Se quedaron en la calle. Sin documentos, ropa, ni casa. Su suerte era una crónica anunciada: el inmueble de sólo cinco años ya presentaba una serie de problemas que los había obligado a reclamar a los responsables. Hoy ya no hay nada que puedan parchar. Por eso, junto a otros pobladores del sector afectados por las mismas empresas moverán cielo mar y tierra para que les respondan.
Cámaras de televisión, vecinos sacando fotos, carabineros y una banda policial con la advertencia peligro rodeando el acceso del edificio que literalmente se quebró en Maipú, era la escena que el fin de semana presentaba la calle Bailén con Tristán Valdés.
En esa esquina un grupo de familias que perdieron todo y se quedaron “sólo con un pijama puesto”, como relata la señora Julia Silva, se organizaba para enfrentar el duro camino que les espera.
Para empezar, identificaron a cada uno de los más de 100 afectados con un brazalete gris y ordenaron turnos diarios para que nadie les robe lo poco que les queda, y que temen no podrán rescatar nunca porque el daño estructural del condominio es demasiado grande. Y peligroso.
Pero la batalla más dura será contra la constructora Mujica y González Limitada (M&G) y la inmobiliaria Francisco de Aguirre, encargadas de la construcción el destruido edificio y que hasta el cierre de esta edición no habían dado señales de vida.
El sitio de M&G menciona varios proyectos inmobiliarios en construcción y otros ya terminados.Entre ellos el edificio “Don Tristán”, que se ve moderno y acogedor. Nada parecido al caos que viven sus habitantes hoy.
En el link de Contacto dice “esta opción está temporalmente fuera de servicio”.
José Miguel Jara dormía tranquilamente la noche del viernes junto a su hija de tres meses, su hijo de 12 y su esposa, Andrea Inostroza, cuando empezó el terremoto.
Al principio lo tomaron con calma y se quedaron entre el baño y el pasillo “porque pensamos que era sólo un temblor”, explica el vendedor de neumáticos. Luego se dieron cuenta que algo no andaba bien con el departamento y bajaron corriendo con una linterna. “No sabíamos si había piso o murallas. Era un caos”.
Su familia lo perdió todo. Incluido el auto nuevo que habían comprado hace unos meses y que junto a los coches de sus vecinos estaba en el estacionamiento subterráneo del edificio. “Mañana tenemos que ir a ver si el seguro responde, y qué haremos. Vamos a tener que empezar todo de nuevo”, señala Jara.
Pero no se quedará de brazos cruzados. La indignación y la impotencia que siente es enorme, ya que el condominio apenas tenía cinco años y la mayoría de sus habitantes, él incluido, estaban pagando los dividendos de los departamentos, cuyo precio promedia los 35 a 40 millones de pesos.
Precio que luego de empezar a vivir en el lugar consideraron una estafa, ya que desde el principio hubo problemas con las murallas y el suelo: fisuras, cerámicas que se caían, despegue de las alfombras, y un sinnúmero de fallas. “Un día cambiamos la alfombra por suelo flotante y al sacarla vimos una tremenda fisura. Llamamos a la constructora y nos dijeron que era normal. Esto fue hace muy poco, dentro de estos días tenían que venir a arreglarlo. A ver cómo van a arreglar esto ahora…”.
No fueron los únicos. Todos los habitantes de Bailén 2320 en mayor o menos medida tuvieron problemas con sus departamentos. Para solucionarlos, según relata el presidente del condominio, Mirko Boskovic, “ M&G tenía un sitio de reclamos en su página web. Los personajes que venían a responder por las denuncias cambiaban constantemente, y nunca solucionaban nada, eran puros parches”. Incluso hubo reclamos al Sernac.
“Lo impresentable de esto, es que como ciudadano no me puedo comprar un departamento y hacerme cargo de la prueba de resistencia del material. Debo confiar en que la entrega por parte de los privados y el Estado es óptima”, señala Boskovic.
Julia Silva agradece estar viva y no haber corrido la misma suerte que los pobladores de Concepción que quedaron bajo los escombros. “Pero fue un milagro. Podríamos haber quedado igual y aquí nadie iba a responder por nuestras vidas y por las de nuestros hijos. Yo sólo espero que rescaten pronto a esa pobre gente”.
Este lunes continuará con la reuniones que ha mantenido con el alcalde de Maipú, Alberto Undurraga, y otros profesionales municipales. La idea es ver los pasos legales y técnicos a seguir. Por el momento, la jefa del departamento jurídico del municipio presentará un recurso ante tribunales para evitar que la constructora se declare en quiebra. Porque hay un fuerte rumor de que eso es lo que piensan hacer.
El encuentro con el alcalde también incluye a otros pobladores de edificios dañados de la zona. A pocas cuadras de los “departamentos hundidos”, en Las Gandarillas 360, hay otro inmueble que también tiene serios daños estructurales. La constructora y la inmobiliaria son las mismas: M y G, y Francisco de Aguirre.
A primera vista la fachada no se ve tan mal. Pero la Torre Norte, que está detrás, y que tenía unos 20 departamentos, está completamente inhabitable porque también se hundió. Allí alcanzó a vivir un par de días Pamela Lavanderos, que se casó hace dos semanas y a la vuelta de su luna de miel enfrentó el terremoto más grande de las últimas décadas.
“Ni siquiera alcancé a abrir los regalos de la boda. Además, mi auto está debajo del edificio y es el que afirma que no se caiga toda la estructura. Nos quedamos en la calle”, cuanta la joven.
En el lugar también están haciendo turnos para cuidar las cosas, aunque en este caso la Torre Sur no sufrió daños tan profundos por lo que muchos han podido sacar sus cosas. Pero no saben hasta cuándo será eso, ya que el lugar corre peligro de derrumbe.
“Este edificio lo construyeron un año después de su gemelo allá en Bailén. Y aquí también había problemas con fisuras, azulejos que se caían, en fin. Un trabajo muy mal hecho”, cuenta el mayordomo del lugar, Eduardo Orfanuz, que se quedó sin trabajo, pero sigue ayudando a los vecinos.
Pero no es todo. En la calle Tristán Valdés, a menos de una cuadra del emblemático edificio quebrado, hay otra infraestructura que también tuvo que ser desalojada. Allí los pilares están llenos de hoyos y el peligro es inminente.
Ricardo Steck, vecino y presidente del Condominio Los Jazmines, explica que la constructora y la inmobiliaria es otra. Pero “sospechamos que son los mismos dueños. Cuando vinieron arquitectos del municipio nos dijeron que los tres edificios dañados tienen el mismo estilo de construcción: pilares delgados, el mismo tipo de fierro, los materiales similares, al igual que los precios”.
“Si son los mismos lo vamos a averiguar. Sabemos que algunas inmobiliarias operan así: empiezan a ponerse distintos nombres para después diluirse sin asumir responsabilidades. Esto es un robo. No se puede ganar plata robándole a la gente. La verdad es que esto es una muestra de lo fácil que la tienen los empresarios para hacer lo que quieran”, recalca el ingeniero.
Su mayor temor es que el asunto se disuelva y nadie se haga responsable. Pero al igual que Mirko Boskovic y todos los vecinos están dispuestos a mover cielo mar y tierra para que les respondan.
“Lo triste es que usted vio lo que pasó con Eurolatina. Estaba todo Chile encima, salió en todos lados. Y al final siguen operando igual”, concluye Boskovic.