Lo concreto es que (y esta es mi opinión) considerar a la ciencia neutral en lo político es absurdo. El problema en juego es si, en el nombre de una presunta neutralidad del proceso, se movilizan agendas políticas o influencias hegemónicas que se esconden en esa neutralidad.
Catorce columnas y una declaración de Conicyt han aparecido respecto al informe “¿Tienen los concursos de Fondecyt un trasfondo político?”, publicado el 9 de marzo de este año.
El estado de la discusión ha abierto una arena paralela a la investigación sobre la politización de los resultados de Fondecyt regular. El carácter y tono de la discusión revelan la forma en que una comunidad científica se enfrenta a una discusión sobre sí misma.
En esta columna no abordaré los aspectos de fondo de la cuestión (Fondecyt y la investigación que estamos realizando), sino que me concentraré en el debate mismo como objeto de reflexión sistemática.
Durante muchos años tuve ocasión de hacer clases de epistemología y filosofía de la ciencia en la Universidad de Chile y la presente discusión tiene muchos aspectos de gran utilidad para quien quiera dar cuenta concreta de los conceptos que suelen ser convocados en el estudio filosófico sobre la ciencia misma.
He preparado un esquema para resumir la larga discusión del modo más conciso posible (la mera reunión de las columnas suma unas 70 páginas).
Hemos dividido las dimensiones que abordan los opinantes en siete. No derivan de una categorización teórica, sino de los hallazgos al leer los comentarios, por tanto, son categorías ad hoc. El listado es el siguiente:
Son estas, en general, las dimensiones más frecuentes en el análisis. La siguiente tabla resume la discusión por cada uno de los autores de comentarios.
Simbología
Se usará el signo – (menos) para referir a una argumentación en contra de la práctica ejecutada por el informe de Mayol y Araya en la dimensión en revisión.
Se usará el signo + (más) para referir a una argumentación a favor de la práctica ejecutada por el informe de Mayol y Araya en la dimensión en revisión.
Se usará una D para referir a comentarios donde se elabora la problemática de la dimensión con mayor profundidad al pronunciamiento de acuerdo o desacuerdo con el informe. A veces la letra D va acompañada por un + (más) o un – (menos) si la elaboración marca tendencia respecto a apoyar o criticar esa dimensión del informe.
Dimensión Comentarista |
Método de análisis de datos | Método de categorías | Método de recolección | Objeto de estudio | Ad hominem | Interpretación teórica | Institucionalidad |
Maillet 1 | – | – | +- | – | – | ||
Maillet 2 | – | +- | – | – | – | +- | + |
Casals, Placencia, Delgado 1 | – | – | – | – | |||
Martín Pérez Comisso | – | D | |||||
Casals, Placencia, Delgado 2 | – | ||||||
Haroldo Dilla | – | – | – | – | – | – | |
César Guzmán | -D | + | D | ||||
Casals, Placencia y Delagdo 2 | – | – | |||||
Ignacio Nazif | +- | +- | + | D | D | ||
Ximena Valdés | + | + | D | + | |||
Gonzalo García | D | D | |||||
Raúl Rodríguez Freire | D- | – | + | D | D+ | ||
Pablo Razetto | D | +D | -D | +D | |||
Marcelo Rioseco, Víctor San Martín | + | +D | +D | ||||
Gustavo Andrés Sánchez | +D | D | D | D | |||
Consejo superior de ciencias y Consejo Superior de Desarrollo Tecnológico | -D | D | D |
La discusión, hasta ahora, se puede resumir del modo que sigue entonces.
En favor del proceder del informe | En contra del proceder del informe | Desarrollo y elaboración de la problemática | |
Método de análisis de datos | 2 | 7 | 3 |
Método de categorías | 2 | 2 | |
Método de recolección | 0 | 6 | 1 |
Objeto de estudio | 8 | 4 | 4 |
Críticas ad hominem | 0 | 5 | 1 |
Interpretación teórica | 1 | 2 | 6 |
Institucionalidad | 5 | 3 | 7 |
Las críticas más frecuentes son, en primer lugar, al método de análisis de datos (el uso simple de frecuencias es lo más habitual en esas críticas); en segundo lugar, al método de recolección (el enfocarse en instituciones y no en personas es el punto siempre en este caso); y en tercer lugar, las críticas ad hominem (la crítica a uno de los investigadores es lo más habitual, para argumentar que el investigador no es investigador).
Los apoyos más intensos se concentran, en primer lugar, en el objeto de estudio (la pertinencia de vincular ciencia y política) y en la institucionalidad (la necesidad de replantarse la institucionalidad que se derivaría del informe). Finalmente, el desarrollo de problematizaciones se concentra en la institucionalidad, luego en la dimensión teórica y finalmente en el objeto de estudio.
Aparte de algunas anormalidades del debate (por ejemplo, que las críticas ad hominem superen en frecuencia a 5 de las 7 dimensiones de análisis no es normal y revela hasta qué punto algunos investigadores no se han enterado de que el argumento ad hominem sigue siendo una falacia desde Aristóteles, pasando por Locke, a la fecha), no es menos cierto que el debate ha abierto un flanco revisionista en la escena científica. Destacaré tres elementos llamativos del debate.
[cita tipo=»destaque»] Y es que esos investigadores obsesionados con las indexaciones, los diplomas doctorales, los índices de impacto y las citas a los últimos artículos de las principales revistas, podrían pasar la vergüenza de descubrir, un día cualquiera, que sus criterios de ciencia y método se mueven entre el empiriocriticismo del año 1880 y el Círculo de Viena de la década de 1930. La invitación está abierta: con un poco de esfuerzo llegaremos a los sesenta. Es cierto que son cincuenta años tarde, pero al menos no son cien. Digo, por si acaso les interesan tanto los estándares ‘actuales’.[/cita]
Un detalle muy interesante es que una de las críticas más frecuente (que ya contesté en la anterior columna, pero sigue apareciendo) es la que señala que es absurdo trabajar con datos de instituciones cuando el concurso de Fondecyt se realiza con personas como postulantes. Me permito aquí un comentario poco protocolar: ¿cree alguno de los comentaristas que quienes hicimos el informe no sabíamos que los concursos de Fondecyt regular se postulan como personas? Vaya cosa, postulamos todos los años a esos fondos, cómo podríamos no saberlo.
Argumentar sorpresa por la posibilidad de modificar el nivel de análisis es como decir que el estudio de partículas subatómicas no tiene validez por el solo hecho de que es algo que no vemos con nuestros ojos.
Volvamos a lo nuestro. Las críticas a la producción de datos o al análisis de los mismos son usuales. En pleno auge de la obra de Thomas Piketty El capitalismo en el siglo XXI, Financial Times declaró que los datos estaban mal trascritos, que a veces eran sacados de la nada y que (más grave) las tendencias señaladas por el francés no eran efectivas.
El análisis del medio de comunicación no tuvo más interés que denostar el alto impacto de la obra del francés. Pero también Murphy y Magness han hecho una crítica radical al trabajo de recolección de datos del economista, si bien concentrándose en algunos de los casos.
Una situación parecida vivió Pierre Bourdieu con su obra La Distinción (1979), cuando resume el espacio social gracias a un análisis de correspondencias a partir de encuestas sobre el gusto, logrando presuntamente la consolidación del concepto ‘habitus’ como un logro teórico y empírico a la vez. Las críticas fueron intensas. Bourdieu fue retrocediendo en el tiempo y dejó de usar la versión estadística original de su representación del espacio social, para usar una síntesis más sencilla a partir de solo dos de los capitales (cultural y económico).
Aun cuando Bourdieu pasó de decir que el análisis de correspondencias tenía la forma misma del espacio social a señalar que era una herramienta útil pero prescindible, su obra se convirtió en un clásico para las generaciones actuales.
Lo cierto es que las críticas a aseveraciones son parte de la ciencia. Ocurrió con la crítica soviética a la Teoría Genética como invento burgués, con la crítica a la Teoría de la Evolución (revitalizada con el Creacionismo), ocurrió con la Teoría del Big Bang en la cosmología (de hecho, ‘big bang’ fue un intento lingüístico de ridiculizar la teoría que, desgraciadamente para el crítico, se transformó en el nombre popular de la misma).
Por supuesto, no nos engañemos, muchas veces se ha dicho que X investigación que estuvo de moda es una mierda y muchas veces lo es efectivamente. No vamos a pensar que, dado que muchas afirmaciones relevantes de la ciencia fueron denostadas por no científicas, entonces cualquier afirmación denostada es verdadera. Para nada. Pero sí debemos considerar que la presencia de un sistemático esfuerzo por señalar el carácter no científico de un informe no implica que dicho informe no sea científico. Como dice uno de los comentaristas: si el argumento expresado en el informe no es científico, ¿por qué les interesa tanto responder a los que se sienten científicos?
Como se puede apreciar, sin haber entrado en detalle, la discusión planteada otorga muchas posibilidades de reflexión. En esta columna he intentado destacar el estado de la discusión. Nuestra investigación se ha abierto en dos y es eso lo que pretendo enfatizar: la posible influencia política en la asignación de fondos científicos (de lo que ya entregamos un avance) y la conducta de los mismos investigadores cuando la ciencia vuelve sobre sí misma para ejecutar un acto de reflexividad (de lo que esta columna es el primer esfuerzo).
Sin duda esto último dará para, un buen día, escribir algún ensayo muy poco pop sobre el día en que Kuhn y Lakatos aterrizaron en Chile (pero todavía ni siquiera Feyerabend o Latour), aterrizaje que aun cuando se produce varios años después de muertos, debe ser festejado.
Y es que esos investigadores obsesionados con las indexaciones, los diplomas doctorales, los índices de impacto y las citas a los últimos artículos de las principales revistas, podrían pasar la vergüenza de descubrir, un día cualquiera, que sus criterios de ciencia y método se mueven entre el empiriocriticismo del año 1880 y el Círculo de Viena de la década de 1930. La invitación está abierta: con un poco de esfuerzo llegaremos a los sesenta. Es cierto que son cincuenta años tarde, pero al menos no son cien. Digo, por si acaso les interesan tanto los estándares ‘actuales’.