Hasta ahora el hecho de que es necesaria una nueva Carta Fundamental, es una convicción política transversal. Sin embargo, el debate intenso no sólo será el fondo, sino también la forma. En un escenario de demanda creciente por una asamblea constituyente, el abogado e integrante del equipo que analizó este tema en el comando de Michelle Bachelet, detalla parte de la discusión en la que también ahonda en su próximo libro: “La Constitución tramposa”. Mismo debate que, de no hacerse, nos puede dejar con una reforma coja, como la de 2005.
El 14 de octubre próximo el abogado Fernando Atria lanzará un nuevo libro. “La Constitución tramposa” (Editorial LOM) buscará explicar el problema constitucional, qué es una constitución y cuándo es nueva y, además, cómo es posible darnos una nueva Carta Fundamental en el contexto actual. Un texto que parte contando la reforma del 2005 y que revela también las contradicciones de las declaraciones de las autoridades políticas de entonces, versus sus comentarios de ahora.
“Si uno lee hoy día las declaraciones que hicieron casi todos el 2005, las encuentra prácticamente invertidas, porque Lagos decía que esta era una nueva Constitución, un piso compartido, algo que nos unía. Chadwick decía que esa no era una nueva Constitución porque, para que exista, es necesario un nuevo proceso constituyente originario, que es precisamente lo que dicen hoy quienes quieren una Asamblea Constituyente”, señala Atria sobre el lenguaje, en una discusión que puede parecer teórica, pero es de una “urgencia política enorme”.
-Ese cambio de discurso proviene de la derecha y la Concertación. ¿Qué está pasando con la clase política enfrentada a la presión social del cambio constitucional?
-Yo creo que del lado de la derecha, es bastante fácil de explicar. Después de todo la Constitución es de ellos, hecha para ellos y para darles privilegios a ellos. Cuando se trata de una nueva Constitución que no proteja sólo lo que a ellos les importa, sino que a todos y que debe tratar a todos por igual, entonces no hay nada más natural que ellos digan “no”. Es más interesante el por qué del otro lado. Ahí yo creo que hay una mezcla de varias cosas. Hay parte de la gente que estaba en la Concertación y hoy está en la Nueva Mayoría. Algunos de ellos se acomodaron, entonces creen que el régimen constitucional chileno es razonable y les gusta. En mi opinión, están equivocados dónde están, pero yo no diría que esa es la explicación. Hay otro grupo de gente que ve con temor esto, porque abre cuestiones difíciles de cerrar, y que la estabilidad institucional debe ser cuidada, aunque el precio para ello sea mantener reglas constitucionales tramposas. Después están los que creen que es importante, pero tienen diferencias de cómo hacerlo. Yo me resistiría a subsumir toda esa complejidad dentro del eslogan son miembros de una clase política que están cuidando un privilegio. No tengo dudas de que hay algo de eso, pero no creo que sea útil para describir el problema.
El problema es que hay estas distintas percepciones. Como ellas efectivamente existen, lo que es probable que suceda, y lo que en alguna medida ha pasado, es que la idea de una nueva Constitución vaya, con más o menos lentitud, abriéndose paso, porque hay quienes se dan cuenta de que la vía no es la estabilidad de la Constitución tramposa, cuya trampa afecta su propia estabilidad. Al interior de la Nueva Mayoría hay estas distintas razones que explican el mayor o menor entusiasmo frente a la posibilidad de una nueva Constitución. Es posible que haya esta especie de crecimiento progresivo de la convicción de la necesidad de una nueva Constitución. En ese proceso el libro pretende participar, explicando por qué la Constitución es tramposa y por qué es un problema y ese problema debe ser solucionado.
[cita]Hay parte de la gente que estaba en la Concertación y hoy está en la Nueva Mayoría. Algunos de ellos se acomodaron, entonces creen que el régimen constitucional chileno es razonable y les gusta. En mi opinión, están equivocados dónde están, pero yo no diría que esa es la explicación. Hay otro grupo de gente que ve con temor esto, porque abre cuestiones difíciles cerrar, y que la estabilidad institucional debe ser cuidada, aunque el precio para ello sea mantener reglas constitucionales tramposas. Después están los que creen que es importante, pero tienen diferencias de cómo hacerlo. Yo me resistiría a subsumir toda esa complejidad dentro del eslogan son miembros de una clase política que están cuidando un privilegio. No tengo dudas de que hay algo de eso, pero no creo que sea útil para describir el problema.[/cita]
-¿Tu libro plantea también que el mecanismo es la Asamblea Constituyente?
-El anexo del libro aborda justamente lo de los mecanismos, pero no es de todos los mecanismos, sino de un aspecto particular. El anexo es una discusión detallada y lata de las razones por las cuales un plebiscito constitucional sería perfectamente institucional, no una ruptura. La idea se filtró de la comisión original y esa filtración causó que todo el mundo hiciera una especie de patota en contra mía, diciendo que esto era un resquicio. Pero lo filtrado no fue un argumento completo. Yo habría deseado, de los profesores, que esperaran ese argumento y entonces hubieran opinado.
-¿Y cuál es ese argumento completo? ¿De qué forma este plebiscito se instala como una opción entre los mecanismos?
-Yo creo que hoy día, conforme al texto constitucional vigente, el Presidente de la República tiene la opción de convocar a un plebiscito constitucional cuando para ello cuenta con ambas cámaras del Congreso. Eso es una cuestión de interpretación del texto constitucional vigente. No es lo que a mí me gustaría. Es bien importante mantener abiertas opciones como estas, porque pueden ser necesarias en algún momento para permitir el desbloqueo de un problema constitucional.
-El que dediques un anexo para explicar el mecanismo, es porque el mecanismo pesa tanto como la explicación de la trampa misma. Y hay quienes dicen, también desde la Nueva Mayoría, que lo que importa es cambiar la Constitución, como si la forma no fuera el fondo.
-Es que lo primero no implica lo segundo.
-Pero se presenta unido.
-Es que lo que importa es que la Constitución no sea tramposa. Una Constitución nacida en democracia, que es lo que planteó Bachelet, es una Constitución que justamente no tenga trampas, que todos podamos reconocer como nuestra y que no sea la Constitución de la derecha. Ese es el punto. La conclusión que sacan algunos es que, como lo que nos importa es el fondo, la forma es una cuestión puramente instrumental que se podrá discutir en otro momento. Y eso es un error, no ver que el contenido de una nueva Constitución está vinculado al procedimiento. Y yo no sé cómo no se dan cuenta, si eso es exactamente lo que pasó el 2005. Porque la cuestión es: ¿por qué la “Constitución de 2005” nunca fue, por qué solo fue una reforma? El abogado va a dar la explicación formal: porque se hizo a través del proceso permitido por la Constitución de 1980. Pero esta explicación formal esconde una sustantiva, porque sólo se pudo convertir en reforma aquello que contaba con los votos de los 3/5 o 2/3 de los senadores y diputados. Entonces, si el problema es que las reglas constitucionales son tramposas, en el sentido de que benefician injustificadamente a la derecha, es evidente que, una reforma que tiene entre sus condiciones que la derecha vote por ella, no va a eliminar esa trampa.
-Eso ha sido hasta ahora la derecha tradicional. ¿El surgimiento de esta nueva derecha de la que se habla, agrega algún matiz distinto a esta misma discusión?
-Habrá que ver.
-¿No te convence el discurso sobre las luces de una nueva derecha?
-Siempre que se ha anunciado una nueva derecha, lo que en la Concertación llaman la derecha liberal, lo que pasa es que esta es derrotada dentro de la misma derecha del modo más brutal posible. Y recordemos cómo lo hace la derecha, interviniendo teléfonos, imputándose delitos, etc. Así soluciona sus problemas la derecha, así que eso está por verse.
-Y esta derecha que existe, ¿cómo se enfrenta a este cambio constitucional?
-El problema es que esta Constitución está hecha para la derecha, entonces si uno va a pedirles sus votos, ¿qué van a decir? Yo sólo doy mis votos siempre y cuando pueda reservarme para mí alguna ventaja. Y la derecha se da cuenta hoy de que es un problema; es un problema para ellos, porque están poniendo en riesgo muchas otras cosas.
-¿No preocuparse de la forma es tan tramposo como mantener la Constitución de Pinochet?
-No ver que existe una conexión entre ambos puntos es ir, de hecho, a repetir el error de 2005, que es lo que haría la reforma que hoy se discute al sistema binominal. Si se aprobara, habría otra ceremonia de promulgación, como la del 2005, en que van a decir que la Constitución “ahora sí’ es un piso institucional compartido. Y tres años después te vas a dar cuenta que sigue siendo la mitad del Senado binominal, que el Tribunal Constitucional sigue teniendo la posibilidad de intervenir, que las leyes siguen pudiendo ser vetadas por minorías. O sea, a través de la vía institucional se pueden lograr muchas cosas importantes, porque yo no quiero decir que la reforma de 2005 no logró nada importante, pues eliminó los senadores designados, le devolvió al Presidente la posibilidad de destituir comandantes en jefe, cambió la naturaleza del Consejo de Seguridad Nacional…
-Pero no resolvió el problema constitucional…
-Exactamente. Entonces la vía de la reforma constitucional conforme al Artículo 127, que es el que establece el procedimiento de reforma, es una que permitirá lograr cosas interesantes, pero no solucionar el problema constitucional. No se van a eliminar las trampas porque es una vía que tiene como condición que quienes son beneficiados por las trampas den su aprobación, y esa es la mejor manera de asegurar que todo se va a mantener. Si el problema es que la cancha es tramposa, es evidente que el problema no se puede solucionar jugando en esa cancha. Y con esto yo no estoy llamando a nada. Yo sólo estoy haciendo constar que, dada la naturaleza de nuestro problema, ese procedimiento no es apto para la solución. La pregunta no es teórica, sino política: ¿Es políticamente razonable entender que la derecha va a decir “estamos de acuerdo con renunciar a todas las trampas, que nos benefician, para que entonces ustedes puedan tomar precisamente las decisiones que nosotros no queremos bajo ninguna circunstancia”? Eso es políticamente improbable.
-Hace unos meses, en una entrevista me dijiste que el problema constitucional se resolverá por las buenas o por las malas y te llovieron las penas del infierno. ¿Sostienes aún eso, si vemos que la forma no sería la Asamblea Constituyente en un eventual gobierno de Michelle Bachelet?
-Yo no tengo opinión aún sobre la forma que va a escoger la Presidenta Bachelet. Ella ha dicho que todas las opciones están dentro de las que está tomando en cuenta y en algún momento va decidir. Cuando ella ha dicho que no hay aún una opción por ninguno de los mecanismos que se le han propuesto, la han interpretado como si estuviera diciendo que no a la Asamblea Constituyente, pero sólo ha reiterado lo que ha dicho desde el principio.
-Pero esa no es una interpretación libre. El mismo coordinador del equipo constitucional en el que tú estás dijo que la ex Presidenta descartó la Asamblea Constituyente como primera opción y sí había analizado como primera opción la vía institucional.
-¿Pero por qué uno asume que descartar la Asamblea Constituyente como primera opción es lo mismo que descartar la Asamblea Constituyente?
-Pero sí significa intentarlo primero con lo segundo, que, según me has dicho tú mismo, es una vía tan tramposa, como mantener la Constitución del 80. ¿Qué puede generar eso en los movimientos sociales?
-Yo creo que la situación aún está abierta, y a mí me parece razonable que esté abierta, porque tendrán que analizarse las circunstancias.
Atria cree que es un error pensar que cualquier cosa que no sea una Asamblea Constituyente, como mecanismo, sería “insanablemente nulo”, pero sí está claro que “el problema es que hay una trampa y cualquier reforma adoptada a través del Artículo 127 de Reforma Constitucional va a reproducir la trampa, como en el 2005”, entonces necesitamos una nueva Constitución que sea dada a través de mecanismos que no la aten a los procedimientos de reforma que contienen la trampa.
“Lagos ha estado particularmente agudo en este tema: primero dijo que se necesitaba una hoja en blanco y si no hay acuerdo no hay regla, entonces pensemos: cómo hacemos una decisión con hoja en blanco. Cómo tomamos una decisión sobre cómo vamos a decidir. Hay una paradoja y la respuesta es que, si queremos adoptar una decisión que tomemos como nuestra, que sea ecuánime, imparcial, producida participativamente, la pregunta es ¿qué responde mejor a eso? Y eso es una Asamblea. Y que, a través de un procedimiento que sea lo más participativo e igualitario, nos pongamos de acuerdo para las reglas. Entonces, el argumento es que la Asamblea es lo que corresponde del modo más pleno a lo que solucionaría nuestros problemas. Pero, claro, la política tiene que funcionar aceptando el hecho de que las mejores soluciones no siempre están disponibles. Cuando se critica a Aylwin por decir aquello de la “medida de lo posible”, está bien. Hay una crítica que hacer, pero esta no puede ser que actuar políticamente lo debe llevar a uno a ignorar el hecho de que hay una medida de lo posible. Lo que pasa es que la frase se entendía como la imposibilidad de extender esa medida de lo posible, que es algo que también se puede hacer políticamente, como lo está haciendo esta demanda creciente por una Asamblea Constituyente. Aceptar que uno actúa en la medida de lo posible, es negarse a empujar esa medida más allá. Puede haber otros mecanismos que estén más cerca de la asamblea. Esa será una pregunta política a la cual nadie puede responder en abstracto. Habrá que ver y será un problema de juicio político. Por eso es importante entender la demanda por Asamblea Constituyente. Mientras más cerca de eso esté la solución, más seguros podremos estar de que es una verdadera solución al problema constitucional. El problema constitucional no es algo que se vaya a solucionar si no hay una demanda creciente y ese problema no está dentro de las instituciones. Tiene que surgir desde el pueblo”.