El abogado llegó el 19 de julio a hacerse cargo de la cartera. Se enfrentó a las marchas y al “estilo Piñera” que en más de una ocasión le generó urticaria. El día que perdió Camila Vallejo, se convenció de que había que renovar los rostros en litigio por la educación. Tres meses antes de irse formalmente, en su cabeza ya había comenzado la retirada. Entonces, sugirió el nombre de su sucesor, Harald Beyer, y lo puso sobre la mesa.
–Si yo me voy para la casa, la más feliz será mi esposa –repitió más de una vez, entre risas, Felipe Bulnes ante los dirigentes estudiantiles. Eran los días más duros del conflicto. En la calle hervían los carteles, las marchas, las lacrimógenas. Y aunque era la máxima broma que los estudiantes escucharían de su boca seria, de su boca criada en el Colegio Tabancura, la Universidad Católica y Harvard, algo había de verdad.
Sus cercanos cuentan que a Mónica Pellegrini, su mujer desde 1998, nunca le gustó la idea de que liderara la cartera de Educación.
No había que tener un sexto sentido muy aguzado para saber que con Joaquín Lavín la cosa ya se había tornado negra y que –tal como lo demostrarían encuestas posteriores– los chilenos podían reprobar las tomas, pero nunca dejarían de apoyar el corazón de las demandas.
Él sabía que sería duro. Muchos miraron al cielo y preguntaron: “¿Por qué?”. Por qué el 19 de julio llegó a hacerse cargo de una cartera que le valdría hasta empujones. Por qué si estaba feliz en el Ministerio de Justicia y tenía una decena de proyectos en carpeta, como la ley que modifica la labor del Conservador de Bienes Raíces, las cárceles, la modernización de la Corporación de Asistencia Judicial, entre otros. Hasta su hermana, la periodista Angélica Bulnes, gritó en Twitter, el día anterior a ese martes, cuando lo nombraron: “¡Devuélvanme a mi hermano!”.
Pero todo. Todo. Recién comenzaba.
El 3 de septiembre –después de una reunión de casi cuatro horas en La Moneda–, en medio del dolor nacional que generó la tragedia en Juan Fernández, ya se había fraguado en la cabeza del ministro Bulnes las ganas de dejar el cargo.
El propio Sebastián Piñera había lanzado la granada que comenzó a convencerlo al respecto.
Cercanos cuentan que Bulnes, 42 años, serio, ordenado, nieto de Francisco Bulnes Sanfuentes –fundador de Renovación Nacional y ex senador del Partido Nacional–, no soportó las declaraciones que el presidente Sebastián Piñera había hecho una semana antes del encuentro y que no tenía ni una relación con la línea que quería impulsar el ministro.
Piñera invitaba a los estudiantes a dialogar a La Moneda y Bulnes tenía una sola convicción, totalmente contraria a Piñera: que había que sacar la pelota del Ejecutivo y llevar el tema al Parlamento. Tras las declaraciones del Mandatario, era la primera vez que el ministro Bulnes se planteaba la idea de abandonar Educación.
[cita]Cuesta encontrar a alguien que hable mal de Felipe Bulnes. Despierta una simpatía transversal. «Aunque cueste creerlo, le gusta ver televisión abierta. Conoce a toda la farándula. Una vez le preguntaron si conocía a Karol Dance y sabía perfecto de quien le hablaban», cuenta un cercano.[/cita]
En esa oportunidad, para calmar los ánimos, también intervino el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, íntimo amigo de Felipe Bulnes, con quien solía almorzar en La Moneda, cuando no mandaba a pedir ensaladas a su oficina.
Según algunos actores presentes en la reunión que ocurriría en Palacio el 3 de septiembre, después del negro episodio con Piñera, el ambiente fue más bien tenso por lo que había sucedido en Juan Fernández y no tanto por la discusión entre el Mandatario y Bulnes. El país entero estaba en vigilia. Y aunque la preocupación estaba en la isla, los estudiantes también pudieron apreciar una de las características más marcadas del Mandatario.
“De pronto, estábamos casi finalizando la reunión, nos paramos y el Presidente dijo que el ministro Bulnes se iba a encargar de hacer un cronograma para el Lunes y él puso una cara como de sorpresa; es como si al Presidente se le hubiera ocurrido ese sábado que el cronograma debía estar listo el lunes”, cuenta un dirigente estudiantil.
“Piñera tiene un trato como de gerente, despectivo, que molesta”, señalan incluso quienes han compartido el ámbito de los negocios con él.
Sin embargo, cordial, políticamente correcto, Bulnes señaló al terminar la cita: “No quiero entrar en detalles respecto al desarrollo del diálogo, lo que sí, reiterar que venimos con la mejor disposición, la mejor voluntad, el sincero ánimo de tratar de encontrarnos en los múltiples puntos de coincidencia que tenemos y, por lo tanto, siempre pensando en lo mejor, que hoy día empezamos a encontrar los caminos de solución”.
Pero para Bulnes ya había comenzado la cuenta regresiva, que incluso –en Octubre– estuvo marcada por los empujones que recibió en el ex Congreso cuando agitadores se tomaron el recinto. Entonces, emplazó públicamente a Guido Girardi, presidente del Senado, y le dijo que “no estaba a la altura del cargo que desempeña”. Incluso, cercanos cuentan que lo llamó por teléfono para manifestarle su enojo.
Había un gusto amargo que se diluía sin freno en su garganta.
Para entonces, ya no era sólo Mónica Pellegrini la que se pondría feliz de que dejara su cargo a la cabeza del Mineduc.
Bulnes ya tenía más que un pie fuera.
Cuesta encontrar a alguien que hable mal de Felipe Bulnes. Despierta una simpatía transversal. “Aunque cueste creerlo, le gusta ver televisión abierta. Conoce a toda la farándula. Una vez le preguntaron si conocía a Karol Dance y sabía perfecto de quien le hablaban”, cuenta un cercano.
Con los estudiantes también había menos hielo que con Lavín. Incluso los dirigentes estudiantiles nunca dudaron que fue la mejor cara que –pudo– mostrar el gobierno tras la salida del supernumerario del Ministerio. El actual titular de Mideplan generaba desconfianzas por el sólo hecho de ser quien es: uno de los fundadores de la Universidad del Desarrollo.
“Lo bueno de Bulnes es que siempre fue un tipo transparente. Podía decirnos que no, pero lo decía a la cara. De hecho, él siempre generó más confianza en nosotros de la que podía generar Piñera”, cuenta un estudiante que participó de las negociaciones.
Sin embargo, todos concuerdan en que el destino le jugó en contra. “El Gran Acuerdo Nacional por la Educación (GANE) ya había sido presentado y él tenía que defenderlo. Esa era su función”, señala un dirigente universitario y entrega más datos: “Bulnes estaba ahí como un frontón para defender esa propuesta. Lavín tuvo una agenda con mayor libertad para hacer y deshacer. Además, Bulnes tenía sentado al lado al subsecretario de Educación, Fernando Rojas (UDI), que había llegado con Lavín”.
El mismo dirigente desclasifica una de las confesiones del ministro Bulnes respecto al Crédito con Aval del Estado: “Personalmente no era partidario de que los bancos siguieran en el tema. Una vez dijo que si eso era perjudicial, él estaba dispuesto a evaluarlo”.
Cuando asumió la cartera, el ministro Bulnes no se puso un tiempo determinado para salir del cargo. Fue con el transcurso de las semanas que se dio cuenta que ya no tenía nada que hacer ahí.
A la molestia con el estilo del Presidente, se sumó otro dato: a comienzos de diciembre perdió la reelección a la presidencia de la FECh Camila Vallejo. “Él también entendió que venía un nuevo tiempo en el conflicto que debía ser más técnico”. Cuando vio que ya no iban a estar los mismos rostros emblemáticos del otro lado: Vallejo, Jackson y Ballesteros, en más de una ocasión dijo que ya no tenía qué hacer ahí. Que era tiempo de enfrentar el tema con otras armas.
Antes de cerrar la puerta del edificio de Valentín Letelier y antes de que se cumpliera el 29 de diciembre, fecha en que se oficializó la renuncia que había macerado desde septiembre –y que el presidente Piñera intentó detener–, Felipe Bulnes hizo su última sugerencia al Mandatario: uno de sus principales candidatos para sucederlo era Harald Beyer.
Según Bulnes, el investigador del Centro de Estudios Públicos (CEP) sería la carta perfecta para pasar de lo político a los temas de fondo.
De ahí en adelante la historia tiene el siguiente cronograma. Uno: el error político de Beyer al no reaccionar adecuadamente al cambio del término dictadura en los textos escolares. Dos: la posibilidad de que Bulnes ocupe el cargo de embajador de Chile en Estados Unidos y Tres: una esposa contenta.