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La nueva Guerra FrIA Opinión Archivo

La nueva Guerra FrIA

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Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo y Máster en estudios Internacionales.
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La Guerra Fría terminó en 1989 con la caída de un muro. Esta no tiene muros. Tiene servidores. Tiene narrativas generadas por modelos de lenguaje que nunca duermen. Y nosotros como humanidad enfrentamos una elección…


En noviembre de 2022, OpenAI lanzó ChatGPT. No era solo una herramienta. Era una señal. Por primera vez, una máquina no solo entendía lo que decíamos: respondía como si pensara. Silicon Valley celebró. China tomaba apuntes.

En junio de 2024, Donald Trump anunció 15 mil millones de dólares en inversión federal para asegurar que la inteligencia artificial (IA) tenga pasaporte estadounidense. China contraatacó con DeepSeek-V2, un modelo de lenguaje abierto entrenado con 2 billones de tokens y desarrollado a muy bajo costo.

Washington no tardó en golpear: sanciones, control de exportaciones de chips avanzados, aranceles renovados. Pekín respondió cerrando la puerta a empresas como Micron y restringiendo el acceso global al galio y germanio, metales sin los cuales no hay chips ni circuitos. El silicio se convirtió en pólvora diplomática.

Washington acusó a DeepSeek de aplicarse la “autocensura del dragón”. Si le preguntas por Taiwán, te responde que “está fuera de su alcance” y mejor “hablemos de otra cosa”. Perplexity, plataforma bajo patrocinio estadounidense, contraatacó con su modelo R1-1776, en alusión a la independencia de los EE.UU. ¿El mensaje?: Allá censuran, acá vivimos la libertad y la trasparencia.

La batalla es comercial, pero también cultural. No se libra solo en laboratorios o parlamentos. Se libra en el corazón de la cultura. Cuando Trump anunció nuevos impuestos a los chips y patentes chinas, China no respondió con diplomacia. Respondió con memes, con una campaña de imágenes de obreros estadounidenses tragando hamburguesas mientras montan automóviles. Con TikToks y con un mensaje: “Nosotros fabricamos tus marcas. Tus símbolos. Tu narrativa”. En uno de los videos más virales del año, un operario en Shenzhen muestra cómo un bolso Louis Vuitton de 4 mil euros se fabrica con 32 euros en materiales y 4 en mano de obra.

Durante décadas, el lujo fue un relato basado en la exclusividad. Las marcas vendían deseo, distancia y mito. Europa diseñaba, Asia ensamblaba. Pero TikTok rompió ese espejo: ahora muestra fábricas, sueldos, máquinas, tiempos de producción. El lujo ya no es inalcanzable. Es una hoja de Excel.

Y ese es el golpe más duro. Porque no es solo una guerra de chips o patentes: es una guerra por el derecho a contar la historia. China no quiere solo liderar la inteligencia artificial. Quiere hackear la narrativa occidental, esa que vestía al consumo con elegancia y ocultaba la brutalidad de la cadena de montaje. Así, entre reels y scrolls infinitos, Pekín hackeó el deseo global. Los algoritmos chinos no solo entretienen: desmantelan el aura. Exponen el teatro de la exclusividad.

Estados Unidos eleva aranceles. China responde mostrando las fábricas. Con imágenes desarma un mito que necesita del secreto para parecer exclusivo. La batalla ya no es solo económica. Es semiótica. ¿Quién controla el relato? ¿Quién define qué es innovación, qué es belleza, qué es verdad, qué es lujo?

La Guerra Fría terminó en 1989 con la caída de un muro. Esta no tiene muros. Tiene servidores. Tiene narrativas generadas por modelos de lenguaje que nunca duermen. Y nosotros como humanidad enfrentamos una elección: ¿seremos solo espectadores de una guerra silenciosa que ya decidieron por nosotros? ¿Seguiremos creyendo que el software no tiene ideología…?

La nueva Guerra Fría ya empezó. Se pelea con datos, imágenes y memes. El futuro se programa. Es un prompt.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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