Esta semana se publicó el libro de investigación donde se desclasifica la trastienda de diversos episodios y momentos históricos que han marcado el litigio que Perú levantó contra Chile por la frontera marítima. En este artículo reproducimos una anécdota muy decidora del proceso que culmina el próximo lunes con el fallo de la Corte de La Haya: la distensión política por la que optó la administración Piñera con Lima.
Comenzó a escribir en mayo del 2013, pero el trabajo de recolección de información para el libro partió algunos años antes. Phillip Durán es periodista y ha trabajado en diversos medios nacionales cubriendo Cancillería. Esto le permitió ir accediendo a información y anécdotas sobre cómo se gestó la demanda de Perú contra Chile. En La Hora de los Halcones (Planeta, 2014) se cuenta desde la génesis de la demanda peruana, la relación entre los distintos mandatarios, el papel que jugó Ecuador y cómo se quebró la alianza “histórica” entre Quito y Santiago. También la gestación de la demanda boliviana.
“Llevaba años cubriendo el tema, que es complejo. Lo que intenté hacer es que no fuera como los otros libros que se han publicado, que tienen una mirada más de historiadores, diplomáticos o técnicos. Yo traté de usar los papeles, pero también contar la historia. De que fuera entendible para el resto y un poco menos jurídico”, dice Durán.
-¿Qué te parece el giro que tuvo el gobierno de Sebastián Piñera, adoptando la tesis de las cuerdas separadas?
-La tesis de los críticos de Piñera es que haber descongelado la agenda con Perú da una señal a la Corte de que si te cambian el límite no importaba tanto, en resumen. Me da la impresión de que es difícil que se compruebe esa tesis. Va a ser difícil saber el lunes si el fallo que nos entregan es porque los tratados no daban o porque se descongeló la agenda con Perú.
-¿Y la otra tesis?
-La otra tesis, que tiene cierta evidencia a su favor, es que a Bachelet le tocó el escenario de recibir una demanda y la calificaron como un acto inamistoso y congelaron la agenda. Pero a Piñera le tocaba recibir e implementar el fallo, que para eso se necesita una relación fluida con Perú para trabajar ese escenario en buenos términos y para eso no se puede tener congelada la agenda. Piñera asumió el esquema de cuerdas separadas como quería Perú y eso le dio espacio para actuar diciendo que había hecho el gesto y así pedir que se terminara el armamentismo.
El libro contiene una serie de relatos y escenas que demuestran cómo se manejó la política internacional en las diferentes administraciones de Chile, Perú, Ecuador y Bolivia. A continuación reproducimos un extracto del capítulo “Piñera y el nuevo enfoque hacia Lima”:
El presidente Sebastián Piñera y su canciller, Alfredo Moreno –acompañados por algunos personeros del Ministerio de RR.EE. de Chile-, caminaban por los pasillos del imponente Palacio Pizarro, sede del gobierno en Lima. Era la mañana del 25 de noviembre de 2010 y poco después entrarían a un salón donde sostendrían una reunión de trabajo con Alan García y José Antonio García Belaúnde.
[cita]Luego de que García planteará su inquietud sobre el regreso del caso al debate público, el canciller Alfredo Moreno pidió la palabra. Según dicen algunos de los presentes, el chileno señaló que a él le habían parecido muy extraños los cuadros del salón, con figuras que asemejaban a militares chilenos abatidos y peruanos victoriosos. Pero que, para no entorpecer lo que podía ser una buena reunión, había optado por asumir una actitud práctica. “Con respeto, Presidente García, me hago el huevón”, dijo Moreno. “Mi opinión, Presidente García, es que ustedes hagan con el caso de Ariza algo similar a lo que hice yo con los cuadros”, remató. [/cita]
Era la primera visita oficial de Piñera a Lima y en el gobierno peruano dicen que García escogió para la cita el mismo salón que siempre utilizaba para reuniones de este tipo, con mandatarios o personeros extranjeros. Que no había nada especial en la puesta en escena. Pero a algunos integrantes de la comitiva chilena les llamó fuertemente la atención ciertos cuadros colgados en las paredes con imágenes de soldados y escenas que parecían sacadas de la Guerra del Pacífico.
En medio de la cita, Alan García hizo referencia al caso de Víctor Ariza. La Sala Judicial de la Fuerza Aérea peruana estaba pronta a entregar su condena contra el suboficial que había sido acusado de espiar en favor de Chile. El cargo era traición a la patria en tiempos de paz y Ariza se arriesgaba a veinticinco años de cárcel (sentencia que finalmente se materializó el 6 de diciembre de ese año).
Luego de que García planteará su inquietud sobre el regreso del caso al debate público, el canciller Alfredo Moreno pidió la palabra. Según dicen algunos de los presentes, el chileno señaló que a él le habían parecido muy extraños los cuadros del salón, con figuras que asemejaban a militares chilenos abatidos y peruanos victoriosos. Pero que, para no entorpecer lo que podía ser una buena reunión, había optado por asumir una actitud práctica. “Con respeto, Presidente García, me hago el huevón”, dijo Moreno. “Mi opinión, Presidente García, es que ustedes hagan con el caso de Ariza algo similar a lo que hice yo con los cuadros”, remató.
Más allá de los chilenismos utilizados en la conversación, el episodio refleja en alguna medida lo que fue el nuevo enfoque planteado por el gobierno de Sebastián Piñera para enfrentar la relación con Perú. Tras asumir el 11 de marzo de 2010, en reemplazo de Michelle Bachelet, el nuevo mandatario apuntó a impulsar una relación fluida, con todos los canales de diálogo y cooperación funcionando y bajando el perfil a las tensiones que pudieran entorpecer un buen vínculo bilateral.
Esto significó poner fin al modelo utilizado por Bachelet para enfrentar la relación con Perú. Tras la demanda en La Haya de 2008, la ex presidenta estableció una “relación inteligente”, que significó potenciar solo los temas económicos y migratorios, pero congelar completamente la agenda política. Vale decir, se canceló la posibilidad de convocar al “2+2”, que reúne a ministros de RR.EE. y Defensa de ambos países y que es la principal instancia de cooperación bilateral. La demanda limítrofe había sido considerada un “gesto inamistoso” y, como tal, no podía mantenerse una relación de normalidad con Lima.
Sin embargo, Piñera llegó a La Moneda con la promesa expresa de descongelar la relación. “Tenemos una agenda del pasado que nos tiende a dividir, y otra del futuro que nos tiende a unir”, señaló el entonces mandatario electo en una entrevista a fines de enero de 2010. “La primera de ellas está en manos de la Corte Internacional de Justicia. El gobierno chileno, en un momento dado, dijo que mientras no se resuelva lo de La Haya vamos a poner en el refrigerador la agenda del futuro, y yo quisiera que la agenda de futuro con Perú salga del refrigerador”, indicó.
Algunos días después de esa entrevista, el presidente electo hizo pública una carta que había enviado a Alan García, en respuesta a las felicitaciones que –a su vez– el Presidente peruano le había entregado por su triunfo en las elecciones. En la misiva, junto con invitarlo a la ceremonia de cambio de mando en Valparaíso, Piñera señaló que como Presidente de Chile estaría dispuesto a “configurar agendas que contribuyan a desarrollar iniciativas que redunden en beneficio de ambos países y de la región”.
Ese planteamiento de salvaguardar la agenda de futuro con Lima estuvo detrás de otro episodio, ocurrido minutos después de la reunión de noviembre de 2010 en que Moreno usó un chilenismo para distender la conversación con Alan García.
Después de la rueda de prensa ofrecida por ambos mandatarios en Palacio Pizarro, Alan García ofreció inmediatamente un cóctel para los invitados. Ante las cámaras de prensa aún presentes en el Salón Dorado, el gobernante peruano tomó una copa en alto y miró a Piñera. “Tómese un buen pisco, este sí que es un buen pisco”, le dijo. El Presidente chileno levantó un vaso y retrucó: “¿Sabe de quién es el pisco?”. García lo miró impávido y varios de los presentes pensaron que Piñera se adentraba en aguas difíciles si lo que quería era reflotar la controversia sobre el origen de dicha bebida. “El pisco es de quien se lo toma”, espetó sin embargo Piñera, cerrando el tema tan rápido como el trago seco que tomó antes de dejar el vaso, mientras varios de los presentes reían de buena gana. Alan García lo despidió con un efusivo abrazo.
Lo ocurrido provocó críticas en Santiago, donde cuestionaron el “brindis” por la cercanía que había mostrado Piñera con el gobernante peruano, pese a la demanda. De hecho, la visita misma a Lima se realizó solo dos semanas después de que Perú entregara en la corte de La Haya su réplica con argumentos escritos contra Chile.