“Me van a conocer ahora, van a ver de lo que soy capaz”. Esa fue una de sus últimas frases, días antes de quemarse a lo bonzo en las dependencias de la central de Redbus, una de las operadoras del Transantiago que registra más de una sanción de la Dirección del Trabajo por prácticas antisindicales. Casado, padre de dos hijos y demandado por la empresa, meses de conflictos sindicales lo llevaron a tomar la decisión. Su historia golpeó a todo el gremio; sin embargo, su caso no es aislado. La única diferencia es que esta vez un trabajador, como quien jala de un gatillo, se atrevió a encender la llama.
El pasado viernes 30 de mayo, a eso de las nueve de la noche, sonó el celular de Norman Beisson, entonces secretario del sindicato Nº 2 de Carbus y conductor de micro de la empresa operadora Redbus Urbano. Contestó la llamada y al otro lado del teléfono escuchó la voz de su compañero y presidente del mismo colectivo sindical, Marco Antonio Cuadra (48). “Hola ‘Gringo pobre’”, exclamó su amigo en tono despreocupado. A esas horas, Marco figuraba en algún lugar del borde del Lago Rapel, mirando el cielo y las estrellas que tanto le gustaban. La caña echada al agua, a la espera de que algún pez picara desprevenido. Le contó a su amigo que las cosas no iban nada de bien. Hasta donde él sabía, lo habían desvinculado de la empresa, la tensión de los últimos meses había desembocado en una pelea con su mujer y, finalmente, había llegado hasta ese lugar en busca de la paz y tranquilidad necesarias para ‘pensar mejor’, según dijo. Norman le pidió que mantuviera la calma. “Te necesitamos. No te vayas a poner a tomar, por favor”, le imploró.
Su amigo a veces hacía esas cosas. Y aquello no podía ser nada oportuno en ese momento. Los dirigentes, junto a otros colectivos sindicales, se preparaban para impulsar el día lunes y a primera hora una serie de denuncias en contra de la empresa Redbus a raíz de los acontecimientos que habían marcado el último tiempo. “Quédese tranquilo, compañero”, respondió Marco antes de colgar.
Al día siguiente, a eso de las tres de la tarde, Norman recibió un alarmante mensaje por WhatsApp en su celular. Dicen que no fue el único. “E decidido. Mandar. Una carta. Al inspector regional del Trabajo. Para contarles como tratan a los sindicatos. En mi empresa. Por. Lo. Tanto. Me voy. A kemar. En el ministerio. Del trabajo. Asta siempre. Compañeros.”, rezaba literalmente el texto enviado desde el teléfono de Marco. Beisson le respondió desconcertado, preguntándole dónde estaba, qué había pasado. “Le escribí que madurara, que pensara que tenía hijos, que por último dejábamos todos los trámites hasta ahí, pero que pensaba con la cabeza y no con el poto”, cuenta hoy Norman, quien tiempo después, y producto del curso que tomaron los acontecimientos, decidió presentar su renuncia a Redbus. Lo cierto es que ese día, en ese momento, el trabajador jamás imaginó lo que estaba por venir. “Jamás pensé que se iba a quemar. Conociéndolo como era de loco, tenía sus cosas, le daban sus etapas. A veces hablaba cosas incoherentes, era ‘pelacable’, pero nunca pensé que iba a hacer una cosa así”, asegura.
[cita]Mara Boy, la esposa de Marco Cuadra, aseguró en entrevista exclusiva a la web sindical.cl que la decisión de su marido tuvo que ver con un tema de cuánto pueden calar las injusticias en el corazón de una persona. “Veía con mucha rabia a los abuelitos, y en general a todos los trabajadores, que los hacían trabajar hasta muy tarde, que no los respetaban, que tenían que utilizar pañales por la falta de baños y lo extenso de los recorridos. Todas esas cosas lo tenían muy mal”, explicó la mujer. Asimismo, añadió: “Me han llegado comentarios que a él lo despidieron por parlante, humillándolo ante todos los trabajadores. Nadie en el mundo quisiera que lo despidieran por un parlante, sino que a la cara, personalmente en una oficina. Esa es mi mayor pena, su humillación”.[/cita]
Pero esa no fue la única advertencia que hizo durante esos días Marco Antonio Cuadra. Patricio Ponce, presidente del sindicato Nº 2 de Redbus, habló por teléfono con él en la mañana del último jueves antes de los hechos. “Nos íbamos a juntar el viernes para empezar a aterrizar y darle prioridad a su denuncia. Pero él me dice que mejor no nos juntáramos porque quería preparar algunas cosas y que iba a dejar la embarrada el lunes en la empresa. Yo le dije que mejor fuéramos a la Inspección del Trabajo a apurar a los fiscalizadores, pero él me respondió ‘no, Pato, quédate tranquilo, me van a conocer ahora, van a ver de lo que soy capaz’”, cuenta hoy el dirigente.
El lunes 2 de junio, poco antes de las seis de la mañana, Marco llegó hasta las dependencias del terminal central de Redbus en Avenida El Salto. Poco antes de eso, Norman recibió en su celular un nuevo mensaje. Su compañero sindical le agradecía por haber sido un buen amigo y le avisaba que las llaves de su auto iban a quedar guardadas en tal lugar. Y sin que nadie reparara en sus actos, se roció con bencina y se prendió fuego. En la central de El Salto, no muchos conocían a Marco, ya que día a día él iniciaba sus recorridos desde el terminal en calle Colo-Colo, y cada mañana, a las 5:00 a. m., se subía a una de las máquinas de los recorridos D12 y D6 para cumplir sus funciones.
A esas horas, el conductor Patricio Luengo acababa de subirse a su micro. De pronto vio a una persona que corría por el patio del terminal envuelta completamente en llamas. Rápidamente retiró el extintor que traía el vehículo en un compartimento y se bajó para prestar socorro. Pero Marco corrió lejos hasta llegar a la entrada principal. Fue recién entonces que los demás choferes pudieron apagar el fuego, lo cubrieron con sus chaquetas y llamaron a una ambulancia. Alguien, nadie sabe quién, sacó su celular, encendió la cámara y en voz alta le preguntó por qué había hecho eso. “Por nuestros compañeros. Cómo abusan, no nos pagan la quincena, nos echan a los sindicalistas, nadie dice nada. Hasta cuándo, compañeros”, respondió, con la voz entrecortada, el hombre cubierto completo por cenizas. Ese video circula hoy en Internet aunque muchos medios no lo han recogido por la crudeza de sus imágenes.
Padre de dos hijos, Marco Cuadra era fanático de muchas cosas. Amaba la pesca, con lo que justificaba repentinas salidas a la playa y a Rapel. Era bueno para el fútbol y cruzado de corazón. Sus amigos aseguran que no se perdía el concierto de ninguna banda de rock que fuera de renombre. Iron Maiden y Pink Floyd, sus favoritas.
Durante casi veinte años trabajó como conductor del transporte público. Primero al volante de las gigantes amarillas. Luego, en octubre de 2011, se integró al personal de la empresa operadora del Transantiago, Carbus Urbano, una de las subsidiarias de la multinacional francesa de transporte público y privado Veolia Transdev, con operaciones en más de 20 países. Pero el 1 de junio de 2012, los recorridos, las máquinas y los trabajadores de Carbus fueron absorbidos por otra empresa de la compañía extranjera: Redbus Urbano. Sin embargo, se determinó que la operación no implicaría alteraciones a las condiciones laborales, “esto es, mantendrá su antigüedad laboral, sus condiciones económicas, su afiliación sindical”, según señaló entonces el comunicado difundido por la gerencia de recursos humanos. Hoy, Redbus cuenta con alrededor de 2.400 trabajadores.
De esa forma, el sindicato Nº 2 de Carbus, en el que participaban Marco Antonio Cuadra como presidente, Norman Beisson como secretario y Luis Moya como tesorero, quedó intacto. Pero debido a la nueva composición de la empresa, la agrupación comenzó a codearse con los sindicatos ya existentes y que pertenecían a la nueva empresa titular. Fue así como Marco conoció a Patricio Ponce, a la cabeza del sindicato Nº 2 de Redbus. “Ellos empiezan a mirar para el lado y a ver las autonomías que teníamos nosotros como colectivo, inclusive en temas de dinero. Se sintieron incómodos. A ellos les retenían parte de los pagos, no les permitían hacer gestiones, no los reconocían como legítimos interlocutores. (Marco) trató muchas veces de ir a la empresa a exigir su autonomía y el derecho a que lo escucharan”, cuenta Ponce. Varios de los trabajadores aseguran incluso que quien mantenía –casi de forma exclusiva– las relaciones con la empresa, era otro miembro del directorio del sindicato.
Poco a poco, la situación se fue tornando cada vez más tensa entre los dirigentes sindicales de Carbus y la gerencia de Redbus. Durante ese período, Cuadra y Ponce estrecharon vínculos. En una oportunidad, los trabajadores decidieron organizar una visita para entregar a sus colegas de Valparaíso apoyo moral y algunos menesteres, tras el incendio que arrasó con la ciudad puerto el pasado 12 de abril. Salieron a las siete de la mañana, Marco Cuadra iba incluido en las filas. Ponce cuenta que aquella fue una experiencia muy fuerte para él porque terminó de entender de qué era capaz un sindicato bien organizado. “Pato, me gusta este tipo de cosas que están haciendo y me alegra conocerte de esta forma”, le dijo en un momento en que ambos se separaron del grupo y se detuvieron en un local a compartir una cerveza. “Yo le dije que lo que quería era que se volviera independiente, autónomo, que trabajara por sus asociados”, agrega el dirigente.
Para el 1 de mayo, el sindicato Nº 2 de Redbus organizó para sus asociados una tremenda fiesta en un local arrendado. “Ellos tuvieron que andar de rodillas para poder hacerles un asado a sus afiliados”, cuenta Ponce. Así, poco a poco, comenzaron a desbordarse los ánimos.
Finalmente, el 23 de mayo, la empresa presentó una demanda ante la Corte de Apelaciones de Santiago para conseguir el despido y consecuente desafuero sindical de los dirigentes Marco Antonio Cuadra y Luis Moya. El documento presentado por Redbus señala que ambos “desde diciembre de 2013 en forma reiterada se han negado a prestar los servicios contratados, en efecto, llegan a su lugar de trabajo, marcan la entrada y se niegan a trabajar, esto es se niegan a conducir el bus que se le ha asignado, alejando que son dirigentes sindicales y que en tal calidad no conducen, quedándose sentados o retirándose del lugar de trabajo, en otras ocasiones simplemente no marcan la entrada o no concurren a su trabajo, o bien, conducen menos del tiempo programado bajándose de la máquina sin autorización alguna, dejándola abandona en el terminal”. Sin embargo, compañeros de los afectados, descartan absolutamente las acusaciones.
Según los propios trabajadores, incluido Luis Moya, al momento de presentar esta demanda, la empresa les informó vía oral a él y a Marco que estaban despedidos, o al menos eso fue lo que ellos entendieron. No fue sino hasta que consultaron a la Inspección del Trabajo que comprendieron que aquello no podía ocurrir antes de que la Corte así lo dictaminara. Sin embargo, Moya asegura que, durante los días siguientes, a ambos se les impidió el ingreso al terminal.
El lunes 2 de junio, a eso de las ocho de la mañana, Marco Cuadra fue trasladado de urgencia al Hospital San José. Tenía el 85% de su cuerpo quemado, así como fallas múltiples en varios de sus órganos. Así y todo, logró sobrevivir 25 días más. El viernes pasado, faltando diez minutos para la una de la madrugada, falleció producto de las lesiones.
Irónicamente, cinco días después de que Marco se rociara con bencina, Redbus decidió retirar la demanda en su contra. El documento señala que ello fue “atendido el mérito de los antecedentes, en especial, que la presente demanda no ha sido notificada a don MARCO ANTONIO CUADRA SALDÍAS”. En tanto, Luis Moya y Norman Beisson presentaron su renuncia a la empresa y hoy no trabajan allí.
Mara Boy, la esposa de Marco Cuadra, aseguró en entrevista exclusiva a la web sindical.cl que la decisión de su marido tuvo que ver con un tema de cuánto pueden calar las injusticias en el corazón de una persona. “Veía con mucha rabia a los abuelitos, y en general a todos los trabajadores, que los hacían trabajar hasta muy tarde, que no los respetaban, que tenían que utilizar pañales por la falta de baños y lo extenso de los recorridos. Todas esas cosas lo tenían muy mal”, explicó la mujer. Asimismo, añadió: “Me han llegado comentarios que a él lo despidieron por parlante, humillándolo ante todos los trabajadores. Nadie en el mundo quisiera que lo despidieran por un parlante, sino que a la cara, personalmente en una oficina. Esa es mi mayor pena, su humillación”.
En el sitio web de la Dirección del Trabajo, están consignadas las multas que ha recibido Redbus por prácticas antisindicales. El 12 de agosto de 2013, la empresa fue multada por 90 UTM debido a “la separación ilegal de trabajador con fuero sindical y posterior actitud contumaz una vez que fiscalizador informa respecto a imposibilidad de separar sin previa autorización judicial”. El 4 de enero de 2012, se le aplicó una sanción de 100 UTM por la “separación ilegal de un trabajador con fuero”. Y el 1 de julio de 2009, se le multó también por la misma suma por la “separación ilegal de trabajador amparado con fuero”. Tanto por estas sanciones como por el caso de Marco Cuadra, quisimos comunicarnos con la empresa. Sin embargo, no contestaron las llamadas ni los correos enviados.
Para el próximo jueves 3 de julio, la Coordinadora de Trabajadores del Transantiago ha convocado a un paro del gremio, instando también a participar en las movilizaciones a los demás trabajadores, estudiantes universitarios y secundarios, y a los movimientos sociales en general. “Por un nuevo Código Laboral hecho por y para los trabajadores, fin a las prácticas antisindicales, compañero Marco Antonio presente…”, serán las consignas.