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Energía, desarrollo y paz: cómo salir del empate que paraliza a Chile Opinión PDI

Energía, desarrollo y paz: cómo salir del empate que paraliza a Chile

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José Montalva Feuerhake
Por : José Montalva Feuerhake Abogado, exdelegado presidencial Araucanía.
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El verdadero desafío no es elegir entre desarrollo o territorio. El desafío es diseñar un camino donde el desarrollo ocurra respetando los territorios, y donde los territorios puedan crecer sin quedar atrapados entre el abandono y el fuego.


Chile enfrenta un punto de inflexión. El reciente atentado incendiario en Santa Bárbara –que destruyó 45 camiones y maquinaria en la construcción de la central Rucalhue– no solo golpea una inversión energética estratégica. Golpea también la esperanza de desarrollo en una región donde la pobreza, el desempleo y el abandono estatal han sido por décadas la norma.

Es urgente salir del empate.

Por un lado, existe una necesidad evidente de avanzar en proyectos que aseguren energía limpia, empleo digno y desarrollo regional. Por otro, también es legítimo el debate sobre el tipo de iniciativas que impulsamos, sus impactos sociales, ambientales y la forma en que se relacionan con las comunidades.

Lo que no puede tener cabida en esta conversación es la violencia. Ni como presión, ni como veto. Porque cuando se recurre al fuego para imponer una visión, se quema también la posibilidad de construir una casa común. Más grave aún: cuando se ha demostrado que muchos de estos hechos responden a intereses económicos delictuales –como el robo de madera, el narcotráfico o el crimen organizado–, la idea de que esa violencia representa causas sociales o ambientales se cae por sí sola.

Sin seguridad no hay posibilidad de desarrollo. Y sin desarrollo, tampoco habrá paz.

Esto no significa cerrar el debate. Por el contrario: es momento de sincerar nuestro modelo de desarrollo. Hoy, el mundo camina hacia soluciones energéticas más descentralizadas, de menor escala y con menos impacto local. Según la Agencia Internacional de Energía, la generación distribuida, los proyectos solares locales y las pequeñas hidroeléctricas son el segmento que más crece en Europa, Canadá y América Latina.

Sin embargo, en Chile seguimos atascados en una lógica binaria: proyectos gigantes vs. oposición total. Y mientras tanto, los proyectos pequeños y sostenibles –que podrían ofrecer los mismos beneficios sin los mismos costos– quedan atrapados en la misma maraña de trámites, permisos y demoras. No hay distinción real entre bajo, medio o alto impacto. No hay fast-track para proyectos de menor escala. No hay incentivos ni institucionalidad adecuada para una transición energética justa, con participación ciudadana y territorial.

Nos quedamos en una suma cero: se bloquea lo grande, pero no se hace nada serio para facilitar lo alternativo. Y eso, al final del día, también paraliza.

El verdadero desafío no es elegir entre desarrollo o territorio. El desafío es diseñar un camino donde el desarrollo ocurra respetando los territorios, y donde los territorios puedan crecer sin quedar atrapados entre el abandono y el fuego.

Y eso solo será posible si avanzamos en tres frentes simultáneos: garantizar seguridad para todos, sin ambigüedades ni dobles discursos; asegurar que los grandes proyectos cumplan con altos estándares sociales y ambientales y transformar el Estado, para que los proyectos de menor escala realmente puedan despegar.

Chile necesita salir del empate. Porque desarrollo sin seguridad es ilusión. Y seguridad sin desarrollo, injusticia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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