El padre Aldunate recibió este reconocimiento otorgado por el INDH a causa de su importante labor en la protección y denuncia no violenta de las violaciones a los derechos fundamentales durante la dictadura. El próximo domingo cumplirá 99 años.
El sacerdote jesuita José Aldunate Lyon que el próximo domingo cumple 99 años, recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos, que entrega el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) en reconocimiento a su larga trayectoria como defensor y activista de los derechos fundamentales, especialmente durante la dictadura, cuando fundó el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que promovió un rechazo no violento a las actividades delictuales de la dictadura.
Desde el inicio de su vida sacerdotal se inclinó hacia la causa obrera, trabajando con el padre Alberto Hurtado en la Acción Sindical Chilena. Pero fue en tiempos de la dictadura donde su acción fue clave junto a otros sacerdotes.
El padre Aldunate asumió con valentía acciones de defensa de los derechos humanos. Una misión que tuvo fue ayudar a salvar a personas amenazadas por el Régimen Militar. Su amigo el padre Roberto Bolton le pidió que lo ayudara a meter a 23 personas en la Nunciatura, la Embajada de la Santa Sede en Chile. Debieron pasarlos por encima de la muralla, porque el Nuncio no quería recibir gente. Pero una vez adentro él debió ayudarlos a sacarlos del país.
El año 1975 se le invitó a una reunión para hacer una revista clandestina donde se escribiría sobre el régimen militar. El aconsejó que no era posible hacer un escrito porque suponía una imprenta, repartir los ejemplares y eso era peligroso. A pesar de eso se aprobó y además, lo nombraron encargado de este asunto. Surgió entonces la revista que se llamó No Podemos Callar. Era una publicación que decía todas las cosas que pasaban, lo que el gobierno quería que se callase. Pero además era clandestina por supuesto. Se entregaba de mano en manos, mandaban esta revista a amigos de distintas partes del país y también a los recluidos en el extranjero. En París se hacían 100 copias del ejemplar que eran para repartirlas entre todos los refugiados. El padre Aldunate no solo escribía en la revista, además se preocupaba de todo desde la impresión. Primero sacaban copias en un mimeógrafo que unas monjas lo hacían funcionar en distintos lugares. Trabajaban toda una noche para sacar los varios centenares de la revista. Cuando sintieron que estaban demasiado en peligro le cambiamos el nombre por Policarpo, que duró hasta el año 1995. Luego el padre Aldunate continuó escribiendo para diferentes medios de comunicación.
Durante los años de dictadura además participó en EMO, Equipo Misión Obrera, que nació del grupo de los sacerdotes obreros. En este grupo para ampliarlo hicieron retiros en Santiago, como el que había recibido hace algún tiempo en Calama. Habían laicos también y religiosas, algunas obreras. Algunos de los laicos del grupo fueron torturados y asesinados, como Catalina Gallardo y su marido Roberto. Ellos tenían la sospecha de que podrían matarlos así que en una reunión que tuvieron hicieron un gesto muy conmovedor al ofrecer a su hijito a Dios si es que a ellos les pasaba algo. El padre Aldunate los recuerda: “Yo trabajaba junto a Kathy cuando me avisaron que la habían tomado presa los militares, a ella y su marido. Los torturaron, los mataron. Y a mí me tocó sacarla de la morgue, fui a reconocer su cadáver en la morgue. Tenía los ojos quemados, eran como dos cavidades. Casi no la reconocía. Fueron cuatro de la familia Gallardo que pasaron por la Villa Grimaldi, y terminaron en el cementerio. Recuerdo cuando los llevamos al cementerio, íbamos con cuatro cajones, toda la familia. Nos entregaron unos cajones no más, no pudimos revisar los cuerpos para no ver las torturas que les habían hecho. Sólo por el vidrio pudimos reconocer sus caras, testificar que estaban muertos y llevarlos a enterrar”
En los años ochenta surgieron las protestas masivas contra el régimen. Además se supieron de testimonios de detenidos por la CNI que habían sufrido la tortura. Ante estos hechos el padre Aldunate armó un grupo de denuncia de la tortura, que no usaba la violencia. Nació así el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo, que realizaba una protesta pacífica en las calles. Era el sistema Gandhi, es decir la no violencia activa. Tuvieron 180 salidas a la calle en siete años. Sin ofender, sin armas, simplemente proclamando o denunciando, dirigiéndose a las conciencias. En septiembre de 1983 salieron a la calle por primera vez, recuerda el padre Aldunate: “Escogimos un lugar de torturas que estaba en avenida Borgoño, donde había un portón de fierro. Llevamos un lienzo que decía “aquí se tortura”. Armamos un escándalo en la calle, páramos el tráfico, echamos un canto, juntamos 70 personas. Hasta que llegaron los carabineros, con sus carros. Se llevaron a algunos, otros nos metimos en los carros, por fuerza. Llegamos a las comisarías, allá no encontraban qué hacer con nosotros. Nos tomaron los nombres, las fotos, etcétera. Y nos echaron a la calle a las 11 de la noche”.
El Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo se fue formando de a poco. Admitían a todo el que quería hacer protesta, fijándose bien para que no se metieran infiltrados. Participaron muchos religiosos y religiosas. Por ser sacerdote y tal vez el más anciano, el padre Aldunate hizo de vocero de este movimiento, relata el padre: “me tocaba mantener la ortodoxia del movimiento que era no violento, apolítico y cristiano. Mantener la pureza del movimiento era muy importante para mí. La infiltración de personas que no respetaran el espíritu pacífico lo podía hacer peligrar. De a poco se fue haciendo más democrático y luego se empezó a elegir a un comité director”.