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Luis Hermosilla, el señor de los pasillos Quién es el abogado del cura John O’Reilly

Luis Hermosilla, el señor de los pasillos

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A los 14 años se inscribió en el PC y en la universidad sus mejores amigos fueron Andrés Chadwick y Juan Antonio Coloma. Comían juntos con el profesor Jaime Guzmán, a cuya familia defendió a petición del actual vocero de Gobierno y también socio de estudio jurídico. Luego fue el abogado de Claudio Spiniak y del ejecutivo Jorge Tocornal, condenado este último por abusar de sus dos hijos. Algunos juristas consultados opinan que quizás no era el más indicado para defender a O’Reilly, pues “su nombre está teñido con el escándalo”.


Es uno de los penalistas más conocidos por la opinión pública. Al que no le complica, a diferencia de otros pares de su estatura, aparecer en televisión explicando al día siguiente de la denuncia por qué su cliente, el sacerdote John O’Reilly, rostro emblemático de los Legionarios de Cristo, es inocente del cargo de abuso sexual que, según una ex apoderada del Colegio Cumbres, cometió en contra de su hija de entonces seis años. “Puede que en el caso de un cura tan ligado a la elite se necesite un abogado que rápidamente salga a defenderlo, pensando en tranquilizar a los círculos que lo apoyan”, sostiene un abogado litigante sobre la estrategia comunicacional de Hermosilla.

Para otro es contraproducente usar los medios en causas penales, “porque se abren flancos muy grandes, puede ser provocador; el penalista debe submarinearse, pero Lucho es muy mediático”. Más allá de la forma y yendo al fondo, la opinión mayoritaria de los juristas consultados por este medio es que la elección de Hermosilla fue poco acertada. “Su imagen está asociada a Claudio Spiniak sobre quien, desde un comienzo, pesaban muchas pruebas en su contra y fue declarado culpable. Hermosilla está teñido por el escándalo”.

Su contratación la explica un amigo de O’Reilly: “Fue una decisión colectiva de un grupo de sus cercanos que hace un análisis. ¿Cuáles son los penalistas más importantes? ¿Cuáles tienen experiencia en este tipo de casos? No hay que ser muy habiloso para escoger a Lucho Hermosilla”.

Quienes lo conocen destacan como fortalezas personales su capacidad de escuchar, contener y generar confianza con sus clientes. Profesionalmente lo describen como criterioso y muy buen asesor. Lo fue en el caso Chispas, en el que junto con representar a Marcos Zylberberg cuando fue sometido a proceso por “transacción ficticia” —fallo revocado en segunda instancia— hizo de consejero y prestó oídos a un afligido José Yuraszeck, cuya defensa estuvo a cargo de Hugo Rivera.

Por su perfil mediático pueden llegar a su oficina clientes ajenos al mundo del poder como Bam Bam Zamorano que no recurrirían a Jorge Bofill, Carlos Balbontín, Hugo Rivera o a los estudios de Luis Ortiz Quiroga —a cargo de la defensa de Fernando Karadima— o de Alfredo Etcheberry, otros connotados penalistas, porque difícilmente los ubican.

Hermosilla, en representación del ex Pichichi y haciendo declaraciones a la prensa, interpuso una querella por injurias en contra del periodista Italo Passalacqua por unos dichos acerca de Kenita Larraín y unos videos que habría visto del futbolista en España antes de suspender su matrimonio.

En materia de honorarios puede estar entre los más caros. “Por un caso como el del cura O’Reilly puede cobrar, por lo menos, $100 millones además de un premio por resultados”, calcula un litigante. También puede hacerlo gratis como dicen que ocurrió con la defensa de Jaime Guzmán que asumió en 1996. Lo conocía desde la universidad y se lo pidió un amigo entrañable de aquella época, socio de bufete (que no tiene página web) y hoy vocero de Gobierno: Andrés Chadwick.

Actualmente es miembro del Instituto de Derechos Humanos desde enero de 2010. Entró en uno de los dos cupos que le corresponde aprobar al Senado y que fueron consensuados durante el mandato de Michelle Bachelet. El nombre de Hermosilla fue respaldado por la entonces oposición —hoy gobierno— y el de la abogada Pamela Pereira (quien más tarde renunció) por el oficialismo. Ambos contaron con la aprobación unánime.

De comunista a lavinista

A los 14 años, siendo alumno del Instituto Nacional, se inscribió en el Partido Comunista, según publicó en su oportunidad la revista Capital. Entró a estudiar Derecho en la Universidad Católica en 1974 y formó parte de un cuarteto inseparable con sus compañeros de curso Juan Antonio Coloma, Andrés Chadwick y José Miguel Olivares, quienes serían líderes del gremialismo, presidentes de la FEUC y militantes de la UDI.

[cita]Sólo mantuvo una amistad permanente con Paulsen, el panelista del influyente Tolerancia Cero, por quien se bautizó católico para poder ser padrino de uno de sus hijos. Otro hombre de la prensa cercano a Hermosilla es el director de La Tercera, Cristián Bofill, también panelista del programa de CHV. Y Gloria Stanley, cuyo yerno, el periodista Andrés Velasco, asesora comunicacionalmente a los Legionarios en el caso del sacerdote O’Reilly, según Qué Pasa. Los medios siempre han sido parte de su agenda.[/cita]

“Nos sentábamos juntos en todas las clases, estudiábamos juntos, nos repartíamos los apuntes, nos veíamos los fines de semana. Además de ser insoportablemente amigos, tuvimos la gran suerte de hacernos amigos personales de Jaime Guzmán”, recuerda Olivares, cuyo socio Manuel José Vial era, en ese entonces, presidente de la FEUC y escogió al recién llegado Hermosilla como vocal de actividades.

“Lucho era de convicción marxista, no sé si comunista. No tuvo amigos de izquierda en la universidad. Si los tenía afuera, no sé a qué hora los vería. Nunca un alumno o un profesor hostigó a Lucho, porque nos habría contado y habríamos solidarizado”, relata Olivares.

A Guzmán lo conocieron en el segundo semestre del primer año y ejerció una influencia gravitante en el giro político de dos de ellos: Olivares, que era simpatizante DC, y Chadwick, ex Mapu. “Jaime nos invitaba a los cuatro a comer a su departamento una vez al mes o cada 15 días. Y se esmeraba por no repetir los platos. Ahí se discutía de todo: de formación personal, de política. Lucho tenía un grado de rigor doctrinario y de seriedad como pocos, nunca nos peleamos”.

A partir de 1977 Hermosilla se distancia. Sus amigos han tomado posiciones cada vez más ajenas a las suyas; Coloma y Chadwick son dos de los 77 jóvenes que suben con antorchas hasta la cima de Chacarillas a jurar lealtad al régimen de Pinochet. “A Lucho lo perdimos por esto y por la polola. Estaba dedicado a otras actividades, presumo que adversas a las nuestras”.

Héctor Salazar, ex abogado de la Vicaría de la Solidaridad, quien tomó después de Hermosilla la defensa del sociólogo José Manuel Parada, degollado por la dictadura en 1985, es sumamente crítico de su ex compañero de ruta por haber apoyado públicamente a Joaquín Lavín en su primera campaña presidencial. “El personaje deja de ser creíble, para nuestro mundo fue una desilusión. Tú tienes derecho a cambiar, lo que llama la atención es que sea de blanco a negro. Recuerdo que le mandamos una carta pidiéndole explicaciones, la firmamos cuatro o cinco abogados de la Vicaría. Se enojó mucho y conmigo la distancia se alargó tanto que no me saluda. Lo atribuyo a que él tiene conciencia de que yo tengo la convicción del tipo de personaje que es”, sostiene el profesional.

La defensa de Guzmán forjó un lazo indestructible con la UDI. “Lucho quedó con una profunda red de contactos en el partido. Cuando una persona que no es de tu mundo, salvo la amistad en la universidad, se la juega con la que ha sido la pérdida más terrible, no puede haber nadie que no tenga el más profundo agradecimiento. Si Lucho llama a Jovino (Novoa), a Hernán Larraín, a Pablo Longueira (ministro de Economía) o a cualquiera por supuesto que le toman el teléfono”. Olivares y Salazar coinciden en la rigurosidad de su trabajo en los casos de Parada y Guzmán —de gran complejidad— y en su compromiso emocional.

La defensa de su amigo de la Vicaría lo puso por primera vez en los medios, lo que repetiría en el tiempo. Asumió causas que provocaron gran conmoción pública: el asesinato del pequeño Víctor Zamorano Jones en la que colaboró con su padre Nurieldín Hermosilla; la responsabilidad jerárquica del ex gerente de ventas de Codelco, Owen Guerrini, en las operaciones de futuros de cobre del operador Juan Pablo Dávila, y la querella en contra de Jorge Tocornal por haber abusado de sus dos hijos y en la que éste fue condenado a 13 años de cárcel. Esta última fue su segunda representación en una causa sobre hechos de connotación sexual después de Spiniak.

El decano y los ministros de la Corte

En 1999, a la par que Hermosilla se sumaba a la campaña lavinista y declaraba “votar por Lavín no es votar por Pinochet” la Universidad Andrés Bello buscaba su acreditación. Pensando en nombres que allegaran prestigio y, a la vez, pudieran atraer académicos influyentes los entonces socios de esa casa de estudios, Luis Cordero y Miguel Ángel Poduje, fallecido ex ministro de Vivienda de Pinochet, invitan a Hermosilla a ser decano de la Escuela de Derecho.

Cuando él tuvo que designar al vicedecano escuchó las recomendaciones de dos cercanos: Rodrigo Hinzpeter, su socio en la oficina de abogados que armó junto a Andrés Jana y Arturo Vergara; y Andrés Chadwick, su ex compañero y con el que formaría el estudio Hermosilla, Chadwick, Morales que perdura hasta hoy. Ambos le propusieron a Patricio Zapata, un abogado joven, DC, que había trabajado en la Secretaría General de la Presidencia y que, por cierto, ampliaba el arcoiris político de la Facultad.

Durante su gestión, que se extendió hasta 2003, subieron los puntajes promedio de ingreso a Derecho, el número de alumnos y la jerarquía de sus académicos. El nuevo decano reclutó a dos ministros de la Suprema y a uno de la Corte de Apelaciones para hacer clases: Milton Juica, Domingo Kokisch y Alfredo Pfeiffer, quienes representaban distintas posturas dentro del Poder Judicial. Uno progresista y pro derechos humanos; otro de derecha, pero respetado por sus fallos, y el tercero (Pfeiffer), partidario de la Ley de Amnistía, cuestionado por los abogados de derechos humanos, y que integrará, gracias a un cambio de criterio en los tribunales, la quina de ministros para la Corte Suprema hasta 2019.

En la época fue muy criticado que, siendo un penalista activo, contratara a altos representantes de la justicia. Igualmente, que los ministros aceptaran. La Andrés Bello se acreditó en el 2000, por lo que no era comparable a impartir una cátedra en la Católica, la Chile o la Diego Portales, lo que habla de su buena llegada en el Poder Judicial.

Hermosilla ha integrado grupos de amistades diversos. El más famoso fue el llamado de los “Súper 8” por el número de miembros. Se juntaban una vez al mes o cada dos a conversar de política. Todos tenían un perfil público: Fernando Paulsen, subdirector de la revista Análisis; Fernando Villagrán, director de la también opositora Apsi, y los abogados Isidro Solís (quien fue, hasta hace poco, socio de su hermano Juan Pablo Hermosilla), Eduardo Loyola y Gustavo Villalobos, entonces jefe jurídico de la Vicaría. El grupo nació por una invitación a celebrar de este último cuando salió de la cárcel, a fines de 1986, tras ser acusado de ayudar legalmente a un frentista herido que había asesinado a un carabinero.

Con el tiempo, solamente mantuvo una amistad con Paulsen, el panelista del influyente Tolerancia Cero, por quien se bautizó católico para poder ser padrino de uno de sus hijos. Otro hombre de la prensa cercano a Hermosilla es el director de La Tercera, Cristián Bofill, también panelista del programa de CHV. Y Gloria Stanley, cuyo yerno, el periodista Andrés Velasco, asesora comunicacionalmente a los Legionarios en el caso del sacerdote O’Reilly, según Qué Pasa. Los medios siempre han sido parte de su agenda.

Hermosilla es un hombre que muta. Que transita de un mundo a otro. Que puede moverse por convicciones o intereses, depende de quién lo califique.

Como dice su amigo de la época universitaria José Miguel Olivares: “Lucho es un personaje; desde que nació, para mal o bien de sus pecados, ha sido un personaje”.

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