Julio Alberto von Appen ostenta una cátedra con su nombre en la Universidad Adolfo Ibáñez, financiada por sus hijos. Uno de ellos, Sven von Appen, sacó ronchas esta semana por sus declaraciones sobre los chilenos. Pero no es la primera vez que la familia enfrenta la ira nacional: en 1945 el ciudadano alemán y fundador de Ultramar fue expulsado por sus actividades de sabotaje en medio de La Segunda Guerra Mundial sindicado como “un peligro” para el país. Historia detallada en el libro “Chile y los Hombres del Tercer Reich”, de María Soledad de la Cerda, que da una versión muy diferente a la contada en el portal de la UAI.
“Apfel” que en alemán significa “manzana”, era la chapa del espía que durante la Segunda Guerra Mundial lideró desde Chile la dirección de las actividades de sabotaje en toda la costa occidental de Sudamérica, y que tuvo por años de cabeza a los encargados de investigar los movimientos de las redes de espionaje del Tercer Reich que se habían tejido en el país transformándose en un constante reproche desde Estados Unidos.
La verdadera identidad de “Apfel”, que fue descubierta por los investigadores del Departamento 50, la unidad de contraespionaje chilena que logró desbaratar dos redes alemanas en el país, correspondía al ciudadano alemán conocido en Chile como Julio Alberto von Appen Oestman, radicado en Chile y padre de los hoy poderosos empresarios Wolf y Sven von Appen.
La historia del patriarca de uno de los grupos económicos más relevantes del país, cuyo hijo Sven von Appen sacó ronchas esta semana tras señalar que los chilenos se volvieron “hambrientos” por los beneficios de la economía y que sería bueno que “gane la izquierda comunista” para que haya una crisis “y el chileno llegue al nivel que corresponde y no se vuele”,está detallada en el libro “Chile y los Hombres del Tercer Reich”, de María Soledad de la Cerda.
Investigación que explica cómo el padre de la familia hoy líder del negocio portuario nacional a través de Ultramar, y también importante financista del Centro de Estudios Públicos (CEP), donde Wolf von Appen es vicepresidente del consejo directivo, tenía encomendado por el régimen nazi hacer volar usinas, barcos y fábricas. Y sobre todo el canal de Panamá.
Relato muy distinto a la historia que cuenta el portal del “Centro de Empresas Familiares Albert von Appen” de la Universidad Adolfo Ibáñez(UAI)donde se presenta al capitán de marina mercante como un extranjero que llegó a Chile con su esposa y sus dos hijos en 1937, omitiendo los verdaderos motivos que lo mantuvieron en el país y que terminaron con su expulsión ocho años después, sindicado por el gobierno como un peligro.
Según la versión de la UAI, “la II Guerra Mundial pone fin a su carrera y en 1943 se instala en una pequeña parcela que adquiere en Limache, iniciando un criadero de gallinas y una plantación de tomates”. Agregando que “a consecuencia de las contingencias de la guerra, en mayo de 1945 es internado en los EE.UU., desde donde vuelve recién después de 3 años”.
Pero los hechos, documentados en el libro de la investigadora, que hoy es casi imposible de conseguir, cuentan una historia muy distinta.
El 11 de agosto de 1937, dos años antes de que se declarara la Segunda Guerra Mundial, Julio von Appen arribaba a Chile con la misión específica, como él mismo confesaría tras ser detenido el 27 de febrero de 1945, de ser el jefe del sabotaje marítimo en la costa del Pacífico.
[cita]Julio von Appen, relataba que su tarea ya estaba determinada y consistía “en sabotear la producción industrial y minera y el tráfico naval, que constituyera aporte bélico al enemigo”…. “Así aprendí cómo se preparan y arman las bombas explosivas e incendiarias. Me enteré del rodaje mecánico de las grandes industrias chilenas (…). En la última sesión se nos hizo entrega de alambre de estaño y de algunos fulminantes muy sensibles. Éste es todo vuestro equipaje de soldados sin uniformes. Alemania confía en que lo demás lo hará vuestro patriotismo. ¡Heil Hitler!”.[/cita]
Von Appen ya había sido detenido con anterioridad, en 1942, cuando fue aprehendido preventivamente, siendo relegado al año siguiente a Curacaví, desde donde se radicó en un lugar cercano: Limache.
Allí y para camuflar sus actividades, “se había dedicado al cultivo del tomate”. Según confesó él mismo, “en la caja de fondos de Limache poseía un diccionario de claves y un libro especial de comunicación traídos de Alemania y que estaban también en poder de todos los jefes para comunicarse y recibir las instrucciones”.
El libro de de La Cerda, relata que “este personaje, en su calidad de gerente de la Hamburg Line y de la Agencia Marítima y de Turismo Kosmos, solicitó se le permitiera integrar la comisión que se encargaría de liquidar los intereses del Eje en Chile cuando el gobierno se dispuso a esa tarea. Su petición fue acogida y se le concedieron 48 horas a la semana para que se trasladase a Valparaíso desde su lugar de relegación, a fin de que interviniera en las sesiones de la ya mencionada comisión, y allí se encontraba cuando fue aprehendido en la avenida Los Plátanos 2277, de Viña del Mar, una de sus residencias, donde vivía su esposa Inge Berhmann y sus dos pequeños hijos: Sven y Wolf de 11 y 6 años de edad, respectivamente”.
Pero el verdadero interés de Von Appen no estaba en la liquidación de los intereses, sino en todo el tiempo que se le permitía permanecer en el puerto. “Este tiempo lo aprovechaba para reunirse con su lugarteniente, el alemán Boris Roberto Max Dreher, nacido en San Petesburgo el 18 de junio de 1910, quien era también su empleado en las dos compañías de las que él había sido gerente general”.
El 8 de abril de 1945, el patriarca del poderoso clan Von Appen, explicaba a través del diario La Hora, sus razones para participar en las actividades que lo tenían en la mira del país, detallando que su llegada a Chile se debía a “una razón sencillísima: la Hamburgo American Line, de la que era empleado, me designó inspector marítimo con residencia en este país. Fui y soy militante activo del partido nazi. No lo niego, así como usted tampoco podría tener razón para ocultar su filiación política. Pero sobre toda otra consideración, soy alemán y me siento alemán en cualquier punto del globo (…). Sí, siempre mantuve contacto con Berlín y mi partido. En Chile organicé una filial. Debía substituir donde fuera el nuevo espíritu germano. Era mi deber. A comienzos del 39 Alemania supo que el desquite de la afrenta de 1918 no podía tardar. Y me llamó. Hice un viaje a mi país. Me enteré entonces de cuál era la razón de este retorno: el Partido Nazi me honraba con una misión que sólo a los elegidos se confiaba: debía trabajar para el Nuevo Orden en Chile”.
Julio von Appen, relataba que su tarea ya estaba determinada y consistía “en sabotear la producción industrial y minera y el tráfico naval, que constituyera aporte bélico al enemigo”, detallando que durante tres meses recibió prácticas e instrucciones en una escuela experimental en Berlín. “Así aprendí cómo se preparan y arman las bombas explosivas e incendiarias. Me enteré del rodaje mecánico de las grandes industrias chilenas (…). En la última sesión se nos hizo entrega de alambre de estaño y de algunos fulminantes muy sensibles. Éste es todo vuestro equipaje de soldados sin uniformes. Alemania confía en que lo demás lo hará vuestro patriotismo. ¡Heil Hitler!”.
El fundador de Ultramar, añade en su declaración a través de la prensa que su misión era volar usinas, fábricas y barcos. “Aquí en Chile fabriqué 12 bombas. La gran misión de todos los alemanes apostados en América era volar el canal de Panamá en la primera ocasión. Pero no se logró, ustedes lo han visto”.
De hecho, según consigna el libro, hubo tres intentos por obstruir el canal de Panamá orquestados por Von Appen, pero fracasaron porque las explosiones se produjeron a destiempo.
Según el alemán, a fines de 1942 había suspendido sus actividades de sabotaje. No obstante, explica el libro, “se pudo comprobar que estaba mintiendo y que las actividades ilícitas subsistían tanto en Chile como en otros países del continente y que esta declaración era solo un ardid para tratar de eludir a la justicia, ya que la ley que reprimía estas actividades había sido promulgada el 31 de diciembre de 1942”.
En mayo de 1945, la declaración del ejecutor de los sabotajes ordenados por Julio von Appen y coordinador de la red en el país, Boris Dreher, hundía más a su superior al contar “que las escobillas de pelo y de limpiar que éste traía de Berlín, eran en realidad, bombas de alto poder explosivo e incendiarias en las que por su inofensivo aspecto nadie había reparado durante su revisión en los servicios aduaneros”.
Un día después de su detención, el 28 de febrero de 1945, el entonces Presidente Juan Antonio Ríos y su ministro del Interior, Alfonso Quintana, firmaron el decreto de expulsión de Julio Von Appen y Boris Dreher, lo que fue apelado por sus abogados, pero sin éxito.
El 3 de abril el ministro del Interior entregó una declaración, señalando que “la expulsión del país que afecta a los ciudadanos alemanes Alberto Julio von Appen y Boris Roberto Max Dreher Pollitz, se debe a la circunstancia de haberse hecho indignos de permanecer en Chile por haber desarrollado actividades que sólo ahora han confesado, y que fueron cometidas antes de la vigencia de la Ley Nº 7401, que les dio el carácter de delitos, pero que en todo caso, los sindica como un peligro para el país y los convierte en elementos indeseables, que no merecen gozar de nuestra hospitalidad”.
Un mes después, el 8 de mayo, von Appen y Dreher, eran informados por el jefe del Departamento 50, Hernán Barros Bianchi, de que Alemania se había rendido. Pero la cesación de hostilidades con el país germánico no modificó la situación legal de los detenidos.
Por eso, según detalla “Chile y los Hombres del Tercer Reich”, el jueves 17 de mayo de ese año von Appen, Dreher y otro colaborador, Heinrich Hallbauer, fueron conducidos al aeropuerto de Los Cerrillos donde a las 7 de la mañana se subieron a un avión que los llevaría a Perú.
Julio Alberto von Appen retornó a Chile en 1952 “como gerente y socio de Ultramar Agencia Marítima, empresa que era agente general para Chile de Hamburg Amerika Linie y Norddeutscher Lloyd. Sus hijos, a comienzos de 1991 establecieron y financiaron la “Cátedra de Empresas Familiares Albert von Appen”, en memoria de su padre en la Universidad Adolfo Ibáñez, la primera en su tipo en América Latina”, remata la investigación.
En el portal web de dicha cátedra, se señala que gracias “a sus contactos con sus ex empleadores en Alemania, Albert von Appen funda en 1952, junto a Vorwerk y Cía., en Valparaíso y Haverbeck & Skalweit, en Valdivia, Ultramar Agencia Marítima Lmtda. como agentes generales de las dos empresas navieras alemanas, Hapag y Norddeutscher Lloyd, ejerciendo él como gerente, pero sin participación societaria. A los 51 años de edad se había convertido en empresario”.