“La guerra está declarada” señaló el timonel de RN, Carlos Larraín, adelantando el clima político que marcará el escenario de aquí hasta las elecciones de noviembre. Un hecho que se vivió como final de campeonato de fútbol, que mostró fracturas en la DC, pero que tiene proyecciones más profundas y subterráneas. Por lo pronto, La Moneda debe dilucidar si el subsecretario Fernando Rojas, considerado un gremialista duro, quedará de titular del Mineduc.
Van a faltar calificativos para tratar de graficar la tensión, pero sobre todo la incertidumbre que imperó en el Senado durante las últimas horas previas a la votación de la acusación constitucional contra Harald Beyer. Por decir lo menos fue infartante, con epítetos de grueso calibre entre medio y con cambios tan inesperados como drásticos de los escenarios de correlación de fuerzas. En el fondo, todo eso dejó en evidencia lo que desde el primer día se instauró como eje de debate en torno al libelo: el fin al lucro en la educación, una demanda que no salió de la elite política, sino que desde la calle, desde el movimiento social y estudiantil, que anoche finalmente perforó la institucionalidad e inclinó la balanza del poder en el corazón de lo que debe ser la política representativa: el Congreso.
Desde que ingresó la acusación a la Cámara de Diputados el 20 de marzo, comenzó un despliegue mediático para tratar de botar el libelo. Sobraron las entrevistas, editoriales, twiteos, declaraciones, columnas de opinión de expertos, políticos de trayectoria, académicos de think tanks transversales y ex ministros de Educación de la propia Concertación que impulsaba el texto acusatorio, en un claro alineamiento de la elite político-tecnocrática para defenderse a sí misma. Desde la DC Mariana Aylwin, hasta los PPD Sergio Bitar, José Joaquín Brunner y Francisco Vidal, pasando incluso a último momento por el rector jesuita de la Universidad Alberto Hurtado, padre Fernando Montes, ícono para un sector no menor de la oposición, incluido el bacheletismo. Al punto que hasta el premio Nobel Mario Vargas Llosa escribió en la A2 de El Mercurio su defensa de Beyer.
En todo momento ello fue visto como una presión, un mensaje a los parlamentarios, una estrategia que antes funcionaba, que fue efectiva en el pasado para otras operaciones políticas y otras acusaciones constitucionales para desarticular los apoyos, pero que ahora en el caso de Beyer no rindió los frutos esperados.
En esta ocasión fue más relevante el peso de un movimiento social que desde el año 2011 ha presionado a la clase política, reflejando su descontento, cansancio y enojo ciudadano con un sistema que abusa de ellos, que no los representa y que hasta ayer, no los escuchaba. Más de 100 mil personas el jueves pasado fueron decisivas para este resultado.
Cuando ya se habían rechazado por amplia mayoría los dos primeros capítulos de la acusación, casi al borde de las 21:30 horas y por los 20 votos requeridos, se aprobó el tercer punto del libelo, aquel que acusaba a Beyer de omisión e incumplimiento de sus deberes ministeriales. La cara del destituido ministro lo decía todo, mientras que desde un sector de las tribunas estallaba la algarabía y la celebración. A pesar del resultado, por varias razones, difícilmente la Concertación puede atribuirse un triunfo con la aprobación de la acusación y con la caída de Beyer.
Es indiscutido que la presión de las elecciones parlamentarias de noviembre jugó un papel clave en varios senadores de las bancadas de oposición, que a todas luces se vieron forzados a aprobar el libelo por temor a quedar sindicados como defensores del lucro y ser castigados por el electorado. No por nada la presión de La Moneda estuvo desde el 4 de abril enfocada en tratar de lograr que al menos un parlamentario de la DC se desmarcara, lo que al final logró, cuando Patricio Walker —siempre contabilizado entre los indecisos— casi al final de la sesión, anunció que rechazaría los tres capítulos de la acusación. Un detalle, al senador de la XI Región no le corresponde ir a la reelección en noviembre, sino que en cuatro años más, lo que le daba más margen de maniobra que al resto.
Fueron finalmente los votos del independiente Carlos Bianchi y del DC, Hosaín Sabag, favorables al tercer capítulo de la acusación los que dieron el quórum de veinte votos requeridos para la destitución.
Esa fractura en las bancadas de oposición dista bastante de lo que se vio en la Cámara de Diputados cuando la oposición en pleno, sin nadie que se desmarcara, desde el PRI, pasando por los independientes, la Concertación y el PC, apoyaron el libelo contra Beyer.
“Claramente lo que vemos hoy no es un motivo de celebración. Tener que sacar a un ministro para que se respeten las leyes”, señaló el presidente de la FEUC, Diego Vela, en el mismo sentido que expresan varios dirigentes al interior del movimiento: que a pesar de la destitución de Beyer, botar a un ministro sólo por botarlo, no era un fin en sí mismo, sino que parte de un proceso que está lejos de culminar. El objetivo central, y es por lo que se trabajará todo este año, es el fin del lucro y que la educación sea comprendida como un derecho.
[cita]Desde que ingresó la acusación a la Cámara de Diputados el 20 de marzo, comenzó un despliegue mediático para tratar de botar el libelo. Sobraron las entrevistas, editoriales, twiteos, declaraciones, columnas de opinión de expertos, políticos de trayectoria, académicos de think tanks transversales y ex ministros de Educación de la propia Concertación que impulsaba el texto acusatorio, en un claro alineamiento de la elite político-tecnocrática para defenderse a sí misma. Desde la DC Mariana Aylwin, hasta los PPD Sergio Bitar, José Joaquín Brunner y Francisco Vidal, pasando incluso a último momento por el rector jesuita de la Universidad Alberto Hurtado, padre Fernando Montes, ícono para un sector no menor de la oposición, incluido el bacheletismo. Al punto que hasta el premio Nobel Mario Vargas Llosa escribió en la A2 de El Mercurio su defensa de Beyer.[/cita]
Al interior del movimiento estudiantil, la destitución de Beyer es un hecho que no habría ocurrido sin el respaldo de la calle: la alta aprobación que aún mantienen en las encuestas las demandas y también la multitudinaria manifestación que congregó a 150 mil personas el 11 de abril pasado.
Y eso es un logro que a comienzos de año no se avizoraba fácilmente. Había que tomar el pulso al lugar que ocupaba el movimiento estudiantil; es decir en qué sitio del escenario estaban los estudiantes. “A principios de marzo tanteamos para saber dónde estábamos. Si volvían los viejos ritmos o si teníamos vigencia. Cuando tuvimos el resultado de la Cámara, donde se aplicaron todos los mecanismos de la vieja política, supimos que era lo segundo y confirmamos el rol de la presión social”, comenta un dirigente.
Para los estudiantes otro tema relevante es que se logró poner definitivamente el lucro sobre la mesa y un dato interno es la entrevista que el año 2011 dio el presidente Sebastián Piñera al Financial Times. En ella le preguntaban por qué en su gabinete permanecían dos ministros acusados de lucrar. Sebastián Piñera respondía que no tenía pruebas de que hubiesen violado alguna ley y que ambos participaron en la creación de “una muy buena y prestigiosa universidad. Y esa universidad, de acuerdo con la legislación chilena, es una universidad sin fines de lucro”.
“Esa es una posición muy distinta a la de hoy, cuando escuchamos a Matthei hablando de lucro asqueroso. Definitivamente, se cambió la discusión”, señalan fuentes del movimiento, donde a diferencia de la clase política, no están pensando solo en qué condiciones le pondrán a los candidatos presidenciales y al que resulte electo, sino en qué pasará este año con sus demandas y cuánto se avance en ellas.
“Claramente vemos consecuencia en muchos senadores y también en Bianchi, que superó las presiones que le puso el gobierno. Lo de hoy (ayer) es claramente un golpe simbólico, pero lo que necesitamos es que sean consecuentes con lo que pasó. Buscamos cambios estructurales”, dice Vela.
Otra de las preocupaciones al interior del movimiento es que ahora que se destituyó al ministro se aprueben de igual forma sus leyes. “Tenemos la preocupación de que hay ciertos sectores de la DC que habrían estado llegando acuerdo con Beyer sobre el tema de la superintendencia, y no estamos de acuerdo con ese proyecto”, comenta un dirigente.
En ese sentido, Andrés Fielbaum, presidente de la FECh, señala que “mantener la agenda de Beyer significa que la acusación fue solamente para la foto. Acá los ministros pasan y las leyes quedan. Lo único que se pide es una coherencia. No somos ingenuos, justo se acordó el fin al lucro en un año de elecciones, salvo Patricio Walker que se reelige el 2017”.
La ex presidenta de la FECh y actual candidata a diputada, Camila Vallejo, dice que el “golpe que se dio al lucro con la destitución de uno de sus guardianes lo aturdió, pero no lo derrotó” y que la verdadera tarea es ahora terminar con la educación de mercado. “Si la Concertación quiere mostrar consecuencia de verdad, debe poner manos a la obra en los proyectos de ley que permitan recuperar la educación pública gratuita y de calidad y terminar con el negociado de la educación en todos los niveles e instituciones. Para eso se deberá trabajar escuchando a la ciudadanía y no dándole la espalda”. Para Vallejo, esta aprobación es sin duda “un avance, pero no es el fin de la crisis del sistema”.
Respecto al próximo ministro que reemplace a Beyer, Eloísa González, vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios, ACES, opina que hasta ahora los ministros que han transitado por la cartera, incluso aquellos provenientes de la Concertación, “han discutido y generado propuestas con un criterio tecnicista, en el cual las demandas estudiantiles y las propuestas que estas han generado no han sido contempladas”. Desde esa perspectiva, señala, quien hoy asuma la responsabilidad del Ministerio de Educación “se enfrenta no solamente a un movimiento estudiantil y social empoderado, sino que también con una olla a presión que se ha destapado, con la problemática del lucro, el cierre de colegios y la crisis en el modelo educacional actual”.
El rostro de enojo de la vocera Cecilia Pérez y sus posteriores lágrimas, así como la evidente tristeza del propio Beyer, reflejaban el mal momento del gobierno. El Presidente Sebastián Piñera estuvo toda la tarde en Palacio, sin agenda, siguiendo el debate en la sala y sólo se retiró después que la suerte de su ministro ya estaba echada. Incluso, se cancelaron los planes iniciales de realizar un acto de apoyo a Beyer en La Moneda si era aprobada la acusación, idea que fue desechada en la tarde.
Después de dos semanas con pautas casi diarias del Presidente y el gobierno tratando de mostrar los logros en materia de educación de la gestión Beyer, incluido los emplazamientos públicos de Piñera al Senado a votar en conciencia —que cayeron como piedra—, para este jueves el mandatario no tiene nada agendado.
Junto al trago amargo, el Presidente debe resolver un tema no menor y es el nombre del sucesor de Beyer. Encontrar a alguien dispuesto a asumir la cartera por menos de un año, que es lo que le resta a su administración. Es por eso básicamente que desde el cambio de gabinete de noviembre, en cada ajuste se ha utilizado el criterio de que asuma el subsecretario respectivo, para dar continuidad a las carteras, aunque en el caso de Educación hay ciertos reparos con Fernando Rojas que ha estado de subrogante desde que Beyer fue suspendido el 4 de abril.
En el propio oficialismo, especialmente en RN, precisan que el perfil de Rojas es complejo, porque “es un gremialista demasiado duro”, es visto como “muy sectario” y se le critica lo excesivamente conservador de su visión. Sin embargo, en el oficialismo sus propios detractores confiesan que a estas alturas no hay mucho margen ni tampoco propuestas alternativas sobre la mesa. Algunos rumores durante la tarde de ayer apuntaban a que la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei, asumiera el cargo en Educación, para darle un perfil 100 % político, en pleno año de campaña.
Las versiones se vieron alimentadas después que la ministra saliera públicamente ayer a acusar a la candidata del PPD y PS, Michelle Bachelet, de digitar la caída del ministro de Educación. Dijo que la «orden de liquidar» a Beyer «viene de muy arriba» y señaló que cree que de parte de «Michelle Bachelet directamente o de alguien cercano a ella».
Más allá si es considerada o no la sucesora de Beyer, está claro que las palabras de Matthei sí marcarán, desde ahora, el rumbo político de las relaciones entre el gobierno y la oposición. Ya en los días previos se había definido en el gobierno la estrategia de que los costos de la caída de Beyer los pagara la Concertación, pero sobre todo Bachelet.