También consideró el «secretismo» y la falta de una vocería para hacer frente a los cuestionamientos de que fueron objeto varios futuros subsecretarios, como las falencias más visibles del equipo que se prepara para asumir en el gobierno el 11 de marzo. «La ausencia de un vocero durante este traspié es un síntoma de algo más profundo y pernicioso, que se refiere al secretismo como un estilo de gestión política. Me preocupa cierto ánimo privatizador del espacio público, más todavía cuando se presenta como un sello de Bachelet y sus colaboradores», dijo.
Un juicio crítico de cómo el equipo de la Presidenta electa, Michelle Bachelet, prepara su instalación en el gobierno a partir del 11 de marzo próximo formuló el abogado y analista político Jorge Navarrete (DC), quien no duda en calificar como un «error» la designación de Rodrigo Peñailillo como ministro del Interior.
En una entrevista publicada este lunes por el Diario Financiero, Navarrete considera que este y los demás nombramientos reflejan la «esencia del bacheletismo», ya que «se privilegió la confianza y cercanía por sobre el peso y la armonía política, en un cuadro donde los partidos han jugado un rol secundario y se ha concentrado todo el poder en una figura estelar».
«El enorme capital político que tiene Bachelet le permite tomar varios riesgos. Con todo, los peligros están a la vista: un gabinete débil, que depende del constante apoyo de la presidenta, donde ella estará presente en la mayoría de las decisiones y no existen visibles barreras de contención. Esto, para bien o para mal, será a su manera», dijo.
El analista DC asegura que Peñailillo tampoco tiene con la mandataria electa la distancia que, por ejemplo, tenía Sebastián Piñera con el actual ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, cuando hace cuatro años lo designó a la cabeza de Interior. «La relación de Hinzpeter con Piñera no es ni la mitad de cercana de como parece ser la relación de Peñailillo y Bachelet. En ese contexto creo fue un error haberlo nombrado en Interior. Conozco bien ese ministerio, las posibilidades de cometer errores y fracasar son altas, y la necesidad de eventualmente remover a un colaborador y corregir a tiempo no puede estar sometida a consideraciones personales».
Pese a ello cree que lo anterior no ocurrirá, primero porque podría «durar más allá de la objetiva evaluación de sus funciones» y en segundo término porque tendrá como subsecretario de la cartera al experimentado ex subdere Mahmud Aleuy. «Hay una segunda diferencia, Peñailillo tendrá un Subsecretario de Interior talentoso, conocedor de la política y que, en los hechos, ya opera como si él fuera el ministro», dijo.
De todas maneras, cree que Peñailillo «intentará jugar un rol similar al que se desempeñó en la administración pasada, de articulación y representación de la voz presidencial. Esta vez, sin embargo, dicha pega debe hacerse de cara al público, interlocutando de manera interna y externa con diversos actores e intereses».
Finalmente, Jorge Navarrete consideró el «secretismo» y la falta de un vocero para enfrentar los cuestionamientos a futuros subsecretarios como las falencias más visibles del equipo que se prepara para asumir el 11 de marzo. «La ausencia de un vocero durante este traspié es un síntoma de algo más profundo y pernicioso, que se refiere al secretismo como un estilo de gestión política. Me preocupa cierto ánimo privatizador del espacio público, más todavía cuando se presenta como un sello de Bachelet y sus colaboradores».
Y remató que «en primer lugar será difícil administrar y satisfacer las expectativas de una coalición tan amplia y diversa, cuyos intereses muchas veces son contrapuestos. Y segundo, el poder de Bachelet irá disminuyendo en la medida que avance su mandato y se ponga en perspectiva el escenario del 2018».