El científico chileno dio por cerrado el capítulo que abrió su entrevista en Capital, desligándose del coaching, sobre el que se abrió un amplio debate en círculos académicos e intelectuales. El balance lo hace el gerente de Marketing del Instituto Matríztico, advirtiendo: a quienes intentaron generar ruido para que Maturana les conteste, olvídenlo. El biólogo hizo su statement y dio vuelta la página.
Cristóbal Gaggero (39 años) habló medio a regañadientes hace poco con un vespertino a raíz de la discusión – otros prefieren usar “controversia”– que se generó a partir de la entrevista de Humberto Maturana en revista Capital. Pasa que no es aficionado a hablar con los medios ni de ellos.
Menos a comentar lo que considera que dos investigadores autónomos y destacados –el Premio Nacional de Ciencias y su colega experta en desarrollo organizacional, Ximena Dávila– pueden explicar por sí mismos. “No será la primera ni la última entrevista en que el ‘Doc’ (como lo llaman sus cercanos) dice cosas incómodas para muchos”, plantea.
El tema es que Gaggero es el gerente de Marketing y Nuevos Negocios del Instituto Matríztico, fundado hace 17 años por Maturana y Dávila. No puede recluirse ni guardar silencio cuando el debate alcanza a la organización que gestiona.
Así que, también con notorio disgusto, conversó con El Mostrador para realizar un balance de lo ocurrido desde que Maturana hizo su statement de que no es padre, abuelo, ni ideólogo, nada, del coaching.
“Mira, en Matríztica no imponemos líneas editoriales. Valoramos la autonomía de nuestros integrantes y respetamos lo que tengan que decir. Si el Doc quiere contar una experiencia para aclarar algo que ya lo tiene un poco ‘chato’, bienvenido sea”.
Así, tal cual: “Doc”, “chato”. Años de trabajo con un biólogo de “hablar difícil” y uno esperaría que Gaggero se hubiera contagiado de los conceptos matrízticos. Más aún siendo hijo de Dávila.
Los maneja al revés y al derecho, pero se ha declarado bilingüe. En el día a día, es bueno para la talla, el garabato y muy coloquial. “Tú quieres hacerme aparecer como el gerente buena onda”, advierte. Pero es así. Ingeniero comercial y simpático.
También tiene un lado denso: es estudioso a rabiar, algo hosco y a veces arrogante. Porque el tipo es rápido. Observa unos segundos una situación y siempre sale con el comentario certero. “A ti te pasa esto”, le puede decir a alguien y este mira de vuelta estupefacto. Gaggero dio en el clavo. Es un observador nato. No por mera casualidad.
Trabaja en la oficina de Rosario Sur del Instituto Matríztico. Un lugar blanco y minimalista. Allí, un grupo de colaboradores se dedica a tratar de materializar lo que proponen desde la oficina de Lyon, base de operaciones de Maturana y Dávila. Entre diálogos casi crípticos, mucha reflexión y pizarras llenas de rayados, figuras y ecuaciones, el científico y la epistemóloga producen conocimiento. Rosario Sur se sienta a pensar cómo gestionar las ideas, cómo aterrizarlos a ellos cuando vuelan muy alto y qué oportunidades podrían abrirse. De hecho, ahí nació el curso “Reflexionando sobre el Quehacer del Coach-Coachee”, porque «nos llamaba mucho coach aproblemado».
Pero, sobre todo, conversan. Y observan. “Tanto que tenemos una broma interna: ‘Vemos huevadas’”.
-¿¡Qué!?
-Lo que pasa mucho es que, en medio de alguna conversación o preguntas que nos planteamos, alguno se queda pegado mirando el horizonte y nos burlamos: “Este ya está viendo huevadas”. Significa que está viendo más allá. Que le surgió una reflexión o distinción que hasta ahora no habíamos considerado.
-¿Cómo le cayó al Dr. Maturana la andanada de reacciones a sus dichos sobre el coaching?
-No pretendo ser vocero de Humberto. Si me preguntas a nivel del Instituto, sacamos cuentas alegres. Un debate de esta envergadura quiere decir varias cosas: una, que surgen preguntas que antes no estaban y que generan la oportunidad de aclarar lo que hacemos. Otra, que a algunos les golpeó fuerte –por lo visto, en su negocio– porque han hecho de todo para que Humberto les conteste y eso no va a suceder. Y, por último, que cada comentario viene de un observador que, de acuerdo a sus propias distinciones, interpreta los dichos de Maturana desde sí.
-Ya. Pero hubo varios comentarios que tenían tintes negativos y lograron tribuna en distintos medios…
-Como no soy cercano a los medios, miro esto casi como un divertimento. Un coach “poderoso” consiguió alguna cabida en ciertos medios y dijo cosas que habría sido bueno que los periodistas a cargo investigaran más a fondo. Capaz que si lo hubiesen hecho, no le habrían dado tribuna. Pero no pasó de ser una mera anécdota. Hubo otras reflexiones que me parecieron más interesantes.
-¿Cuáles serían?
-Que hubiera intelectuales que pensaran que a Humberto le vino casi ataque de egomanía y que estaba poco menos que alegando que no lo incluían en sus negocios.
El Doc habló desde una emoción. Como él dice, los seres vivos siempre estamos en una emoción. La suya, al momento de dar la entrevista, fue de preocupación por cómo algunos han utilizado su obra. Maturana tiene una oportunidad que otros pensadores no: puede aclarar en vida si se siente que se están tergiversando sus ideas. Ya se quisieran esos intelectuales que murieron y que nunca rayaron la cancha sobre sus creaciones, haber estado presentes para hacerlo.
Por ejemplo, Humberto conversó años atrás con Niklas Luhmann sobre el uso que este último le daba al concepto de autopoiesis. Le dio las gracias a Luhmann por haberlo hecho famoso en Alemania, pero le dijo que la autopoiesis no aplicaba al fenómeno social sino a lo molecular. De manera muy legítima, este replicó que la palabra le era útil para lo que él quería explicar.
Entonces, el problema no está en cómo interpretan tu obra, sino cuando la interpretación dice exactamente lo mismo que Maturana y se vende “basada en la teoría del biólogo chileno”, en vez de decir “esto es como nosotros interpretamos dicha teoría”.
“Ojalá menciones que soy Ingeniero Comercial con posgrados en las universidades más tradicionales y capitalistas del mundo. Que tengo señora, dos hijos y que soy un fulano de tal como cualquier otro”.
[cita tipo=»destaque»]“Matríztica tiene varios años de historia, pero se apoya en más de 50 años de investigación científica. Cuando prueba que no hay realidad independiente del observador, que lo que te venden como una verdad absoluta es un argumento para obligar y con la Ximena entienden que esto explica mucho de cómo vivimos, por qué surgen los conflictos, la desconfianza, cómo se pueden generar espacios de bienestar, tienes un producto que otros no pueden ofrecer”.[/cita]
-¿Para qué?
-Para que quede claro que en Matríztica no les hacemos asco a los negocios ni creemos que los científicos se tienen que morir de hambre para ser mártires de la ciencia. Tampoco creemos que Ximena y Humberto sean gurús o divos.
-¿Ustedes validan un modelo de ciencia con fines de lucro?
-No seamos simplistas. Lo que se dijo en medio de la “polémica”, de que Maturana no quería que usaran sus conceptos para lucrar es… dejémoslo como un malentendido. Nuestro instituto lo definimos como un laboratorio humano donde constantemente estamos investigando y conversando distintos temas. La mayoría de las personas se quedaron con El Árbol del Conocimiento y no ve que Humberto ha hecho hasta hoy casi 150 publicaciones con distintos colaboradores. Desde el 99 ha tenido de coautora a la Ximena. En 2000 apareció el libro de entrevistas con Bernhard Pörksen, Del Ser al Hacer, que postula que el ser no se puede modificar, pero sí el hacer. La investigación es continua y ayer mismo reflexionábamos qué importancia tendrá en el cerebro que dejemos de escribir a mano. Humberto fue hace dos años a dictar una cátedra al colisionador de partículas en Austria sobre el origen del bosón de Higgs. O sea, estamos constantemente produciendo conocimiento.
-Hacen negocios para poder desarrollar conocimiento…
-Lo hablé con la Presidenta. “Somos exportadores no tradicionales”, le dije. Exportamos conocimiento generado por nosotros mismos desde nuestra base investigativa científica. Personalmente, recorrí seis delegaciones Pro Chile en Europa para que me ayudaran a promover los servicios de Matríztica. La respuesta: “No estamos preparados. Exportamos materia prima”. La producción científica en nuestro país es muy cara. No le dan el peso merecido, la mayoría de los fondos son para realizar eventos para emprendedores, pero no para investigación. Con el despelote en Conicyt y exceso de política en Corfo, no se logra nada. El 75 por ciento de lo que hacemos en Matríztica lo comercializamos en el extranjero, y el 25 restante, aquí.
-¿Por qué será que en el extranjero todos quieren tener al doctor y aquí en Chile no tanto?
-Por varias razones. Mucha gente se tragó el mito de que Humberto es complicado. Claro, el 71, con la biología del conocimiento, usaba un lenguaje intrincado porque tenía que describir algo que era nuevo. Pero desde entonces es más asequible. Cuando juntaron la noción biológica del observador con su entorno –la cultura–, hicimos un esfuerzo importante por difundir y aclarar que Maturana no solo habla de autopoiesis, sino que sus conceptos como co-creación, transformación cultural, bien-estar, han permeado el lenguaje tradicional. Ahora, sigue habiendo algo de desconocimiento. Nos ha tocado empresas preocupadas porque el taller va dirigido a supervisores “y capaz que les cueste entender”, y no es así. O ya el colmo: un empresario chileno que contrató por US $150 mil a un experto extranjero en Maturana y este mismo le dijo: “No entiendo por qué me trajeron a mí si la oficina del doctor está a tres cuadras”.
-Se llevó varias críticas el Doctor aquí por la entrevista…
-Porque no entienden bien lo que hace. Pero es normal. Humberto es uno de los pocos científicos que ha derivado su teoría al ámbito del convivir y las relaciones y que no necesita citar a nadie para validar sus ideas. Matríztica tiene varios años de historia, pero se apoya en más de 50 años de investigación científica. Cuando prueba que no hay realidad independiente del observador, que lo que te venden como una verdad absoluta es un argumento para obligar y con la Ximena entienden que esto explica mucho de cómo vivimos, por qué surgen los conflictos, la desconfianza, cómo se pueden generar espacios de bienestar, tienes un producto que otros no pueden ofrecer. A no ser que, como dijo en la entrevista, se cuelguen de su persona para validar su negocio. No tiene problema en que lo interpreten, pero sí con que lo usen como “avalado por el biólogo chileno”.
-Decía un “crítico” que si bien tiene excelentes credenciales de biólogo, Maturana se “chacrea” por hablar de todo. Un día de la innovación, otro del amor, en fin.
-Obvio que puede hablar de todo. Lo explico en fácil: Humberto investiga y determina que nuestro sistema nervioso es un sistema cerrado y por eso no distinguimos si lo que observamos es ilusión o percepción. Cada uno observa lo que observa. Se da cuenta y dice: “Qué bonito, somos sistemas cerrados. ¿Qué hago con esto? ¿Qué sigue?”. Se pone a investigar entonces el lenguaje, que surge hace 3 millones y medio de años, que es lo que nos hace únicos. Todos los seres vivos son autopoiéticos. Pero los humanos tenemos el lenguaje. Cuando intervienes el lenguaje generas mundos, la cultura y transformas el entorno. O sea, todo, internet, la pareja, la organización, todo se puede explicar desde la biología cultural.
-Dijeron también que es muy “hippie” o New Age. Que su biología del amar es impracticable…
-Es que la biología del amar no es como la canción romántica de Luis Miguel o Arjona. ¡No! Apela a que como seres humanos fuimos biológicamente constituidos como seres amorosos. A un niño cuando nace le da lo mismo si su mamá fue violada o no. Esto le aparece cuando le van contando y es más grande. Salir del útero nos hace seres amorosos y nos vamos pervirtiendo en la cultura que vivimos. Si agarras a un grupo de guaguas y las crías en la selva, historia que dio vida a la filosofía Ubuntu en África, serán colaborativas porque la noción de competencia es netamente cultural. Cuando dicen “el león le ganó al otro y se comió la gacela”, es la explicación que le damos, pero los leones no están compitiendo. La intención se la ponemos nosotros, como observador. Entenderlo te permite generar espacios de reflexión y una cultura de mayor bienestar. No hay, por ejemplo, niños con déficit atencional, sino profesores fomes. Si el gallo no ama lo que hace, no transmite ese amor. Si enseña desde el enojo, transmite resentimiento.
-¿Y eso de la colaboración, seres amorosos y cultura de no competencia por qué le haría sentido a un empresario?
-Es muy empresarial. Si en una organización instalan un software nuevo, cambia todo, incluso el lenguaje, porque se empiezan a usar los tecnicismos del programa. Ese cambio trae consigo otras cosas, que son emociones o estados de ánimo. Si el software es bien recibido, hablas con el lenguaje técnico en un espacio de bienestar. Pero si el programa es una porquería, cuando hables de él va a generar malestar. Cuando entiendes que así opera lo humano, ya tienes una herramienta para la gestión.
-¿Por qué?
-Porque si conoces cómo funcionan las personas con las que trabajas, gestionar y relacionarse es más fácil. De eso se dan cuenta ciertos tipos de empresarios. Los serios, que captan que están trabajando con personas y no recursos o números, que saben que trabajar con gente implica una responsabilidad y que tienen la audacia para implementar cambios que aumentan la productividad. La colaboración en una organización, no surge de manera inducida, sino espontánea. Cuando nos tenemos que sentar a hablar de que hay que colaborar, no hay colaboración. No puedes sistematizar las relaciones humanas. Las puedes entender. Puedes fijar bordes operacionales en un contrato para definir lo que espera uno del otro, pero, al final, la gente es más productiva cuando es vista.
-Suena muy a coaching…
-Pero no lo es. El entendimiento de lo humano permite generar instancias conversacionales donde el otro aparece como un legítimo otro y así la cultura organizacional va cambiando. De a poco. El proceso de transformación no surge de una receta mágica, ni de los “7 pasos para”. El problema de la técnica es que caes en la recursividad y hasta retórica. “Es que según lo que me dices –escuché en un acompañamiento organizacional que hicimos–, esto es un compromiso, pero no lo es porque te dije que llegaras temprano y no fue así y bla, bla, bla”. Nadie va a llegar más temprano porque aprendió un acto del habla. Un gerente puede aprender lo que hay que hacer, pero si le toca un imprevisto, capaz que se paralice porque en la técnica le enseñaron cómo reaccionar ante tal escenario, pero no en este nuevo. ¿Te queda clara la diferencia con la transformación?
-Sí, pero lo veo un proceso muy largo para cuando ya hay una crisis…
-Depende. Alguien puede tomar un proceso de formación para entender la biología cultural. Nos ha pasado ene que alguien aprende esto para la pega y después llega contando que se sentó a comer con su mujer y que ella le comentó que hacía 20 años que no conversaban así. Porque él se transformó.
También se pueden generar las instancias para que los actores de la organización conversen. Te puedo dar mil ejemplos de transformación que hemos logrado sin que se hable de autopoiesis. Empresas donde el problema era que trabajaban detrás de biombos y no se veían las caras. Y no conversaban. Por ende, no se coordinaban. Fusiones donde el más grande se cree mejor y con la arrogancia no ve que el más chico tiene mucho que aportar porque trata directo con los clientes. Compañías donde los ejecutivos viven en reuniones, llegan a acuerdos, salen de ahí y todos hacen algo distinto. Y se recriminan, “lo hiciste mal”, “eres incompetente”. ¿Por qué? Porque no se dieron el espacio para preguntar “¿entendimos todos lo mismo?” y aceptar que el error es legítimo. Espacios de trabajo que ignoran que estamos siempre en una emoción, aunque se diga que no, y que esa emoción va cambiando. Cuando se reconoce esa emoción en uno o en el otro, uno sabe qué puede hacer y qué no. O sea, si sé que estoy en la emoción de la rabia, puedo decidir no hacer equis cosa en ese minuto, porque no va a resultar. Las posibilidades de este entendimiento son infinitas.