El Premio Nacional de Historia puso el acento en que «las tres constituciones que hemos tenido han sido manipuladas de tal manera que hemos quedado en lo mismo que había antes, y la ciudadanía quedó frustrada respecto de las expectativas generadas en estas coyunturas constituyentes».
«Si hay crisis de representación, significa que la clase política no está en condiciones de resolver los problemas y que nosotros no creemos que los vaya a resolver, eso significa que nosotros tenemos que resolverlos».
Esta frase es parte de la reflexión hecha por el Premio Nacional de Historia (2006), Gabriel Salazar, respecto de la crisis de legitimidad que afecta al Gobierno y al Parlamento.
En entrevista a Radio Villa Francia, el académico asegura que en las anteriores crisis de representatividad ocurridas en la historia de Chile, la disputa se ha saldado a favor de la élite gobernante, «lo que ha impedido que haya habido una sola asamblea constituyente en toda nuestra historia».
«Los ciudadanos y los grupos que representan a la clase popular, deberíamos buscar otra forma de hacer valer nuestra voluntad, porque solamente desfilando, reclamando, protestando en la calle no avanzamos nada. Llevamos 200 años haciendo eso. Si seguimos reclamando de esa manera, solamente con reclamos en la calle, sabiendo que existe esta reja que está desviando toda la atención, yo creo que no estamos avanzando nada», señala Salazar.
«Los estudiantes se están movilizando desde 2001 y ahí están todavía marchando. No hemos avanzando nada respecto de cómo nosotros imponemos un proyecto educativo que sea netamente popular, organizado y construido por nosotros mismos», acota
Consultado respecto a qué método distinto a las manifestaciones podría resultar, el historiador apunta a que «tenemos que sentarnos en distintos tipos de asambleas locales, a construir nuestras propuestas, que pueden ser proyectos de ley, de Constitución política, proyectos locales, de valles como el Huasco. Cuando tengamos esas propuestas, la solución en la mano, tenemos que imponerlas por las vías que sean más expeditas. Eso es más efectivo que desfilar en la calle para pedir que la clase política o los milicos resuelvan el problema».
«Lo primero, es el ejercicio de poder y de soberanía popular ciudadana. Lo segundo, el viejo peticionismo de masas sociales que piden en la calle, que no resuelve nada», declara.
«Pero si seguimos pidiendo y reclamando en las calles, que la clase política resuelva, no vamos avanzar un paso y no vamos a llegar a controlar el proceso constituyente», insiste el Premio Nacional de Historia. Al respecto, repara en que «lo importante del ‘proceso constituyente’, del que habló la Presidenta Michelle Bachelet, es que sea controlado por la ciudadanía y por la clase popular. Porque si lo controla la clase política existente ahora, vamos a quedar exactamente en lo mismo».
Y añade: «La historia muestra que esto siempre ha sido así. Las tres constituciones que hemos tenido han sido manipuladas de tal manera que hemos quedado en lo mismo que había antes, y la ciudadanía quedó frustrada respecto de las expectativas generadas en estas coyunturas constituyentes. Si no aprendemos a imponer nuestras soluciones, nuestras propuestas, no vamos a lograr controlar el proceso constituyente. No sacamos nada con estar gritando en la calle: “Asamblea constituyente, asamblea constituyente!”, porque incluso lo que vamos a conseguir, es que los políticos la organicen y eso va a significar que vamos a quedar igual que antes».
Recuerda que «durante los cien años del siglo XIX la clase política operó sola en el Estado, sin ciudadanos. De hecho, se estaba viviendo una crisis estructural de representación, porque la ciudadanía fue negada, fue manipulada, a través del cohecho, de la manipulación de las urnas electorales. La del siglo XIX fue una clase política sin ciudadanos. Y a comienzos del siglo XX, cuando ya comienzan a aparecer los ciudadanos como tales, se produce una primera y enorme crisis de representatividad. Esto ocurre entre 1910 y 1925, aproximadamente. Es el periodo en que Luis Emilio Recabarren asume para que sea el pueblo el que tome la sartén por el mango, gobierne y dicte la Constitución».
«La segunda gran crisis de representatividad fue más menos entre 1947 a 1952, que fue un desprestigio de toda la clase política. Por eso las masas populares votaron por la virtual dictadura de Carlos Ibáñez del Campo, cuyo Gobierno no resultó, porque finalmente no se la pudo. Esa es la verdad. En la época de Recabarren la ciudadanía fue engañada por Arturo Alessandri Palma. A mediados del siglo XX la ciudadanía pensó que el general Ibáñez del Campo iba a resolver la crisis de representatividad con la escoba, esto es: barriendo con los políticos. Pero no lo hizo», subraya.
«Hoy día tenemos la tercera oportunidad y esta vez no podemos equivocarnos ni esperar que venga un salvador tipo Ibáñez a resolver los problemas. Si no los resolvemos nosotros, vamos a quedar exactamente igual que antes», concluye.