«Don Jaime (Anguita) me ve baja la ventanilla y yo le reclamé que me había pagado menos dinero, y él me amenazó diciéndome que me quedara callado y que mi vida a él le costaba sólo el precio de una bala”, declaró el carpintero.
José Pérez Mancilla, autor confeso del asesinato de Viviana Haeger en junio de 2010, presentó su declaración el lunes pasado en las dependencias de la Brigada de Homicidios de Osorno de la PDI.
El carpintero será formalizado hoy por el delito de homicidio calificado.
En su testimonio, Pérez detalla que asfixió a la mujer con una bolsa y que ella «opuso muy poca resistencia, no tuve que pegarle, sólo la sujeté y la controlé con mi peso, porque era muy flaquita. Tomé el cuerpo y con la ayuda de un choapino lo trasladé hasta la puerta del entretecho que está en el mismo dormitorio, la que tenía solo un pequeño pestillo que la cerraba. Una vez ahí me metí yo primero y luego la tomé por debajo de las axilas, con la cabeza adelante cerca de mi pecho, empezando a avanzar, caminando yo hacia atrás, pisando las vigas, arrastrándola”.
“La llevé casi al final del entretecho y sacudí el choapino. En seguida, tomé una filmadora que estaba sobre un mueble, una cámara fotográfica y una caja metálica de color rojo, que estaba al lado de la cámara, la cual también tomé y me la llevé, echándolas en una mochila negra”, agrega.
“Posteriormente salí de la casa por la puerta que da al estacionamiento, dejándola cerrada y me fui caminando por su entrada (…) me bajé en una galería cerca del casino y ahí tomé otro bus hacia Pto. Montt”, relata.
“Siguiendo las instrucciones de Jaime Anguita, me trasladé hacia un centro de llamados ubicado en calle Varas. Al ingresar me dí cuenta que estaba atendiendo un joven a quien le pedí una llamada, diciéndole el teléfono de don Jaime Anguita”, acota Pérez.
“El joven enseguida me pasó la llamada a una cabina donde le dije a don Jaime lo que él me había pedido, es decir que su señora estaba en peligro, luego de lo cual él me cortó el llamado, que era precisamente lo que él me dijo que iba hacer. Posteriormente tomé un colectivo y me trasladé a mi casa (…) revisé la mochila, procediendo a abrir la caja metálica, la cual tenía en su interior un anillo de oro, unas perlas de fantasía y varios papeles. Ese día boté la caja con las perlas y los papeles, dejándome sólo el anillo, junto con la cámara de video, y la cámara fotográfica, las que mantuve en mi poder por casi una semana”, recuerda.
“Recuerdo que esa noche casi no pude dormir porque se me venia a la mente la cara de doña Viviana”, confiesa.
Tal como lo consigna La Tercera, Pérez era trabajador en la constructora donde Anguita era su superior y habría realizado labores de este tipo en su casa particular, ubicada en el Parque Stocker, en Puerto Varas.
“A los dos días fui a la constructora esperando el pago ($ 5 millones, pero le adelantó sólo $2 millones, de acuerdo a su versión). Don Jaime cuando me ve baja la ventanilla y yo le reclamé que me había pagado menos dinero, y él me amenazó diciéndome que me quedara callado y que mi vida a él le costaba sólo el precio de una bala. Nunca más volví hablar con él”, concluye.