Nacional, el que fue grabado por varias de las 322 cámaras con que cuenta el recinto (¿el consejo fue de Sichel?).

Pero el remate vendría el mismo día en que el comando de Matthei había citado a un punto de prensa –se supone que anunciarían novedades de la primaria interna–. Allí la candidata realizó una larga y cómoda entrevista en una radio con una clara tendencia de derecha y un conductor más cercano a los Ka-Ka en este momento. Demostrando una escasa habilidad para salir de una pregunta difícil o tal vez con la intención de hablarle al votante más duro, Matthei reivindicó el golpe de Estado e, incluso, señaló que los muertos eran inevitables. Un error no forzado casi infantil.

Instalar un tema que provoca división, regalarles a los candidatos del oficialismo agenda, además de espantar al sector que necesitaría en segunda vuelta –el centro e incluso centroizquierda–, es algo totalmente incomprensible para una persona de su experiencia. Fue tan profundo el error, que hasta el propio Johannes Kaiser salió a condenar la declaración. Por supuesto que con un pragmatismo electoral impecable, porque él antes había reivindicado hasta los fusilados de Pisagua sin juicio.

Y la guinda de la torta vendría al día siguiente. En un hecho que quedará como uno de los grandes chascarros de la historia política chilena y reflejando la confusión total de Chile Vamos y del comando, anunciaron que tendrían una primaria con Evópoli y Renovación Nacional… partidos que la habían proclamado como su candidata oficial unos meses antes. Además, sumarían a Rodolfo Carter, dos semanas después de haber rechazado su oferta.

Las cosas están muy mal en Chile Vamos y la candidatura de Matthei, y no se ve por dónde podrían salir de esta crisis autoinfligida, más aún que los tiempos se acortan. También queda claro que la exalcaldesa es mejor gestora que candidata. Pero por supuesto que es posible hacer un giro de emergencia en una campaña a la deriva.

Además de designar un jefe de campaña que ponga orden y sea capaz de imponer un relato, la campaña de Matthei debe partir por definir una estrategia clara que explicite qué quieren ofrecerle al país y eso debe ser compatible con los escenarios que enfrentarán en estos meses. Y en esos escenarios deben contemplar la alternativa de pasar a segunda vuelta y necesitar los votos del centro político. Aunque, reivindicando a Pinochet y el golpe de Estado o tratando de mimetizarse con la dupla Ka-Ka, es posible asegurar que esta elección –que daban por ganada desde hace dos años– se pone muy cuesta arriba.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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