«Al fin llegamos a puerto: para evitar la violencia, jugamos sin público. Sólo queda un paso más allá: no jugar. Estamos en el umbral de la suspensión total. La muerte del fútbol profesional en Chile. Bonita manera del gobierno para tapar la inoperancia estructural de Estadio Seguro y el señor ‘no tengo explicación para nada’ José Roa», escribió el periodista.
Para muchos lo ocurrido ayer en el partido entre Colo Colo y Wanderes en Valparaíso es el reflejo mismo de un fútbol chileno que parece ver el ocaso. «Estamos en el umbral de la suspensión total. La muerte del fútbol profesional en Chile», escribió el periodista deportivo Juan Cristóbal Guarello, en su última columna, en la que critica la reciente apuesta del Gobierno para controlar los desmanes en los partidos: jugar sin público.
«En tema de las idioteces que día a día pudren el fútbol chileno, siempre hay alguien dispuesto a subir la apuesta. Si lo de Playa Ancha parece una mano ganadora de la violencia de las barras bravas, la ineptitud de Estadio Seguro y el nulo margen de maniobra de Carabineros, ahora el gobierno pone sobre la mesa una verdadera escala real de la imbecilidad extrema: señaló Antonio Frey, subsecretario de prevención del delito, que desde ahora en adelante los partidos de alta complejidad se jugarán sin público.
Hay que reconocer que es difícil superar esta última apuesta. Al fin llegamos a puerto: para evitar la violencia, jugamos sin público. Sólo queda un paso más allá: no jugar. Estamos en el umbral de la suspensión total. La muerte del fútbol profesional en Chile.
Bonita manera del gobierno para tapar la inoperancia estructural de Estadio Seguro y el señor “no tengo explicación para nada” José Roa.
Fue una linda tarde la del domingo. Cuando uno cree haberlo visto todo, siempre hay algo que lo sorprende. Como dice César Aira: “Hay cosas que sólo suceden en la realidad”. Claro, no sólo la batalla campal, carcelaria y multitudinaria en la cancha del Elías Figueroa, no sólo la suspensión del partido que definía al campeón, no sólo el saqueo y vandalismo que destruyó hasta los arcos del estadio, faltaba una guinda, un muñeco que coronara la torta de boñiga que fue este partido: los jugadores de Colo Colo salieron al campo a celebrar el título alborozados. Ése césped que todavía tenía casquillos de pistolas, ese lugar donde no quedaba nadie porque la gente debió huir despavorida por los incidentes.
No todos claro, rescato unos cuantos que mantuvieron la calma ante la impostura, pero, increíble lo de Gonzalo Fierro, hablando de que el “año pasado perdimos acá y ahora salimos ganadores” ¿En serio? ¿En qué momento se jugó el partido? ¿En los camarines? Colo Colo es campeón y lo demás, lo que casi fue una tragedia, no importa.
Era el momento de la mesura, de postergar algunas horas los festejos por decencia, pero está visto que ya no hay lugar para un mínimo de sentido común. Incluso un par de animadores de televisión se sumaron al colectivo bobo y daban saltos para la cámara.
Ni hablar de Aníbal Mosa. Muerto de la risa, pidiendo que lo dejaran tocar la copa “un poquito”. Triste presidente tiene Colo Colo, cuyo único brillo es el sol en su incipiente calva de fraile; sólo el poder del dinero pudo llevar a este hombre sin mérito a la cabeza de un club tan grande.
Ante los destrozos, la vergüenza y la estupidez llevada al nivel de arte, y los tontos que justifican el derecho de celebrar aunque sea sobre el cuerpo moribundo de nuestro fútbol, recuerdo algo que Unamuno les dijo a los franquistas: “Me parece inútil pediros que penséis en España…”. Bueno, señores, pues a mí me parece inútil pediros que penséis en el fútbol chileno».
*»El póker de los idiotas», por Juan Cristóbal Guarello, en ChileAs.