Si bien hay elementos comunes, como la zona de epicentros y la constante actividad telúrica, la sismóloga de la U. de Chile Diana Comte asegura que una diferencia clave es que hace 22 años sí se esperaba un »gran sismo» en el área. También descartó que haya signos de un enjambre, ya que todo indica que los últimos temblores sólo son réplicas del sismo del 15 de diciembre.
El fuerte sismo de seis grados en la escala de Richter que el sábado 15 de este mes sacudió las regiones de Valparaíso y Metropolitana hizo renacer los temores respecto a la posibilidad que se repita un terremoto como el que afectó la zona el 3 de marzo de 1985, sobre todo porque el movimiento telúrico fue precedido, hasta el jueves último, de una seguidilla de otros sismos de menor magnitud.
Y estando aún fresco en la memoria el recuerdo del terremoto que azotó la ciudad de Tocopilla, las similitudes que podría apreciar el ciudadano común entre lo que ocurre hoy día con lo que pasó hace más de 22 años amerita, por lo menos, que sean tomadas en cuenta.
Sólo basta consultar los datos históricos del Servicio de Sismología de la Universidad de Chile para constatar que el sismo de 7,8 grados en la escala de Richter registrado a las 19:46 horas del domingo 3 de marzo de 1985 tuvo su epicentro en las coordenadas -33°.24’de latitud Sur y -71°.85’de longitud Oeste y a 33 kilómetros de profundidad. El sismo de 5,9 grados de hace una semana se localizó en una zona cercana, 31 kilómetros al norte de Valparaíso en las coordenadas 32° 48′ 10» de latitud y -71° 44′ 23» de longitud, y a 45 kilómetros de profundidad.
No deja de sorprender tampoco que los ocho siguientes eventos registrados por Sismología en su página web, y que están asociados al mismo sismo, tengan registrado su epicentro en una zona similar y a profundidades que oscilan entre 42 y 8,8 kilómetros de profundidad.
Sin embargo, para decepción de los improvisados expertos, incluso aquellos que sostienen casi como una regla inamovible que cada 10 años debe producirse un terremoto «y ya estamos pasados más de 10 años» -dicen- o quienes buscan en la luminosidad del sol, el color del cielo o la posición de la luna explicaciones para los fenómenos telúricos, lo cierto es que todas estas cifras, si bien no obedecen a una simple coincidencia, no revisten tampoco relevancia científica alguna.
La sismóloga Diana Comte, del Departamento de Geofísica de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile fue consultada por El Mostrador.cl al respecto y también acerca de si se dan las condiciones para comparar el escenario actual con el que dio lugar al terremoto de 1985, que dejó un saldo de 177 muertos, más de 2.500 heridos y poco menos de un millón de damnificados.
Diana Comte recuerda, en primer lugar, que «el proceso que gobierna la actividad sísmica en todo el territorio nacional es el mismo y corresponde al proceso de subducción de la Placa de Nazca bajo la Placa Sudamericana, y ésto es válido para todos los tipos de fuentes sísmicas que se observan en Chile».
Y si de similitudes se trata, señala que la actividad que terminó con el terremoto de 1985 partió con un sismo de regular intensidad y posteriores réplicas, tal como, al parecer, está ocurriendo actualmente con las secuelas sísmicas del sismo del sábado 15 de diciembre. No obstante, hace hincapié en un antecedente relevante: en ese entonces sí se estaba a la espera de un «gran terremoto» en esta parte del país.
«La actividad sísmica previa a la ocurrencia del terremoto de marzo de 1985, se inicia con un sismo de magnitud 5.7, que genera un número inusual de réplicas durante la segunda quincena de febrero de ese año y que culmina con la ocurrencia del terremoto de 1985. Además, todo ello ocurre en una zona donde se esperaba un gran terremoto porque el terremoto anterior había ocurrido en 1906, y el segmento norte de dicha ruptura se había activado con el terremoto de 1971», explicó la especialista.
Agregó que por estos días «tenemos un sismo de magnitud 5.9, con un conjunto de réplicas. La mayoría de los sismos posteriores al del 15 de diciembre ocurren en el entorno geográfico del sismo principal», pero advierte que «han pasado a la fecha sólo pocos días y sería prematuro asegurar que ambos fenómenos son equivalentes» y que por tanto «es necesario monitorear la actividad de réplicas del sismo del 15 de diciembre, antes de asegurar que se trata de un fenómeno tipo enjambre sísmico«.
Asimismo, y a diferencia de lo que se cree comunmente, el hecho que transcurrieran más de dos décadas no es un tiempo suficiente como para descartar que la actividad sísmica de los últimos días sea simplemente un episodio vinculado con el evento que dio origen al terremoto. «La ubicación geográfica donde ocurre este sismo participó en la ruptura del sismo de 1985 y sólo han transcurrido 22 años», dijo.
¿Réplicas o enjambre sísmico?
Durante la última semana los sucesivos movimientos telúricos han sido definidos de distinta forma, tanto como «seguidilla de sismos», «enjambre sísmico» o «réplicas». Diana Comte aclara que «un enjambre sísmico corresponde a un conjunto de sismos que se ubican cercanos geográficamente y que ocurren en un intervalo de tiempo corto, y la condición más relevante es que no es posible identificar un sismo mayor, y en el caso de las réplicas, ellas ocurren después del sismo principal».
En ese sentido precisa que «Chile ha experimentado numerosos episodios de enjambres sísmicos, como el de Copiapó el año pasado»y añade que «no todos los enjambres sísmicos evolucionan necesariamente en un terremoto principal, y cuando ello ocurre, el ‘enjambre sísmico’ se transforma en actividad precursora«.
En base a este argumento sostiene que «en el caso actual de Chile Central, hubo un sismo de magnitud 5.9 y hasta ahora la sismicidad asociada a este sismo corresponde a réplicas».
Liberación de energía
La sismóloga también echó por tierra la creencia popular respecto a que es positiva la ocurrencia de varios sismos, ya que éstos permiten a la larga que se libere energía acumulada y que, por tanto, es un factor que influye para que no se produzca un sismo de mayor envergadura.
«Todo sismo por definición es un proceso que libera energía. Sin embargo la escala de magnitudes es una escala logarítmica de la energía liberada, de modo que por ejemplo, se requerirían del orden de 30 sismos de magnitud 7.0, para poder liberar la energía equivalente a uno de magnitud 8.0. Por lo tanto, desde el punto de vista de liberación de energía, los sismos pequeños contribuyen muy poco con respecto a la energía acumulada en la futura zona de ruptura».
Zonas de riesgo
Finalmente, Diana Comte señaló que no sólo en la zona norte del país se espera la ocurrencia de un «gran sismo» ya que hay otras, como la centro sur, que podría considerarse como «una brecha sísmica», en consideración a que no registra actividad durante los últimos 80 años.
«La zona central de Chile ha experimentado numerosos grandes terremotos a lo largo de su historia. Los terremotos de 1971 y 1985 cubren parcialmente el área de ruptura asociada al terremoto de 1906, permaneciendo intacta la zona ubicada entre Pichilemu y Talca. Hacia el sur, el último terremoto interplaca ocurrió en 1928, hace a aproximadamente 80 años. De modo que la zona entre Pichilemu y Arauco, puede ser considerada como una brecha sísmica», afirmó.
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