Con la premisa de que no existe en el mundo una universidad de prestigio con fines de lucro, Pablo Baraona creó junto a Sergio de Castro y Álvaro Bardón una universidad que cumplió con la ley. Tan convencido como cuando liberó los precios, sostiene que una universidad no puede ser heredada. Ni vendida. “La primera vez que supe, pensé estamos mal, muy mal”. Capítulo aparte fue la guerra sin cuartel con los Legionarios de Cristo.
A pesar de ser uno de los que implantó el modelo de libre mercado, Pablo Baraona, ex ministro de Economía, de Minería, ex presidente del Banco Central, salido de las aulas de la Universidad de Chicago, fundó una universidad sin fines de lucro. La Finis Terrae es una de las cuatro que no utiliza la fórmula de la sociedad inmobiliaria que le arrienda los inmuebles a la universidad y que permite a los dueños retirar ganancias.
Sus campus y edificios, al igual que los de la Diego Portales, la de Los Andes y la Alberto Hurtado, son de la universidad y se van pagando con las matrículas o con aportes de benefactores como en el caso de las confesionales.
En el grupo de fundadores estaban otros rostros del “modelo”: el ex ministro de Hacienda, Sergio de Castro; el ex subsecretario de Economía, ex presidente del Banco Central y del Estado, Álvaro Bardón. Los abogados Juan Carlos Dörr y Roberto Guerrero, y el ex presidente de la CPC, José Antonio Guzmán.
-¿Por qué un grupo tan pro mercado crea una universidad sin fines de lucro?
-La ley era bastante estricta. Debía ser así. Todas las grandes universidades del mundo, sean inglesas, alemanas o españolas, no tienen lucro.
-¿Las universidades con fines de lucro no pueden compararse con las que sí lo tienen?
-No, pues.
-¿En qué se diferencian?
-En que tienen larga vida. Los que eligen a los rectores en una universidad de verdad son los sabios, llámelos académicos, profesores distinguidos. No el capital. No es: tú tienes el 10%, yo el 4%, Y, además, ¿qué pasa cuando los dueños mueren?
-Ocurrió en la Universidad San Sebastián, en que dos de sus dueños murieron en un accidente de avión. Heredaron las familias.
-La universidad no puede ser heredada como una fábrica o una micro. Eso no. ¿Quién vota? ¿Quién elige a las autoridades?
-La sucesión o sus representantes.
-Yo hallo incompatible que el que mande de verdad sea el dueño del capital. ¿Dónde existe una universidad antigua en que a alguien se le paguen dividendos?
-Hay universidades que se vendieron como la Andrés Bello y Las Américas Y en altas sumas: entre 70 y 100 millones de dólares.
-La primera vez que se vendió una universidad privada en Chile, la Andrés Bello, yo paré la oreja. Dije no, aquí hay algo malo. No se me ocurre vender una universidad.
-¿Por qué no?
-No me cuaja. No cabe en la cabeza, ni le cabe en la cabeza a nadie en su sano juicio. Es decir, una universidad vendida…no. Cuando supe eso pensé estamos mal, muy mal.
El ministro que dejó que los precios los regulara el mercado cuenta que indirectamente tuvo que ver con la creación de las universidades privadas. “Yo conversé con Pinochet, yo estaba en el ministerio de Economía, y le dije tiene que haber una opción de universidades privadas y mientras más haya, mejor para la estabilidad de este país y para los líos callejeros”.
Pensaba en los paros. “Le planteé: basta que tres dirigentes que, normalmente, son de izquierda o de izquierda franca, de la Universidad de Concepción, de la Técnica del Estado, de la Chile y de la Católica también se pongan de acuerdo y el sistema universitario se paraliza”.
[cita]Yo hallo incompatible que el que mande de verdad sea el dueño del capital. ¿Dónde existe una universidad antigua en que a alguien se le paguen dividendos?[/cita]
-¿Pensó que la propuesta terminaría convertida en un negocio como cualquier otro?
-Yo no le tengo asco a los negocios ni mucho menos, pero tenía la idea de que había espacio para gente que no le interesaba ganar plata, que pensaba que la universidad tenía que financiarse para pagar profesores. Y había mucho espacio para nuevos alumnos. Cuanta gente dejó de tener ese San Benito de no haber ido a la universidad.
-¿Es incompatible el lucro y la calidad?
-Esta es una carrera de largo tiempo. Hay que pensar qué va a pasar con ellas en 50 años más. Difícilmente la universidad es comparable a otra institución humana. Casi todas las instituciones humanas son cuestiones de plata.
-El rector de la Finis Terrae, Nicolás Cubillos, cuestionó que Joaquín Lavín como ministro de Educación hubiese sido socio de la Universidad del Desarrollo y participara en la discusión de una reforma.
-Claro, yo creo que ambas cosas se chocan.
-¿Qué hacer con el lucro: se impide, se regula, se acepta y queda escrito en la ley?
-Me parece que es muy difícil regular eso. Son demasiadas las maneras para esconderlo.
La Finis Terrae empezó a funcionar en 1988, pese a haberse inscrito con el origen de la ley. Partió en una casa en Sazié con Vergara con dos carreras: Derecho e Ingeniería Comercial. Fue creciendo lento, tanto que Baraona y compañía decidieron incorporar a los Legionarios de Cristo porque la competencia aumentaba.
-¿Los invitaron para que pusieran capital?
-Los invitamos para que tomaran el control en un periodo, creo que eran 10 años, pero la verdad es que fueron un estorbo mientras no pusieron plata.
-¿Se demoraron en hacer el aporte?
-Les costó mucho. Yo creí que iban a portarse mejor, pongámoslo así. El acuerdo era que los Legionarios pusieran 5 millones de dólares para poder crecer y que fueran tomando de a poco el control. Al cabo de una década, se quedarían con la universidad y los fundadores se irían.
Ofrecieron como parte de los recursos un cerro de La Dehesa. Los fundadores se opusieron. “Iba a cambiar el perfil. ¿Quién va a ir del centro de Santiago a La Dehesa?”, dice el ex rector desde su creación hasta 2007, socio de una acreditadora que certifica la calidad de distintas carreras técnicas y profesionales. La discusión fue una pérdida de tiempo. El sitio fue declarado área verde.
-En el nuevo consejo los Legionarios nombraron a Guillermo Luksic, Eliodoro Matte, Agustín Edwards, Juan Obach. ¿Cómo fue enfrentarse a empresarios de ese peso y a los que ustedes conocían?
-Ingenuamente pensamos que iba a haber una comunión de ideas, pero no fue así. Hubo mucho choque hasta que, simplemente, a sugerencia de Bardón, que era muy clever, dijimos para qué seguimos en esto. O la toman los Legionarios o se hunde. Entonces, nos fuimos.
-¿Con la universidad no hicieron ninguna ganancia?
-Cero. Cuando se fundó fijamos una indemnización por años de servicio que estaba establecida. No me acuerdo si eran uno o dos meses por año.