Autor de cuatro libros, poseedor de un doctorado que estudió gratis en Alemania, hace y deshace en la Fundación para el Progreso. Para algunos no es un think tank, sino un fight tank, un centro de batalla ideológico, más conocido por Axel Kaiser que por la labor que realiza. Lo importante es que tiene el respaldo de su principal financista, Nicolás Ibáñez, un hombre que puede enojarse con la autoridad si lo toca o aplaudirla si la sanción es para alguien a quien no le guarda simpatía.
Un libro de título casi tan largo como su segundo apellido -“La fatal ignorancia: la anorexia cultural de la derecha frente al avance ideológico progresista”- escrito por Axel Kaiser Barents-Von Hohenhagen, de nacionalidad chilena y alemana, y publicado en 2009, fue el link.
Nicolás Ibáñez lo leyó, quedó tan encantado que lo contactó, le contó que quería defender las ideas de la libertad y estaba dispuesto a meter mucha plata. El abogado de la Universidad Diego Portales, a los 30 años, iba a cursar un doctorado en Estudios Americanos en la Universidad de Heidelberg, pero no fue obstáculo para que fuera nombrado director ejecutivo de la Fundación Para el Progreso (FPP).
A cuatro años de su creación, la FPP es más conocida por Kaiser que por la labor que realiza. “Pretendía ser el tercer think tank de la derecha después del CEP y Libertad y Desarrollo, lo que no ha ocurrido, porque se ha personalizado en Kaiser”, sostiene el cientista político Carlos Martínez, asesor de empresas en medio ambiente.
La fundación está muy teñida por el posicionamiento público de Axel Kaiser”, afirma Marco Moreno, decano de la Facultad de Ciencias Políticas de la U. Central. Suele coincidir con dos investigadores de la FPP, Francisco Belmar y Jorge Gómez, en el programa “Esto es noticia” de UCV. “No veo en ellos una posición tan integrista como la de Kaiser. Creo que resienten un poco que se les asocie solamente a este señor”, sostiene Moreno, quien este martes debatió con Belmar y Gómez sobre el Caso Caval en el espacio de UCV.
Kaiser tiene una columna quincenal en El Mercurio, otra en el Diario Financiero, va a programas de televisión de canales grandes, seminarios y foros universitarios. Pone la cara donde sea, sin importarle las consecuencias. Escribe libros, cuenta con cuatro a su haber. Participa en concursos de ensayos y ganó el primer premio de la Sociedad Mont Pelerin, fundada por el premio Nobel de Economía Friedich Von Hayek y una suerte de exclusivo club, al que se entra por membresía y patrocinado por algún miembro, que reúne al pensamiento más radical del neoliberalismo económico.
Lo han catalogado como “el liberal pinochetista que ama la desigualdad” y se han hecho rankings con sus frases más destacadas. “Un país que busca satisfacer derechos sociales, inevitablemente entra en la senda de la decadencia y el conflicto”. “La educación, aunque el dogma de moda diga lo contrario, es un bien económico, y no un derecho”. “La envidia es el fundamento último del igualitarismo fáctico”. “La defensa a la Constitución de Pinochet es la máxima prioridad de todo líder político, intelectual y empresarial chileno que aspira, por su propio bien, el de sus hijos y el de sus compatriotas, a proyectar hacia el futuro el éxito de las pasadas décadas”.
[cita tipo=»destaque”]“Kaiser no pensó en un think tank, sino en un fight tank, un centro de batalla ideológico, muy confrontacional, en el que él juega un rol de propagandista”, afirma Ortúzar, quien mientras trabajó en la fundación estaba muy en desacuerdo, al igual que el resto del equipo, con las columnas que enviaba Kaiser a El Mercurio desde Alemania. “Eran muy poco académicas, muy gruesas, muy de batalla”, dice el antropólogo.[/cita]
Tiene en Ibáñez a un mecenas. Recibe un generoso sueldo, que bordearía los $14 millones mensuales. Si quiere viajar a alguna conferencia, se embarca sin problemas. Si necesita investigadores, los contrata.
Ibáñez es dueño de una fortuna cercana a los US$1.000 millones por la venta de sus acciones en D&S -dueña de los supermercados Líder y Ekono- a Walmart. Pudo darse el gusto personal de crear la FPP, a la cual en 2014 le donó $401 millones, según la página web de la fundación, y $145,5 millones en 2013. El otro donante es Dag Von Appen, vicepresidente de la fundación e hijo de Sven, con $120 millones y $145,6 millones, respectivamente.
De vacaciones hasta fines de febrero, Kaiser está inubicable, informaron en la fundación, por lo que no fue posible conversar con él.
Mientras cursaba su doctorado en Alemania -lo que le valió aclarar que se opone a la educación gratuita, pero no a las becas, porque se compite por ellas como lo hizo él-, la FPP contrató a una gerenta general, María Paz Reyes, que venía de la Segpres del gobierno de Piñera, para armar el proyecto. “Lo hizo con la visión de un centro de investigación, de perfil más académico. Entramos José Miguel Aldunate, abogado y filósofo de la UC; Marcel Oppliger, periodista que venía de La Segunda, y yo, antropólogo de la Chile”, cuenta Pablo Ortúzar, actual director de investigación del Instituto de Estudios de la Sociedad, con diez años de vida y financiado por 13 donantes, entre ellos, Juan Pablo Correa, su presidente, dueño de los Big John.
A mediados de 2014, Kaiser regresa a Chile y se produce un choque de visiones. “Observa, pregunta qué estamos haciendo y se da cuenta que no era la que tenía en mente. Pasa un mes sin ir a la fundación. Después, la gerente general conversa con el directorio y éste último decide que el equipo y Kaiser no son compatibles. El directorio se la juega por Kaiser y le da carta blanca”, prosigue Ortúzar.
A menos de seis meses de haber sido contratados los tres investigadores y la gerenta general renuncian. “No nos sorprendió la decisión del directorio, porque el proyecto lo habían pensado con Kaiser y no calzaba con lo que se había armado”, explica el antropólogo.
Además de Ibáñez y Von Appen la mesa de la FPP está compuesta por Alberto Eguiguren, abogado de cabecera de Ibáñez; Gerardo Varela, socio del estudio Cariola y columnista de El Mercurio; y Juan Conrads, hijo de uno de los fundadores de Inchalam.
“Kaiser no pensó en un think tank, sino en un fight tank, un centro de batalla ideológico, muy confrontacional, en el que él juega un rol de propagandista”, afirma Ortúzar, quien mientras trabajó en la fundación estaba muy en desacuerdo, al igual que el resto del equipo, con las columnas que enviaba Kaiser a El Mercurio desde Alemania. “Eran muy poco académicas, muy gruesas, muy de batalla”, dice el antropólogo convertido desde hace un tiempo en columnista quincenal de La Tercera, desde donde, a veces, le rebate a Kaiser.
El 15 de diciembre Ortúzar escribió sobre el “supremacista moral” de izquierda, al que catalogó igualmente ideologizado que Kaiser. “Alguien que, al igual que el izquierdista, condena a su adversario como un ser inmoral movido por envidia, intereses y bajas pasiones (…) El resultado práctico de este tipo de discursos ideológicos es la desfiguración del adversario hasta imaginarlo como sub-humano, si es que no como un demonio”.
La fundación tuvo otras bajas anteriores. Una de ellas fue la de uno de sus gestores, el historiador de la UC, Ángel Soto, invitado por Ibáñez casi al mismo tiempo que Kaiser. Lo mandó un verano a Washington para aprender a administrar un think tank, Soto se instaló en las oficinas del Cato Institute, un centro de pensamiento “libertario” como la FPP, asociado a los republicanos y conocido porque José Piñera es uno de sus “distinguished senior fellow” (distinguido investigador senior) en el área de pensiones. Ayudó a la inserción internacional de la FPP en redes como la Relial (Red liberal latinoamericana), Fial (Fundación Internacional para la libertad) de Mario Vargas Llosa en España y Atlas Foundation, que dona entre otros a Libertad y Desarrollo y a la FPP (casi nueve millones en 2014 y $4,6 millones en 2013). Volvió a Chile, trabajó unos meses y fue despedido cuando llegó la gerenta general María Paz Reyes, posteriormente renunciada.
Ibáñez es un ser cambiante y cuando la autoridad lo toca, la fustiga, pero puede aplaudirla si la sanción es para alguien a quien no le guarda simpatía.
El mismo día en que la Fiscalía Nacional Económica presentó un requerimiento en contra de Wal Mart, Cencosud y SMU por coludirse entre 2008 y 2011 -a través de los productores de pollos- para fijar precios mínimos de venta al público, envió una dura carta a El Mercurio. Rechazaba “el intento de la FNE de perseguir, desprestigiar y enlodar a las empresas de supermercados aludidas” y se refería a los dueños de las cadenas como “empresarios responsables de cumplir con la ley, la ética y las buenas costumbres y orgullosos de aportar nuestro esfuerzo en bien de la patria”. Se quejaba de que el tema se notificara y ventilara a través de la prensa, “con un claro intento de aprovechamiento político».
Fue el más rápido y enérgico; a él le tocaba el asunto porque en 2008 junto a su hermano Felipe eran los controladores de D&S, y siguieron en la propiedad como minoritarios hasta febrero de 2014, cuando le vendieron el último paquete de acciones -un 25%- a Walmart.
A través de una carta al director de El Mercurio, el 20 de julio de 2008, Ibáñez aplaudió, en cambio, las multas aplicadas por la Superintendencia de Valores en contra de ocho personas por no cumplir el deber de reserva y por comprar acciones de D&S y Falabella con información privilegiada durante la negociaciones para fusionar ambas empresas, lo que finalmente fracasó.
Una de los sancionados era Hans Eben por no guardar el deber de reserva como director de D&S, según la SVS, porque Vicente Aresti, su yerno y un sobrino de Eben -todos ejecutivos de la arrocera Tucapel, de la que Eben era director y había faltado a una reunión cuando se analizaba la fusión- habían comprado papeles de D&S, con información privilegiada proporcionada supuestamente por Eben. Este apeló hasta la Corte Suprema, y perdió, pero en el plano penal fue el único de los ocho que no fue formalizado, porque el Ministerio Público decidió no perseverar.
A raíz de la carta a El Mercurio, Eben renunció al directorio de D&S, donde llevaba diez años, porque Ibáñez le quitó el piso. Fue muy comentado, ya que contaba con el apoyo incondicional de Felipe Ibáñez, el presidente de D&S, expresado en otra carta publicada dos días antes que la de Nicolás. Se habló de un gallito entre los hermanos, de estilos muy distintos, que ganó Nicolás. O de una pasada de cuenta a Eben, quien sintonizaba con Felipe Ibáñez, y juntos apoyaron la salida de Nicolás de la gerencia general de D&S, en 2002, para separar al dueño de la gestión y por la molestia que provocó la publicación de la querella por violencia intrafamiliar de su ex señora.
Aunque ahora Ibáñez y Dag Von Appen son financistas de la FPP y se sientan en el mismo directorio, Sven, el padre de Dag, apoyó públicamente a Eben en aquel capítulo, en otra carta a El Mercurio: “Siendo un amigo de muchos años de Hans Eben, me permito decir que soy conocedor de su trayectoria profesional, de directorios, y de su reputación internacional académica, además de sus magnánimos principios en el deporte del tenis. Considero que ha recibido una sanción altamente injusta”.