Los candidatos pasan por dos instancias y por dos personas claves en la curia romana antes de llegar a las manos del Papa: el Prefecto para la Doctrina de la Fe, cardenal Gerhard Ludwig Müller; y el Prefecto de la Congregación para los Obispos, cardenal Marc Ouellet; ambos conservadores, para quienes priman más aspectos doctrinarios que de pastoreo.
El próximo 7 enero de 2017, el cardenal Ricardo Ezzati cumplirá 75 años, edad límite establecida para cumplir con sus labores como Arzobispo de Santiago y deberá, por tanto, presentar su renuncia al cargo directamente al Papa Francisco, situación que lógicamente ha desencadenado una serie de movimientos al interior de la Conferencia Episcopal para escoger a su sucesor.
La sede del Arzobispado de Santiago es la más importante del país en términos de cantidad de fieles y cercanía con el poder político, económico y social. Alcanzar dicha dignidad significa culminar exitosamente una carrera, capelo cardenalicio incluido, con todo el poder que ello significa.
Vale recordar la figura de los otrora cardenales Caro y Silva Henríquez, hombres y pastores muy queridos por el pueblo, que trabajaron desde las comunidades de base, anunciando el evangelio a los más pobres, alzando la voz fuerte y clara en tiempos de dictadura, y poniendo siempre a las personas en el centro de la discusión.
Esto contrasta con la figura de los dos últimos arzobispos de Santiago (Errázuriz y Ezzati), quienes no se han caracterizado por ser queridos por los fieles, el clero y los otros sectores de la sociedad nacional.
Con la llegada del cardenal Ezzati a la arquidiócesis, se creía que las cosas cambiarían en la Iglesia de Santiago. A poco andar, esta esperanza se vino abajo, agravando la desastrosa administración del cardenal Errázuriz y el escandaloso encubrimiento de abusos sexuales a menores, situación que fue tristemente “coronada” con los chocolates que el mismo Ezzati regalaba a Karadima en Navidad luego de conocerse la irrisoria sentencia vaticana que relegaba al cura abusador a una vida de penitencia y oración.
Es de público conocimiento que Ezzati es una persona no querida en diversos sectores del país, que tiene un clero dividido y sin norte; y que emite declaraciones desafortunadas y mantiene malas relaciones con algunas congregaciones más progresistas.
Además, como presidente de la Conferencia Episcopal manejó de manera deplorable el nombramiento de Juan Barros en Osorno, siendo absolutamente avasallado por el poder y la influencia del Nuncio Apostólico, Ivo Scapolo, “hijo querido” y estrecho colaborador del cardenal Ángelo Sodano, quien fue Nuncio en Chile por 10 años, Secretario de Estado Vaticano y muy amigo de Karadima.
Quedan cuatro meses –o más– para saber quién será el sucesor de Ezzati, autoridad que tiene una tarea no menor, en términos de recuperación de confianzas públicas y ordenamiento interno en una fracturada jerarquía católica chilena.
[cita tipo= «destaque»]Rebolledo ha tenido una carrera meteórica. Pasó de ser obispo de Osorno a arzobispo de La Serena rápidamente, después de crear una estrecha amistad con el Nuncio Apostólico Ivo Scapolo, quien veranea en La Serena en casa de la familia Madrid, parientes de Juan Barros Madrid, actual obispo de Osorno, formado al alero de Fernando Karadima durante 35 años en El Bosque y de quien los denunciantes del cura abusador han dicho que hasta se besaba y se acariciaba con él.[/cita]
En este momento Chile tiene 31 obispos en ejercicio, de los cuales 2 pasarán a retiro al cumplir la edad límite (Alejandro Goic y Pablo Lizama). De los actuales líderes, ¿quiénes se han perfilado como posibles candidatos para suceder a Ezzati? Veamos.
El primer candidato para llegar a Santiago es Juan Ignacio González Errázuriz, 59 años, obispo de San Bernardo y miembro del Opus Dei. Fue un férreo defensor y estrecho colaborador de la dictadura de Pinochet. Además, es el obispo más conservador que tiene el Episcopado chileno y ya había manifestado sus intenciones de llegar al cargo en 2011.
Le fue mal en ese entonces, ya que el cardenal Secretario de Estado era Tarcisio Bertone, amigo de Ezzati, quien vio allí la gran oportunidad de que uno de los suyos (salesiano) llegara a un próximo Cónclave.
González ha buscado espacios para mostrarse públicamente. Ha sido una de las voces de la Iglesia que ha criticado públicamente toda intención de legislar en favor de la diversidad sexual y que se ha opuesto rotundamente al proyecto de despenalización del aborto en tres causales.
El segundo candidato es Fernando Chomalí Garib, 59 años, arzobispo de Concepción, del clero Diocesano. Antes de entregar detalles de su carrera, es preciso señalar que fue uno de los que, primero, defendió a Karadima y que, luego, se arrepintió y ofreció disculpas de una manera muy peculiar: “Me tupí y no supe cómo actuar”, dijo una vez, disculpándose.
Fue obispo auxiliar de Santiago y perteneció toda su vida al clero capitalino antes de llegar a Concepción (por ende, conoce muy bien la arquidiócesis). Fue profesor de bioética en la Universidad Católica. Pertenece a corrientes conservadoras y es sabido su interés por llegar a Santiago. Es conocido por sus contactos en el extranjero (recordemos su visita a Estados Unidos con el fin de recolectar dineros para la reconstrucción de las iglesias del país posterremoto 27F, con lo cual ganó simpatías y apoyos de varios miembros del Episcopado).
Durante el caso Karadima fue ordenado por el arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati como revisor de las cuentas y los dineros de la Parroquia del Sagrado Corazón del Bosque y de la Pía Unión Sacerdotal. Su informe concluyó que todo estaba en orden, situación que quedó en entredicho cuando CIPER Chile descubrió que la fortuna que amasaba la Pía Unión ascendía a más de 10 millones de dólares, dato no consignado por Chomalí y que escapa a la lógica de cualquier parroquia chilena, por muy “pituca” que esta sea.
El tercer candidato es Cristian Contreras Villarroel, 57 años, obispo de Melipilla del clero diocesano.
Es secretario general de la Conferencia Episcopal y fue obispo auxiliar de Santiago antes de llegar a Melipilla. Este es el candidato de Ezzati, quien lo conoce desde joven y con quien mantiene estrecha cercanía.
James Hamilton, denunciante de Karadima y del Arzobispado de Santiago, lo bautizó en el programa ‘Tolerancia Cero’, de Chilevisión, como el “cleaner”, una suerte de doble agente que acompañaba a los denunciantes a todas las etapas canónicas de la investigación y proceso contra Karadima y que después se encargaba de hacer que nada ocurriera. Otro encubridor más.
Al cuarto candidato lo llamaremos “el candidato tapado”. Se trata de René Rebolledo Salinas, 58 años, arzobispo de La Serena del clero diocesano.
Rebolledo ha tenido una carrera meteórica. Pasó de ser obispo de Osorno a arzobispo de La Serena rápidamente, después de crear una estrecha amistad con el Nuncio Apostólico Ivo Scapolo, quien veranea en La Serena en casa de la familia Madrid, parientes de Juan Barros Madrid, actual obispo de Osorno, formado al alero de Fernando Karadima durante 35 años en El Bosque y de quien los denunciantes del cura abusador han dicho que hasta se besaba y se acariciaba con él.
Rebolledo pertenece a corrientes conservadoras y ha creado nutridos vínculos con personeros de la embajada de Chile en el Vaticano. Es el candidato de Scapolo, quien –se sabe– está trabajando para que Rebolledo llegue a Santiago.
Los candidatos pasan por dos instancias y por dos personas claves en la curia romana antes de llegar a las manos del Papa: el Prefecto para la Doctrina de la Fe, cardenal Gerhard Ludwig Müller; y el Prefecto de la Congregación para los Obispos, cardenal Marc Ouellet; ambos conservadores, para quienes priman más aspectos doctrinarios que de pastoreo.
Con estas cartas sobre la mesa, el Episcopado chileno hoy está inclinado hacia un ala más conservadora. No hay mucho donde elegir, ya que son muy pocos los obispos que tienen una visión más Evangélica y Pastoral.
Hay que tomar en cuenta que el cardenal Ezzati y Monseñor Alejandro Goic en noviembre de este año terminan su periodo a la cabeza de la Conferencia Episcopal. En esta ocasión se tendrá que renovar el Comité Permanente. Ahí se verá cómo las fuerzas más conservadoras se harán del comité permanente
En febrero de 2017 el Papa Francisco ha llamado a los obispos chilenos a la Visita Ad Limina, reunión que no se realiza desde el año 2008. ¿Qué pasará en ese encuentro? Los obispos en pleno le comentarán al Papa el desafortunado nombramiento de Barros en Osorno y otros temas más, como, por ejemplo, hacerle ver el gran error diplomático y de liderazgo cometido por “Su Santidad” cuando trató a los osorninos de “tontos” y de “zurdos”.
¿Se pondrán de pie los laicos y laicas de Santiago, tal como lo han hecho sus hermanos de Osorno, para que no les pasen gato por liebre?
Se vienen tiempos de marea alta en la Iglesia católica chilena. Quien tome el timón deberá asumir responsabilidades que vienen arrastrándose hace muchos años.
¿Quién será el próximo líder de la Iglesia católica en Chile? ¿Será uno que se incline por regalarle chocolates a Karadima o uno que se interese por recomponer el tejido interno del clero y del laicado en general?
De los cuatro candidatos, hay dos directamente relacionados con las férreas defensas que se hicieron en favor de Karadima (Contreras y Rebolledo); un moralista ultraconservador (González); y uno que luego de defender a Karadima se disculpaba diciendo “me tupí” (Chomalí).
Para no creerlo… Así está hoy la carrera por el liderazgo y la conducción de los destinos de la Iglesia católica chilena.