El cronista social más comentado del último tiempo, ya prepara un nuevo libro. Por mientras, se detiene a hurgar entre algunos de sus temas preferidos, como los ministros de clase media, lo ondero de los guachacas y lo pesado que es el Presidente. Como siempre el resultado es incómodo, pero saludable.
Óscar Contardo, autor del superventas Síútico y de La Era Ochentera, junto a Macarena García, vive en un departamento donde lo único que perturba el silencio monacal son los ladridos con los que nos recibe Molly. Por el contrario, este periodista, ahora freelance después de una larga temporada en Artes y Letras, vive en un estado de inquietud permanente, tomando el pulso de la sociedad chilena, tratando de quitarle sus ropajes más atávicos, como si fuera urgente dejar al descubierto aunque sea un poco de verdad.
-En medio de la parafernalia Bicentenario, para ti ¿qué cosas han quedado al descubierto?
–Alfredo Jocelyn-Holt alertó en una columna sobre el fervor espontáneo por enarbolar la bandera como signo de sobrevivencia. Desde el terremoto en adelante, la bandera ha marcado el año bicentenario: incluso sirvió para festejar la derrota ante España en el mundial. Entiendo que mandaron a hacer una bandera tamaño familiar a Estados Unidos. Supongo que eso además de hablar de una obsesión por el tamaño, habla de las limitaciones de la industria textil nacional para fabricarla en Chile.
No creo que exista ni un ánimo especial ni una comunión de reflexiones en torno al bicentenario. La gente está tan enfocada en el cierre de los supermercados durante tres días que a lo más dispondrá de un par de aceitunas extras en la empanada para conmemorar: una aceituna por siglo. Para mí la imagen más feroz son las ruinas en el Valle Central después del terremoto y el saqueo televisado en Concepción, porque no era el lumpen que todos pensaban, fue un saqueo en 4×4 que planeaste Llenabas tu camioneta y te ibas para la casa.
-Para el Centenario se inauguraron un montón de edificios importantes como la Biblioteca Nacional, la Estación Mapocho y el Palacio de Tribunales. ¿Crees que faltó algo de una magnitud similar?
–Ahora se inauguró el Centro Cultural Gabriela Mistral, pero con una inauguración bien deslucida con harta pifia, y que la cantante se haya equivocado en el Himno Nacional…esas cosas no pueden pasar. Ha sido una celebración fallida desde antes. Todo lo que se anunció en la Comisión Bicentenario creada por Lagos pareció desinflarse inexorablemente. La Trienal, que estaba en el programa de gobierno de Bachelet, pasó con más pena que gloria y del proyecto en Cerrillos nunca más se habló. Lavín mientras fue alcalde hizo un concurso para una Torre Bicentenario.
-¿Cómo ves los ritos que practicamos siempre con motivo del 18?
-La celebración del 18 es comparable con los carnavales de otras latitudes. Pero en este caso es una fiesta laica, con mucha imaginería institucional: huasos, chinas, rotos. Yo creo que el elemento parrilla es el gran nudo del 18. Todo se ordena en torno al carbón ardiendo, la cocina de las brasas, sin mayor menester que sacar presas antes de que se carbonicen. Un asunto que si lo piensas es bastante primitivo.
-En esta época como que florece un tipo de persona que se esfuerza por ser “auténticamente chileno”, algo así como los guachacas, pero no los de verdad, que no están concientes de que lo son, no sé si me explico….
–Si, es la exaltación de una chilenidad impostada en lo precario. Que incluso es rentable, porque la puedes transformar en marca y hay un segmento de gente, el treintón o cuarentón que no quiere dejar de tener algo de onda, quiere rescatar unos últimos resquicios que le pueden quedar debajo del pantalón caqui y la camisa azul. A ese tipo le encanta eso. Y entre ellos hay mucho concertacionista, el guatón concertacionista mata por eso porque cree que le da credenciales de calle, que por supuesto siempre tuvo, porque el guatón siempre estuvo en la calle, pero quiere parecer que también tiene una cosa cosmopolita.
[cita]»Entre los guachacas hay mucho concertacionista, el guatón concertacionista mata por eso porque cree que le da credenciales de calle, que por supuesto siempre tuvo, porque el guatón siempre estuvo en la calle, pero quiere parecer que también tiene una cosa cosmopolita».[/cita]
-Al parecer hay muchos con “pantalón caqui y camisa azul” porque esa estética guachaca está patentada y en todas partes, en la tele y hasta La Piojera tiene un espacio en la fonda que organizan Vitacura y Las Condes.
-Bueno, cuando algo ya llega a la tele significa que todo está mal, que la cosa se chacreó, que se generalizó, que ahí no hay ninguna onda, sino todo lo contrario, como pasó con los pokemones. Y cuando llegas con La Piojera a Las Condes, significa que el lugar tradicional se mercantilizó y es ante todo un hito turístico. El boliche folclórico adornado con un airecito ondero, viene en bajada hace mucho tiempo.
-¿Estás en condiciones de decretar la decadencia de lo guachaca?
-No, para eso siempre va a haber público, el pipeño siempre va a tener su público. Es como cuando se puso de moda la salsa, que la trajeron como los exiliados y todo el mundo quería bailar y sabía diferenciar entre la salsa y el merengue. Es como lo que pasó con eso, se pone casposo pero siempre va a tener su público. Claro que después no te vas a poder jactar con tanto desparpajo que te gusta el pipeño porque no va a significar nada.
–¿Qué te parece la protesta por Punta Choros?, que se organizó tan rápido y logró lo que pretendía.
-A mí me sorprendió mucho. Primero porque no sabía que existía ese lugar. Segundo por la planificación y el entusiasmo que le puso esta gente para salvar a los pingüinos. No tengo nada contra los pingüinos, ni contra la naturaleza en general. Pero me pareció que desde antes lo de la Central Barracones no iba a suceder, porque Piñera lo había dicho y su mismo partido estaba recordándoselo. Ahora, todo este movimiento verde chic, la protesta trendy que prendió rápidamente y el hecho de que se haya organizado a través de una red social, la hacía más trendy todavía, era sospechoso. Al otro día hubo una marcha de la CUT y a nadie le importó. A cierta gente le importan más los pingüinos y esta playa que los pescadores, si es que hay, te insisto que no conozco. Pero de los pescadores nunca nadie habló.
-Te lo pregunto porque resulta inevitable comparar la reacción de esa misma gente hacia la huelga mapuche.
-Claro, los mapuche estaban hace meses en huelga de hambre y nadie decía nada, o daba lo mismo. El chileno medio, de a pie, no es particularmente receptivo a este tipo de noticias y particularmente le importa un rábano lo que ocurra con los mapuche. En Chile el racismo funciona transversalmente y después de un largo primer momento de silencio en los medios, aparece la huelga porque lo que importa es qué va a pasar con la “imagen país”, cómo vamos a quedar afuera. Lo que a la gente le espanta, es que vamos a quedar como un país donde hay “indígenas” y eso no es bueno, porque van a pensar que andamos con plumas. Punta de Choros en cambio es como una protesta de Primer Mundo es como decir “no tenemos problemas con los indios, sino con el medio ambiente”.
-Pero las redes sociales igual han servido para articular solidaridad, es una nueva forma ¿qué te parece?
–La solidaridad en 140 caracteres es la cosa más hipócrita que he visto en mucho tiempo y es detestable. No puedes transformar por ejemplo las cadenas de oración en una campaña, machacar, machacar y publicitarla y sentirte mejor porque estás en el medio es algo. Es la cadena de oración como política pública, como decretar “vamos a rezar por ellos” y hashtag recemos. O los embajadores de Twitter que después del terremoto estaban en el hotel W. Los estaban atendiendo estupendamente y su rol era twittear desde ahí “falta agua aquí, un camión allá” y obviamente en tanto “embajadores de Twitter” no podías criticar el gesto, que me parece altamente criticable. Por donde lo mires está lleno de forados, con eso no van a salvar el mundo.
-De todas formas Twitter o las redes sociales han sido el espacio para que surjan nuevos referentes, nuevos líderes si prefieres ¿cómo ves eso?
–En Chile hace muchos años hay una obsesión por el liderazgo y las redes sociales ayudaron a re instalar esa obsesión por el tema. No sé como será la discusión en otros lugares pero lo que yo entiendo es que funciona como grupo autorreferente que habla de si mismo. De diez, tres personas hablan y el resto está contemplando y cuando hablan es para lanzar alguna lisonja. Creo que conversar no consiste en lanzarse lisonjas mutuamente. Lo bueno de Twitter es que se puede pelear, es lo que más me gusta y que no es una democracia: si no te gusta puedes bloquear. Por otro lado, hablar de red social tiene algo de ondita porque la tecnología se transformó en un símbolo de status, en un grupo importante. Entonces hablar de tecnología y de sus efectos te da un halo de elegido, de conocedor que no te lo da nada más, ni siquiera la cata de vino. Si tu ejercicio es hacer de tu actividad inútil un tema, transformarte en el Nicholas Negroponte a nivel local, me parece interesante etnográficamente, es interesante de ver.
-En Siútico hablas de clasismo, y de la crueldad de la “aristocracia” chilena con los nuevos ricos. Se dice que algunas familias antiguas encuentran que Piñera es nuevo rico y que hasta lo rotean.
-Bueno, ese cuento de que Piñera es de clase media, no se lo traga nadie por ningún lado, por la madre sobre todo. Nadie puede rotear a Piñera por el origen, es un tipo con una madre muy pituca y un padre quizás no tanto, pero igual. Ahora si el tipo te cae mal, Piñera cae mal solito, no tiene que pertenecer a ningún linaje para eso. Lo que a mi me sorprendía es que se presentara como de clase media. Eso no resiste análisis. El decía que su padre era funcionario público y ¡era diplomático! Eso no es lo mismo que su padre fuera el señor que atiende la caja del Registro Civil. Ese tipo de disfraces de la realidad no tiene ningún sentido.
-Parece que hay una necesidad por parecer de “clase media” en los perfiles de Laurence Golborne por ejemplo se destaca harto que supuestamente es de clase media ¿Por qué?
–Más que el personaje mismo, es el discurso que se articula sobre él. “El padre tenía una ferretería y eran de Maipú”. Como si fueran de Isla Mocha, o un marciano. Como si todo el mundo viviera en Los Trapenses. No tiene nada de extraordinario, es como lo normal. Me sorprendo si me dicen que el abuelo de la Princesa Letizia era taxista y ella ahora es de la nobleza, ahí si. Pero que un ministro tenga un padre ferretero, no me sorprende nada, a pesar de todo, estamos en una República.
-¿Qué te parece esa especie de síntoma que ha generado el nuevo gobierno? Me refiero a opiniones que han generado polémica como las de Ximena Ossandón de la Junji y últimamente las de nuestra columnista Teresa Marinovic.
-Lo de Ximena Ossandón me pareció una falta de respeto enorme En un país como Chile cuando se habla de mujeres, se habla de familias, como si las familias fueran sólo útero. Y cuando se habla de familia, entran los valores y cuando entran los valores, está la virgencita Junji al lado. Lo que yo he escuchado y leído respecto de las funcionarias que se encargan de esos temas, es que me parece que no tienen mucha cultura, que no han leído ningún libro de Ciencias Sociales de ningún tipo, jamás. Ossandón creo que tiene un magíster o un MBA, que debe administrar muy bien. Pero cuando le preguntan por el género, ella no entiende muy bien a qué apuntan las preguntas. Supongo que será un insulto que le hablen de feminismo. Es gente que viene con unas referencias que están muy lejanas a la administración anterior y muy lejanas a cualquier mundo progresista, cualquiera. Aquí y en Burundi, como dijo Vidal. Son una tribu endogámica muy particular. Tener seis hijos o nueve, es raro y hasta biológicamente improbable.
-Michelle Bachelet acaba de ser nombrada en un cargo en la ONU ¿Qué crees que va a pasar con ella?
–Creo que lo va a hacer bien y se va a armar una red de contactos excelente y que la gente la va a seguir queriendo acá. Quedará por sobre la política interna en una situación parecida al Capitán Planeta ¿Qué pasó con el Capitán Planeta? parece que esos cargos de la ONU como que te elevan, te elevan tanto que te quedas orbitando, mirando desde arriba. Va a tener alegre a muchos porque dejará de eclipsar, de ser la piedra de tope.