Franz Bäar y su esposa aseguran que el criminal de guerra Walter Rauff era un asiduo visitante de la colonia. Junto a ellos habrían estado allá un ayudante de Werner von Braun y también un científico apodado “Pancho”, quien trabajó en la producción de gases venenosos. El nombre de pila coincide con el de Francisco Oyarzún Sjoberg, quien produjo gas sarín para la DINA.
Durante muchos años se ha especulado acerca de las supuestas asesorías que el más célebre criminal nazi que hubo en Chile, Walter Rauff, habría prestado a la DINA y a la Colonia Dignidad. Las primeras denuncias respecto de la asociación de Rauff con la policía secreta de Pinochet surgieron de dichos efectuados a fines de los años 70 en Viena por el “cazanazis” Simon Wiesenthal, quien, sin embargo, no pudo probarlos. Hasta hoy, lo único objetivo a nivel documental que existe al respecto es un reporte de la CIA que lo sindica como tal, en el contexto de un extraño episodio que vivió el primer rector de la Universidad Diego Portales, Manuel Montt, quien fue acusado (en 1977) ante el gobierno de Estados Unidos de preparar un atentado en contra del presidente James Carter.
Frente a ello, existe un reporte de la CIA que asegura que dicho antecedente fue entregado al BND (el servicio secreto alemán) por parte de un informante de dicho organismo en Chile, y al respecto lo norteamericanos suponían que se trataba de Walter Rauff o de otro ex oficial nazi, Enrique Pschold. Cabe mencionar que, como lo reconoció hace un par de años el BND, Rauff fue captado como agente de dicho servicio a inicios de los años 60, en Chile, aunque –según los 13 documentos que hasta el momento se han desclasificado al respecto– dicha cooperación solo habría llegado hasta 1963 (cabe recordar que Rauff fue objeto de un juicio de extradición en 1962).
Sin embargo, sobre la presencia de Rauff en Colonia Dignidad, el ex colono Franz Bäar y su mujer Ingrid Szurgelies aportan ahora los primeros testimonios al respecto, aseverando que Rauff era un hombre muy conocido al interior del enclave, al punto que tenía un apodo: “Lindes”, el que recibió debido a que –a juicio de los colonos– se parecía a uno de ellos, de apellido Lindemann, aunque Franz aclara que “yo sabía que se llamaba Walter Rauff”.
De acuerdo a Bäar, Rauff –quien fue el creador de las famosas “cámaras de gas móviles”, y luego jefe de la Gestapo en el norte de la Italia ocupada por los nazis– era un “especialista en armas”, que además enseñaba un tipo de karate especial, mezclado con judo, a los integrantes de la seguridad de la colonia.
Otro nazi famoso era el ex mayor de las SS Gerhard Mertins –ver “El conejillo de Indias de Colonia Dignidad (I)”–, uno de los mayores traficantes de armas que ha existido en el mundo y buen amigo de otro asociado de Schäfer: el recientemente fallecido jefe de la DINA, Manuel Contreras.
Mertins era dueño de Merex, sigla de “Mercedes Export”, la firma de armamentos que creó a mediados de los años cincuenta y la cual tenía como sus agentes en América Latina a nazis como Klaus Barbie, Hans Rüdel o Walter Rauff.
Por cierto, estos nuevos antecedentes permiten presumir que Rauff pudo haber sido uno de los relatores de un curso de inteligencia que la DINA realizó para su personal al interior de la colonia en diciembre de 1974, donde quien expuso era un germanoparlante que había combatido en la Segunda Guerra Mundial, a juzgar por los documentos que la policía recuperó desde el enclave en 2005, entre ellos un cuaderno con los apuntes de ese curso, en el cual –entre otras cosas– se leía que “los prisioneros de guerra (durante la Segunda Guerra Mundial) a menudo no sabían con quiénes estaban, porque la SS se parecía mucho a los paracaidistas. Hablaban de puro miedo. Pensaban que los iban a matar”. Del mismo modo, el “profesor” de ese curso contó que “en 1929 había más mujeres nazis que hombres” y que “en Rusia nos atacó la primera división femenina de Ucrania, 12.000 mujeres infantes, en total eran más de 30.000 mujeres”.
En coherencia con lo señalado por Bäar, en orden a que Rauff enseñaba karate, el instructor del curso para los DINA señaló a estos, siempre hablando de las mujeres, que “en el karate dan patadas rápidas como un rayo, uno ni se da cuenta de dónde llega la patada. En la Armada había 4 agentes, excelentes en Karate. Manejaban sus piernas con una rapidez que uno no sabía de dónde venían las patadas. Y porque la planta del pie es más pequeña, la patada llega más al fondo. Yo recibí una vez una patada de una mujer en la región cardíaca, casi vomité. Son increíblemente rápidas, como gato”. Un dato nada menor es que, antes de ingresar a las SS, Rauff había sido oficial de la Kriegsmarine, la Armada alemana.
El instructor además tenía conocimientos acabados de técnicas de tortura, como las que usó la Gestapo: “No se debe moler a golpes al detenido, ni aplicar demasiada corriente. Tampoco poca corriente, en este caso inhala, recibe la corriente y luego exhala”.
En la página 7 del mismo curso se señala que “Lindes ha visto ya tres veces a Tomás Solís –pero hasta que se da aviso a Carabineros ya se ha ido”. “Lindes”, por cierto, ya sabemos, habría sido Rauff, de acuerdo al testimonio de los Bäar, mientras que Tomás Solís sería Tomás Solís Nova, quien hasta 1973 era diputado del Partido Comunista por Concepción.
En los archivos desclasificados de Colonia Dignidad existen ocho fichas sobre el ex nazi Cornelius Elmar Krieg Marbeck, quien vivía en la Quinta Aday, en Chiguayante (comuna aledaña a Concepción) y quien habría estado a cargo de un grupo paramilitar que habría operado en Concepción después del 11 de septiembre de 1973, según las mismas fichas. En ellas se lee que trabajó en Asmar y también aparece una tarjeta de Forestal Arauco con su nombre y el cargo de “Jefe Depto. Mantención y Reparaciones”. En una de las pocas declaraciones que Paul Schäfer prestó ante la justicia, reconoció que conoció a Krieg “pues perteneció al Ejército alemán; incluso colaboró con la DINA o la CNI”.
[cita] En coherencia con lo señalado por Bäar, en orden a que Rauff enseñaba karate, el instructor del curso para los DINA señaló a estos, siempre hablando de las mujeres, que “en el karate dan patadas rápidas como un rayo, uno ni se da cuenta de dónde llega la patada. En la Armada había 4 agentes, excelentes en Karate. Manejaban sus piernas con una rapidez que uno no sabía de dónde venían las patadas. Y porque la planta del pie es más pequeña, la patada llega más al fondo. Yo recibí una vez una patada de una mujer en la región cardíaca, casi vomité. Son increíblemente rápidas, como gato”. Un dato nada menor es que, antes de ingresar a las SS, Rauff había sido oficial de la Kriegsmarine, la Armada alemana. [/cita]
Asimismo, en otra de esas fichas se señala que –según “Lindes”– Krieg “viene de una familia de guardabosques de Alta Baviera. Padre: católico; madre luterana. K. hizo su bachillerato en el monasterio San Blas y posteriormente estuvo con el almirante Canaris” (el mítico jefe del Abwehr, el servicio de inteligencia militar alemán). Aquí el asunto entra en una zona nebulosa. De acuerdo a una declaración prestada el 24 de agosto de 2005 por el jefe de la inteligencia de la colonia, Gerd Seewald, al ministro en visita Jorge Zepeda, “Lindes” era Krieg, pero Franz Bäar es terminante al respecto y asevera que Seewald derechamente le mintió al juez.
–Lindes era Rauff. Se hablaba de un tal Krieg, yo escuché mucho ese apellido, pero nunca lo vi –retruca Bäar, cuya información ha sido de suma importancia en diversos procesos, incluyendo la captura de Paul Schäfer.
En coherencia con lo anterior, un profesional penquista que lo conoció mucho, y que pide reserva de su identidad, asevera que “Elmar” efectivamente sabía de armas, pero “en caso alguno de inteligencia”, dado que en el ejército alemán se había desempeñado como mecánico.
Otro de los peculiares personajes que llegaban de cuando en cuando a la colonia era un ex nazi de apellido “Röehling”. Ingrid y Franz nunca conocieron su nombre de pila, pero el primero dice que pasaba mucho tiempo en la colonia, aparentemente trabajando en temas científicos, y agrega un antecedente: que ese hombre, en Alemania, trabajó con Werner von Braun, el creador del sistema de cohetería nazi y, posteriormente, el “padre” de la carrera espacial norteamericana.
De acuerdo a las dos fichas de Colonia Dignidad a nombre de Richard Röehling Vostarek, que fueron desclasificadas en 2014, este efectivamente habría sido ayudante de Von Braun y habría construido “la ojiva de dirección del cohete V-2”.
La ficha agrega que “después de terminar la Segunda Guerra Mundial, Röehling quería emigrar a Australia. Un día antes de salir su barco, fue detenido por infringir el toque de queda y la policía militar americana no lo dejó en libertad. Se lo llevó a EE.UU., pero la vida ahí no le gustaba mucho y después emigró a Chile”.
Radicado en Temuco, “tiene un pequeño taller de electricidad. Las industrias y universidades del sur mandan a buscarlo siempre que haya trabajos difíciles que ejecutar”. Pese a ello, la ficha destacaba que “ROEHLING no es un hombre de negocios. Está contento con tener éxito en su trabajo –no es capaz de exigir una remuneración adecuada por lo que hace. Su hobby es construir helicópteros. Actualmente está trabajando en el proyecto de un helicóptero con motor VW para una persona. Por su mala situación financiera, su trabajo en construir helicópteros no avanza sino lentamente. Todas sus ganancias las emplea en sus experimentos”.
Otro misterioso personaje de la colonia fue “el científico, Pancho, Francisco”, señala Franz, agregando que según sabían este misterioso “Pancho”, que trabajaba en Famae (de acuerdo a lo que él escuchó), prestó servicios en Dignidad produciendo compuestos y gases venenosos (como el sarín); exactamente lo mismo que hizo en Santiago la Brigada Quetropillán de la DINA, a cargo de Michael Townley, en cuya casa cuartel de Lo Curro laboraban dos científicos: el asesinado Eugenio Berríos y un “Pancho”: Francisco Oyarzún Sjoberg, actualmente radicado en Estados Unidos, quien relató en la investigación por el asesinato de Berríos que él logró crear sarín para la DINA “en una cantidad que estima en 300 a 400 mililitros, cantidad que es suficiente para producir la muerte de muchas personas, teóricamente más de mil”. Según se lee en el expediente, Oyarzún “indica que dicho gas es un líquido aceitoso de alto punto de ebullición y por lo tanto baja tensión de vapor, que se puede utilizar en caso de guerra, como atomizador formando una nube y para un caso puntual, basta con aplicar una gota en la piel”.
No obstante, Oyarzún nunca fue interrogado sobre si estuvo en Dignidad, aunque llamativamente, entre las fichas de la colonia (que almacenaba información de sus enemigos y de sus amigos también) existe una a nombre de “Francisco José Oyarzún”, confeccionada con recortes de un ejemplar de la Revista del Domingo, del 15 de abril de 1984, en las cual se relataba la historia de amor de los padres del químico, Francisco José Oyarzún y la sueca Beritha Sjoberg, texto que terminaba diciendo que “hoy la pareja lleva 36 años y medio de feliz matrimonio en blanco y negro. De la mezcla nació un hijo ‘café con leche’, que ahora vive en Los Angeles y lucha por obtener un doctorado en biomatemáticas”.
Para Franz el tema de las armas químicas de la colonia no es desconocido. Relata que estas se fabricaban en un subterráneo donde mezclaban los gases y que él sabía que en ese tiempo tenían venenos que se aplicaban en spray (como lo describió Oyarzún) y en polvos. Cabe recordar que existe a lo menos un fallo judicial en que está acreditada la aplicación de un químico basado en organofosforados (semejante al sarín), en el homicidio del agente de la DINA Miguel Becerra, quien quiso huir de Dignidad, donde estaba asignado.
En medio de las maniobras destinadas a elaborar venenos, Bäar relata que un colono (Gerhard Schafrik) tuvo que ser llevado de urgencia al hospital, al intoxicarse con los químicos que se encontraba manejando.
No obstante, no fue la única víctima. Los ex colonos están convencidos de que el ex jerarca Alfred Schaak, quien representaba a Dignidad en Alemania y que estaba a cargo de las compras de armas y químicos en Europa, fue envenenado con sarín, pues “Schaak se convirtió en un peligro”.
Y más allá de la especie difundida por años en la colonia, en orden a que las armas eran para defenderse de los “comunistas” en la época de la UP, Bäar precisa que Schäfer acopiaba venenos “para eliminar a algunos empresarios, a comunistas y también a algunos de la jerarquía de la colonia”.
Sobre lo último, Franz asevera que “aquí eliminaron gente de la propia colonia, enfermos”, como Helmuth Schafrik, al cual –según la versión que le fue confiada a Bäar– “le aplicaron una inyección”. Del mismo modo, Ingrid dice tener la certeza de que algo semejante sucedió a una hermana de Gertrud Laube, la cual estaba hospitalizada y todos los días su hija la iba a ver para llevarle flores, pero le decían que estaba durmiendo, en circunstancias que todos sabían ya que había muerto hacía varios días, por la acción de algún veneno.
A ello se suma el caso de la joven Ursula Schmidtke, fallecida en los años sesenta, la cual según Ingrid fue muerta porque en la colonia pensaban que era una joven a la “que le gustaba mirar a los chicos, es normal, pero eso no fue bien visto por lado de Schäfer. Schäfer siempre necesitaba víctimas a las que retar, golpear, aislar, y ella fue una de esas víctimas”.
Junto con las armas químicas, como es conocido, acopiaban y fabricaban armas de fuego, bajo la excusa, una vez más, de Allende.
–Primero fabricamos armas. Yo ayudé a fabricar armas –señala Szurgelies muy seria, detallando que todos los días debía ayudar a lijar unos tubos (cañones) que se trabajaban en la maestranza, aunque ella no sabía de qué se trataba, hasta cierto día en que vio cómo juntaban los tubos con otros trozos de metal que se trabajaban allí.
–Se veía muy bien un arma con un trozo para ponerse en el hombro –cuenta en su español que confunde los tiempos verbales, aludiendo a los fusiles que allí se armaban y que, como está documentado en distintas causas judiciales, fueron exhibidos el 20 de agosto de 1974 a Augusto Pinochet, en una visita privada que hizo a la colonia ese día, junto a Manuel Contreras.
Además de ello, fabricaban uniformes verde olivo, semejantes de los del Ejército, pero más oscuros, que utilizaban los colonos, quienes se mezclaban con traficantes y agentes de inteligencia de otros países en todo este entramado. Los tubos a los que alude Ingrid, por ejemplo, llegaban desde una fábrica de metales de Sao Paulo, mientras que parte de la instrucción de tipo comando que posteriormente recibieron varios colonos fue entregada –dice Franz– por paracaidistas alemanes que llegaron junto con la delegación del ex ministro presidente de Baviera, Franz Josef Strauss, el más férreo defensor que la colonia tuvo en Alemania, junto al traficante de armas Gerhard Mertins.
Uno de los episodios más oscuros de la colonia es el relacionado con el operativo de Cerro Gallo, una suerte de batida a fondo en contra de supuestos guerrilleros que habrían sido detectados en el cerro de dicho nombre, ubicado muy cerca de la colonia, y que significó una inmensa movilización de militares a esa zona. Durante años, esta operación fue negada, pero con la liberación de las fichas de inteligencia de la colonia quedó claro que se realizó entre el 15 y el 16 de marzo de 1974, que actuaron Schäfer y sus huestes, y que participaron unidades militares de Talca, Linares, Chillán y Concepción, apoyadas por helicópteros. No obstante, nunca se ha podido comprobar si dieron con los presuntos guerrilleros y, de ser así, qué sucedió con ellos.
-Yo vi a un tremendo grupo de 300 o 400, no sé cuantos fueron, militares que rastreaban el otro lado del Cerro Gallo –recuerda Franz, quien asevera que, según supo, el operativo se había organizado en función de una llamada radial interceptada por los alemanes, a partir de la cual habrían ubicado a un presunto grupo de guerrilleros comunistas “en posición” en el cerro.
No obstante, allí no los encontraron, pero Baar asevera que sí dieron con un grupo de personas que se encontraba en el sector de El Durazno, contiguo al Cerro Gallo.
–Fue una “limpia” de El Durazno –afirma en su imperfecto español, explicando que él veía cómo el helicóptero “se lanzaba abajo del Durazno”, en busca de presuntos comunistas que habrían vivido o estado allí.
De hecho, está seguro de que las personas que habrían residido en ese sector fueron eliminadas y agrega otro dato: que –según señala– la colonia utilizó uno de sus aviones, un Cessna comprado en Estados Unidos, para lanzar cuerpos de detenidos desaparecidos al mar.