La convulsión social que resultó de la aplicación del programa de gobierno allendista, fuertemente criticado por diversos sectores anticomunistas que vaticinaban una crisis total en Chile, y la política de desestabilización manipulada desde Washington por el Gobierno de Richard Nixon que prometió «hacer aullar» la economía chilena si triunfaba la UP, se convirtieron en el caldo de cultivo para que facciones militares y conservadoras pujaran por una irrupción castrense que acabara con la administración de Allende.
El tenso ambiente de polarización produjo que los acontecimientos otorgaran un papel impensado a Augusto Pinochet Ugarte.
La mañana del 29 de junio de 1973, el coronel Roberto Souper, ayudado por algunos civiles del Frente Nacionalista Patria y Libertad, enfiló hacia el Palacio de la Moneda junto a un destacamento del Blindados N°2, con asiento en el regimiento Tacna, con el único objetivo de derrocar a Salvador Allende del gobierno. La insurrección, recordada como "El Tanquetazo" o «El Tacnazo», dejó una serie de muertos civiles en pleno centro de la capital, y logró ser controlada por efectivos del Regimiento Buin dirigidos por el Jefe del Estado Mayor del Ejército, cargo que ocupaba Augusto Pinochet, ya signado como el segundo hombre y subordinado de confianza del comandante en jefe del Ejército Carlos Prats González.
El propio Prats, con una submetralleta en sus manos, salió a la calle a parar la frustrada intentona golpista, que sirvió a los conspiradores para poder detectar cuál era la capacidad de resistencia efectiva que tenían los sectores allendistas, que amenazaban con una movilización popular como fórmula contra los cuartelazos.
En la noche de ese día agitado, Allende se refirió al evento ante el pueblo tras el cual rindió honores a los hombres que derrotaron el acto subversivo, destacando el rol de Carlos Prats y de Pinochet. Cabe destacar que en esos años, por diversas circunstancias -una de las cuales fue la «encerrona» que un grupo de mujeres golpistas le hizo al general Prats en la calle, obligándolo incluso a descender de su auto y desenfundar su arma de servicio en su defensa-, Pinochet debió subrogar finalmente en el cargo a Prats, algo que muestra la empatía alcanzada entre ambos uniformados.
Con gafas oscuras y su característico atuendo militar, comenzaban a publicarse fotografías donde Pinochet y Allende se reunían en eventos sociales, donde junto a esos retratos aparecía la apuesta Lucía Hiriart.
Rápidamente los fenómenos antes citados llevaron a la dimisión del comandante en jefe de las FF.AA., Carlos Prats, debido a la falta de apoyo de sus compañeros de generalato a la idea de que ocupara la cartera de Defensa, cargo para el cual lo designó Allende debido al creciente clima de insubordinación castrense y la espiral incontrolable de violencia que se cobró víctimas como su edecán naval, el capitán de navío Arturo Araya Peteers.
Prats, al ser consultado por el Presidente Allende sobre quién debería ser su seguidor, no vaciló en destacar a Pinochet. Atrás quedaba entonces el temor de este último a ser vetado para la conducción del Ejército a raíz del desaguisado que tuvo en Pisagua con unos senadores que visitaban a los comunistas detenidos en ese lugar, comitiva integrada por el mismísimo Allende.
Tiempo después, recordando el nombramiento de Pinochet al mando de las FF.AA., su hermana Avelina recuerda que hubo una confusión de nombres que lo favoreció en detrimento de Manuel Pinochet Sepúlveda, un militar con el mismo apellido y similares características físicas.
Con 57 años el hombre nacido en Valparaíso, alcanzaba la más alta jerarquía para un militar. Sin embargo, los disturbios sociales no cesaron ante el ascenso a la cúspide de la jerarquía castrense del recién asumido Pinochet. Por esto Allende decide declarar zona militar en la capital en respuesta a las huelgas y disturbios que afectaban su gobierno.
El general Pinochet anunció que si éstos persistían sacaría el ejército a la calle. A su juicio, no había nada que esperar. Anteriormente había declarado, profético, a la prensa: "Señores, esto hay que decirlo, cuando el Ejército sale a la calle, sale a matar. Desgraciadamente es así. El Ejército está entrenado para acciones de guerra y no posee, como Carabineros, elementos que permitan disolver manifestaciones».
El golpe estaba cerca, y lo anunciaban constantemente por la prensa de derecha y de la DC. Así el 9 de septiembre, cuando Pinochet celebraba el cumpleaños su hija Jacqueline, recibió la visita del general Gustavo Leigh, jefe máximo de la FACH, quien lo llamó a apoyar el golpe que se pactaba entre los altos mandos de las fuerzas militares. Pero faltaba aún la presión de su esposa para tomar la decisión de plegarse a las invitaciones de sus pares.
El 11 de septiembre de 1973, a las 11:52 de la mañana, finalmente Pinochet y otros mandos militares de la Armada y la Fuerza Aérea se levantaron contra el gobierno de Allende «para liberar al país del yugo marxista», según lo comunicado en uno de sus bandos, aunque los movimientos de tropas habían comenzado en las primeras horas de dicho día. Los golpistas atacaron el Palacio de la Moneda, residencia oficial del presidente, con aviones Hawker Hunter y tanques del Ejército. Allende murió durante el asalto, en La Moneda en llamas.
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