Especial atención hay que prestar a dos hitos: el informe publicado en marzo de 2022 por el entonces Comandante en Jefe del Ejército, Ricardo Martínez M., con el objetivo de “hacer del Ejército una mejor institución”, y al “Nunca más” expresado por el actual Comandante en Jefe de la Armada, Juan Andrés de la Maza L., en isla Dawson, a mediados de junio recién pasado.
En medio de la avalancha de aseveraciones y opiniones sobre el golpe militar de 1973, ocurrido hace ya medio siglo, pero cuyas heridas se encuentran abiertas y sangrantes, el país todavía no ha sido capaz de captar el significado y alcance de dos hechos de enorme trascendencia y profundidad doctrinaria para la República.
El primero, de parte del último exgeneral en Jefe del Ejército, Ricardo Martínez Menanteux, corresponde a un informe de muy escasa circulación, de marzo de 2022, que lleva por título “Reflexión sobre las actuaciones del Ejército y sus integrantes en los últimos 50 años y sus efectos en el ethos militar”, y el segundo son las palabras del actual Comandante en Jefe de la Armada, almirante Juan Andrés de la Maza Larraín, en isla Dawson, a mediados del mes pasado.
El primero, publicado bajo firma y responsabilidad del general en retiro Ricardo Martínez (aunque en su elaboración participó todo el alto mando) tuvo por objetivo, según declara su introducción, “conceptualizar el ejercicio del mando”, para “hacer del Ejército una mejor institución”.
La franqueza del estilo y de su contenido resulta algo poco habitual en el mundo militar. El texto podría seguramente ser criticado por un grupo sectario de hombres de armas bajo el principio que los trapos sucios se lavan en casa, o por alguien que sostenga que trata de enmascarar la verdad histórica del país.
Pero es un Informe oficial de un Comandante en Jefe en servicio, que entrega al país un texto trascendental, tanto por quien lo escribe como por lo que dice, al enjuiciar bajo ética militar los dramas históricos de su institución. Eso requiere un enorme valor personal y una profunda convicción de lo que es verdad y honor en el mundo militar.
Pocas cosas escapan al ojo crítico del informe en un trazo histórico largo. Pero tres llaman la atención. Sobre las violaciones a los derechos humanos dice que ellas “ya sea como consecuencia de actos derivados de la obediencia debida, por el uso desproporcionado de la fuerza, por excesos individuales o bien por acciones fortuitas, fueron una profunda herida ocasionada al deber ser militar.” Y agrega que “uno de los episodios más condenables fue el paso del general Sergio Arellano Stark y su comitiva, conocida como la “Caravana de la Muerte” (que) hizo un recorrido por diversas guarniciones del norte y sur del país, dejando una huella de ejecuciones que afectó gravemente a la Institución y que significó posteriormente que integrantes del Ejército, en su mayoría de baja graduación jerárquica, fueran procesados y condenados”. “La comisión de este general se puede describir como una tarea perfectamente planificada desde Santiago”, y lo hizo en calidad de “delegado del Comandante en Jefe del Ejército (CJE)”concluye, dejando así claramente establecida, desde la perspectiva militar, la responsabilidad de Augusto Pinochet Ugarte.
Sobre el asesinado general Carlos Prats señala que “muchos años transcurrieron, para ser más exactos, hasta el término del gobierno militar, para que paulatinamente su figura fuese recordada y su nombre puesto en el sitial de relevancia que le correspondía”.
Respecto del traspaso del gobierno y Pinochet señala: “permaneciendo en la Comandancia en Jefe desde 1990 a 1998 el ex Presidente de la República, (…) situación que implicó una particular dinámica en las relaciones del Ejército con el ejecutivo”, sobre todo en relación a los delitos de lesa humanidad. Es una abierta crítica a Pinochet sobre el tránsito a la democracia y la lesión moral al Ejército.
Por su parte, a mediados de Junio recién pasado, en la Armada de Chile, el almirante Juan Andrés de la Maza acompañó a una delegación de cerca de 150 personas (autoridades civiles, ex presos políticos, familiares de estos y organizaciones de derechos humanos) a la isla Dawson, en el extremo sur del país, uno de los más emblemáticos campos de concentración de la dictadura. Es la primera vez que lo hace un Comandante en Jefe y tuvo como finalidad realizar un acto recordatorio, denominado por la Armada como “Recorrido por la Memoria”, e instalar una placa conmemorativa de los hechos allí acaecidos hace 50 años.
En el lugar, según el comunicado de la propia Armada, los familiares y expresos políticos, junto a autoridades, “vivieron un momento de reflexión y de recogimiento. Durante dos horas leyeron poemas, cartas, discursos y cantos, además de inaugurar una placa conmemorativa, generando un emotivo momento de unión y reencuentro entre todos los asistentes”. Y el Comandante en Jefe mencionó que “como Institución no desconocemos lo que pasó, estamos enfocados en una mirada hacia el futuro. Queremos seguir adelante, que este sea un país unido y próspero”. Agregando: “como lo he escuchado aquí y durante el día me quedo con estas palabras: memoria, democracia y futuro”.
Adicionalmente, ante preguntas de la prensa, dijo que los hechos ocurridos en esa época no deben ocurrir “nunca más. Ni aquí y ojalá en ninguna parte del mundo, son condenables en cualquier parte del mundo que ocurran”. Conociéndose la hermeticidad doctrinaria de la Armada, el acto y palabras del almirante De la Maza tienen un enorme valor simbólico, que hay que saber ponderar y aquilatar.
Así, estos hechos no pueden pasar desapercibidos para el gobierno ni la política, pese a la cortedad de visiones existente. El valor de lo escrito y publicado por el general Ricardo Martínez, y el viaje y declaraciones del almirante De la Maza, es mostrarnos la realidad de tensión ética y de principios existentes al interior de las instituciones militares nacionales, como una verdad esencial en torno a la cual se juega su recomposición institucional en una república democrática del siglo XXI.