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Imaginación para crecer EDITORIAL Crédito: Archivo

Imaginación para crecer

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La agenda pro crecimiento está enfocándose en librar a los mercados de trabas e intervención estatal, profundizando lógica de crecer para después repartir. En cambio, empujar el crecimiento con imaginación y contemplar al Estado como habilitador y promotor, permite al mismo tiempo crecer y repartir.


Los resultados de nuestra economía siguen generando preocupación en todo el arco político. Desde la derecha y el empresariado, varios han recurrido a la explicación facilista de que al Gobierno nunca le importó el crecimiento y se ha instalado en la agenda la necesidad de adoptar medidas pro crecimiento.

Ha habido coincidencia en casi todo el arco político en la necesidad de ajustar y acelerar la tramitación del régimen de autorizaciones y permisos para la inversión. Este proyecto contiene loables medidas de modernización del Estado, pero hay que tener cuidado con disminuir más de lo razonable los actuales estándares de protección ambiental.

Preocupante es que desde la derecha hayan vuelto a tomar fuerza los llamados a disminuir el impuesto corporativo por ser uno de los más altos de la OCDE, olvidando que las tasas son solo uno de los aspectos de un sistema tributario. Cabe tener en cuenta que, en el Chile de hoy, el 20% más rico paga en impuestos una proporción menor de su ingreso que el 20% más pobre. Un centro de pensamiento vinculado a la derecha empresarial ha propuesto ir más lejos y disminuir el máximo de once años a pagar por indemnización en casos de despido de trabajadores.

Hay que hablar de crecimiento, sin duda, pero es necesario crecer con imaginación y abandonando la lógica de “chorreo”. Un buen Sistema Nacional de Cuidados puede recuperar y aumentar la participación laboral femenina. Ello es, antes que nada, una medida de justicia, pero puede derivar en un fuerte impulso a la productividad.

A la vez, se tramita en el Congreso la Agencia de Financiamiento a la Inversión y Desarrollo, un instrumento capaz de empujar iniciativas privadas allí donde el financiamiento regular no llega, redituando además al Estado en caso de éxito. Es posible también avanzar decididamente en política industrial, donde la Estrategia Nacional del Litio parece un ejemplo aislado, pero que podría marcar caminos en otras industrias.

La agenda pro crecimiento de la derecha se circunscribe principalmente a librar a los mercados de burocracia –algo de por sí valioso, pero que, si va más allá de lo razonable, genera que el Estado pierda musculatura– y de intervención estatal, profundizando una lógica bastante superada de que primero se hace crecer la torta y luego se ve cómo repartirla. Empujar el crecimiento con imaginación y contemplando al Estado como un habilitador y promotor, en cambio, permite al mismo tiempo agrandarla y repartirla mejor.

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