El grupo liderado por los alcaldes Claudio Orrego y Alberto Undurraga, nuevamente mordió el polvo de la derrota, esta vez en la Junta Nacional de la DC. Altamente calificados, en privado reconocen que no necesitan de la política para vivir y muchos de ellos se han ganado la vida fuera del gobierno. A pesar de que cuentan en sus filas con dos ediles valorados por la ciudadanía, en su propio partido se les percibe como elitistas, excluyentes y con una baja cuota de trabajo partidario. Y lo más complejo: cierta aversión a la rudeza natural de la política chica.
Pasada la medianoche, en el ex Congreso Nacional, donde se realizó la Junta Nacional de la DC el sábado 13 de diciembre, una antigua militante y consejera conversaba con un «camarada» sobre la extensa jornada. A esa hora, la Junta sumaba más de 12 horas de debates e intensas negociaciones. Ambos militantes criticaban la inconsistencia de haber proclamado al senador Eduardo Frei como candidato a La Moneda, temprano en la mañana para sorpresa de todos, y continuar con un partido descabezado. A pesar de que el diputado Jorge Burgos fue quien se hizo cargo de la conducción de la tienda desde que la senadora Soledad Alvear renunció a la presidencia y se bajó de la carrera presidencial, no había acuerdo para que el diputado Juan Carlos Latorre asumiera como presidente.
Un tanto molesta por la imagen que, según ella, se proyectaría de la DC al ser incapaces de mostrar unanimidad en medio de una severa crisis electoral, la consejera se dio cuenta que frente a ella, en un salón, estaba el grupo de militantes provocadores del problema: los «Príncipes» que, liderados por los alcaldes Claudio Orrego y Alberto Undurraga, decidían en ese preciso instante presentar una lista «testimonial» para competir por la dirección de la falange, luego de un festival de indecisiones entre ellos que se prolongó por más de 20 minutos. «Los pijes aún no se deciden», le comentó a su interlocutor.
La frase de la antigua dirigenta grafica cómo este grupo es percibido al interior de la DC. Bautizados así por un periódico hace algunos años, se les describe como militantes de alta fomación académica y profesional, en su mayoría. Pero con una característica que lejos de ayudarlos, los persigue como un fantasma: buena parte de ellos son hijos o parientes de próceres de la tienda de Alameda. «Son cuadros políticos que creen que la solución de los problemas en el partido pasan por mejorar la administración. Es decir, por aplicar lo que mejor saben hacer en sus comunas o empresas. Olvidando que la DC es un partido político», comenta un ex ministro.
Y aunque el sábado pasado se presentaron y perdieron frente a la lista de unidad encabezada por Latorre, al terminar la jornada, uno de ellos comentó: «jugamos como nunca y perdimos como siempre», para explicar que se iban derrotados, pero que nadie los podría acusar esta vez de «cobardes».
Poco respaldo
Los Príncipes, no todos, nacieron bajo el alero de la FEUC, en la Universidad Católica. En la DC forman parte de un grupo reducido que no cuenta con muchos simpatizantes y que siempre se han mantenido, en su mayoría, lejos del funcionamiento interno del partido. Se destacan por su brillante desarrollo académico y profesional.
Cuando comenzaron a reunirse, hace algunos años, tenían pensado proyectar una nueva DC. En restaurantes o en sus hogares, se juntaban a conversar. Fue en esas instancias cuando determinaron algunas líneas: se declararon «cristianianos progresistas»; favorables al modelo económico -con algunos reparos- y a la flexibilidad laboral. Y aunque no comparten la idea de estatizar, pese a que en la actualidad su candidato presidencial, como nunca antes, sea un entusiasta de esta materia, hoy son sus grandes promotores.
Los más reconocidos son el alcalde de Peñalolén, Claudio Orrego Larraín, el edil de Maipu, Alberto Undurraga Vicuña, el presidente de Metro, Clemente Pérez Errázuriz, el ex canciller, Ignacio Walker Prieto, la ex ministra e hija del ex mandatario Patricio Aylwin, Mariana Aylwin Oyarzún, el diputado Jorge Burgos, su par Patricio Walker Prieto y el empresario Juan José Santa Cruz, entre otros.
La mayor crítica que se les hace en la DC es que buena parte de ellos, durante mucho tiempo, hicieron política con «ropa prestada». Antes de contar con alcaldes en sus filas o parlamentarios, eran una generación que nunca había ganado los votos en la calle. Según un cercano al grupo, esa fue una de las principales razones para que nadie en la DC moviera un dedo cuando el ex presidente Lagos eliminó de su gabinete al otrora biministro de Vivienda y Bienas Nacionales y ex gerente de Sonda, Claudio Orrego, quien llegó a ocupar el puesto con sólo 33 años (duró sólo 8 meses) y de paso rompió con una de las costumbres de este grupo, que siempre se les había visto en cargos de segunda línea: subsecretarios, jefes de gabinetes o de servicios.
El golpe para Orrego fue fuerte. Después de alejarse de la empresa privada, tomó una decisión estratégica: «Había que salir a buscarse afuera, es decir, ser elegido en un cargo de elección popular», comenta un cercano al edil. Y agrega: «Y así fue que contra todos los pronósticos hace algunos años, Orrego y Undurraga, fueron candidatos y ganaron con lo justo, para luego convertirse en las grandes mayorías que son ahora».
Como alcaldes, ya no sólo hacían política con el prestigio de sus títulos en el extranjero o cargos del gobierno, sino que con los votos ganados. Lo mismo le ocurrió al resto de los integrantes. Algunos llegaron al parlamento y a ser importantes ministros. Sin embargo, siempre con escaso respaldo al interior de la DC. Así como Orrego salió del gabinete de Lagos sin mayores reclamos de parte de su partido, la ex ministra Mariana Aylwin también ha vivido desaires. Como cuando fue coordinadora del Congreso Ideológico y su partido debía decidir el fin al lucro en la educación subvencionada, algo a lo que la ex ministra se oponía. En aquella oportunidad acusó a parte de la DC, específicamente a la destituida Yasna Provoste y a funcionarios del Ministerio de Educación, de montar una «operación política» en su contra, acarrear militantes al cónclave e indisponer a gran parte de los jóvenes que se presentaron a debatir ese día. En esa oportunidad, Aylwin dijo: «Hubo una operación, no me cabe ninguna duda (…) Los jóvenes que llegaron, apoyados por altos dirigentes del partido, nunca quisieron conversar ni escuchar, sólo pifiaron, hicieron eslogan, votaron y ganaron. Fue una especie de encerrona bastante fea, esa es la verdad».
Pero también han dado sus golpes, y bajos. En el alvearismo muchos no perdonan «la tirada de cadena» del empresario y ex jefe de campaña de la senadora Alvear, Juan José Santa Cruz, cuando entrevistado en un semanario dijo que las posibilidades de ella «hoy son mínimas».
Cuando se les pregunta por la postura de los Príncipes en cualquier materia, se apuran en aclarar que no lo son. El ex canciller Ignacio Walker lo dijo en una entrevista hace algunos años, cuando la periodista Raquel Correa le preguntó: ¿Le molesta que los llamen «los príncipes»? Y Walker respondió: “Obvio. Si príncipe heredero significa no renegar de nuestras raíces con don Patricio Aylwin, don Horacio Walker, Claudio Orrego Vicuña y otros, ¡a mucha honra me siento heredero de esa tradición! Lo que me molesta es lo de príncipes, rubios y apellidos vinosos. Estamos empeñados en un proceso de renovación y cambio. No es un movimiento elitista. No somos príncipes. Yo, de rucio no tengo nada. Una «Nueva Democracia Cristiana» no excluyente. Hay muchos de la vieja guardia con nosotros”.
Delicados de cutis
El la DC comentan que el problema que siempre han enfrentado los Príncipes es que sus debates e ideas quedan al interior de sus casas. Poco acostumbrados al manejo político, la «máquina partidaria» les produce alergia. El sábado en la Junta Nacional de su partido, por ejemplo, cuando plantearon competir en una lista, estaban «impactados» por la manera que, según ellos, se intentó quebrarlos para que desistieran de su idea. Dicen que se les ofreció cargos por separado y que fueron víctimas de «chantajes». Como pocas veces, Orrego y Undurraga sostuvieron un áspero diálogo con Belisario Velasco y Francisco Frei, quienes le enrostraron que con su actitud de no querer sumarse a la mesa de consenso, serían los causantes de «ensuciar la proclamación de Frei» como candidato presidencial. La molestia creció cuando los sentenciaron: «El gesto de generosidad es que ustedes se bajen». Pero esta vez, los «pijecitos», como les llaman, querían ir más allá. En el tira y afloja, uno de ellos recuerda que un antiguo militante lo abordó. «Me dijo que como partido estábamos en un estado de emergencia: ‘tenemos a un candidato que no despega en las encuestas y que aún ni siquiera sabemos si será finalmente el candidato de la Concertación, por qué se quieren dar el gusto ahora’. Pero yo le decía que no se trataba de un gustito y que eran ellos los que tenían a la DC en estado de emergencia».
La opinión que prima dentro del partido, cuando se consulta por ellos, es crítica. «Son una generación mal acostumbrada, regalona. Que siempre se les ha dado todo muy fácil y el peor error es que nunca han tenido sentido de comunidad política para tomar decisiones. Son individualistas, hijos de su propio tiempo, exitistas. No necesitaban de la política para vivir», es el crudo análisis que hace un personero de DC, quien dice sentir cariño por ellos.
Los Príncipes aseguran que no tienen el cutis delicado, como siempre se les enrostra. Uno de ellos lo explica: «Orrego no lo tiene y Undurraga tampoco. Lo que no significa que para ganar tengamos que entrar a las máquinas. Entendemos que hay una vía territorial del partido que hay que hacer, pero lo que estamos demostrando -en el contexto de una crisis sin precedentes hoy en día en la DC- es que lo que hicimos no es suficiente. Falta más liderazgo y trabajo de base. Pero sabemos bien que lo que tiene roto a este partido son las rencillas históricas y no estamos dispuestos a heredar eso. Representamos un nuevo trato. Miramos hacia 20 años para delante, no para atrás».