Podrían los candidatos prepararse mejor para lo que viene, pues esta campaña será la más ruda que se haya visto en la historia de Chile respecto a las vidas personales y los antecedentes de los candidatos a Presidente. Y no solo será para el Ejecutivo sino también las parlamentarias.
En medio de la polémica por el regalo de una muñeca inflable, apareció un artículo sobre el currículo del candidato presidencial Alejandro Guillier respecto a su vinculación profesional con una conocida empresa de lobby (*)
La reacción de Guillier fue rápidamente acusar a cierto grupo cercano a la candidatura del ex Presidente Lagos, en cuanto a la mala leche, en vez de contestar lo obvio: haber realizado coachings comunicacionales a privados no lo invalida en modo alguno para ser candidato a Presidente.
Es efectivo que dentro de la coalición de Gobierno se ha instalado la práctica de demoler a adversarios usando información que podría perjudicarlos ante la opinión pública. El caso más conocido es el del ex ministro Peñailillo, a raíz de la publicación de boletas suyas a la empresa Asesorías y Negocios, que probablemente fue filtrado por adversarios políticos del entonces secretario de Estado dentro del propio Gobierno. En la Nueva Mayoría se comenta insistentemente que el origen de la filtración sobre el currículo de Guillier es el mismo grupo.
Pero nada de eso justifica la victimización del ex rostro de televisión. Desde el momento que decidió ser candidato presidencial debe estar preparado para todo tipo de preguntas sobre su currículo, su salud e incluso su vida privada y las frases que pudo decir en el pasado.
Uno de los que reflexionó con extrañeza ante esta actitud fue Daniel Matamala, que hizo ver que, cada vez que sacan un tema de un candidato, su primera reacción es que es campaña sucia, cuando corresponde al normal escrutinio de la opinión pública sobre los antecedentes de quien pretende dirigir el país. Tiene razón el rostro de CNN, y que, por cierto, es uno de los pocos que no se dedica a otro negocio que el periodismo, pues es una práctica común que los rostros tengan además agencias de comunicaciones o asesoren estudios de abogados, y después ocupen los micrófonos radiales o televisivos para pontificar sobre la moral de los políticos. Incluso, no pocos animan eventos de empresas.
[cita tipo=»destaque»] El silencio o buscar evasivas puede ser fatal. La decodificación que harán los electores es que, en efecto, el candidato algo oculta y, por tanto, no es de fiar. Ese tipo de hechos puede hacer a muchos electores quedarse en su casa, como les pasó a los demócratas en Estados Unidos ante Hillary Clinton y su doble discurso cuando se publicaron sus exposiciones a clientes privados.[/cita]
También el ex Presidente Piñera, ante la publicación de antecedentes sobre las compras de la empresa dirigida por su familia de acciones de empresas peruanas en medio del conflicto por la delimitación marítima, reaccionó diciendo que había comenzado la campaña sucia. Su primera reacción lo deja bastante a descubierto con toda la otra larga lista de temas que pueden aparecer sobre su punto débil: la no separación plena de sus negocios mientras se ha dedicado a la política.
Podrían los candidatos prepararse mejor para lo que viene, pues esta campaña será la más ruda que se haya visto en la historia de Chile respecto a las vidas personales y los antecedentes de los candidatos a Presidente. Y no solo será para el Ejecutivo, sino también las parlamentarias.
La existencia del voto voluntario genera un incentivo perverso para ello. No solo puedo ganar si todos mis partidarios van a votar, sino si logro que los potenciales partidarios del contrincante se queden en la casa, pues ha aparecido algún escandalillo que les hace perder la credibilidad en él.
Y en eso todo vale: desde construir una historia tergiversada a partir de un punto del currículo de un candidato que no haya sido conocido, revisar sus tuits de cuando era ciudadano privado para mostrar sus inconsistencias (como se hizo con el actual alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp), revisar sus historiales de líos matrimoniales, problemas de falda, fichas médicas, en especial historiales de desórdenes psiquiátricos, negocios utilizando información privilegiada, llamadas para colocar en empleos a operadores políticos, consumo de estupefacientes, entre muchos otros. En la gran mayoría de las ocasiones, la fuente será el contrincante, sin discriminar si es una campaña de primarias para definir el candidato de una coalición o la batalla final por el escaño.
Y aunque parezca en cada uno de los casos que se está cruzando un límite, es sin duda legítimo para el medio que recibe la información y, sin duda alguna, de interés público. En eso en Chile ya no están los tiempos para telefonazos a los medios para que no publiquen algo que pueda dañar a un candidato o candidata. Y tratar de controlar la opinión pública, por la vía de negociar con los grandes, es pelear contra las hormigas, como bien lo sufrió La Moneda en el año 2016 y en su tiempo el Gobierno de Piñera en plena ebullición del movimiento estudiantil.
Las personas son cada vez más desconfiadas de los políticos y el cómo reaccione comunicacionalmente cada uno frente a los probables escándalos que aparezcan será decisivo en la intención de voto. Si se reacciona con naturalidad, y sin sobreexplicar el caso pero tampoco adoptando la clásica política del silencio, se puede salir airoso, como suelen decir los manuales de crisis.
El silencio o buscar evasivas puede ser fatal. La decodificación que harán los electores es que, en efecto, el candidato algo oculta y, por tanto, no es de fiar. Ese tipo de hechos puede hacer a muchos electores quedarse en su casa, como les pasó a los demócratas en Estados Unidos ante Hillary Clinton y su doble discurso cuando se publicaron sus exposiciones a clientes privados.
Parte de la preparación de los candidatos y candidatas será cómo reaccionar para la avalancha de hechos negativos que aparecerán sobre sus vidas y carreras. Y en especial los candidatos de izquierda, sector que en Chile suele presentarse como dueño de la moral y, por tanto, posee más riesgo en caer en el doble discurso ante un antecedente que se sepa de su historia.
Tampoco la victimización o la tergiversación de cómo fueron las cosas es buena estrategia comunicacional, pues, cuando se contrachequee por los medios, el daño será real e incluso irreversible. Hay que recordar los casos de Andrés Velasco y Marco Enríquez-Ominami, quienes hoy, a la distancia, hubiesen preferido tomar otra estrategia para enfrentar las denuncias sobre financiamiento que les endilgaron. El líder del PRO, en recientes entrevistas, ha reconocido tal yerro, probablemente mal aconsejado por algún abogado del viejo cuño, de esos que creen que en pasillos se puede parar todo.
También en este mundo pantanoso que comienza en estos días, habrá denuncias falsas, o alabanzas inventadas, o hechos que puedan parecer verosímiles, pero que no corresponden a la realidad. Y, por cierto, surgirán pasquines, cuentas falsas en Twitter, periodistas pagados y todo lo que se ha visto en el resto del mundo y que se ha denominado irónicamente como posverdad. Esa será la normalidad de esta campaña y de la misma manera que los candidatos y candidatas deben estar preparar sus equipos de terreno y de publicidad, tendrán que desarrollar estrategias para no perecer en estos nuevos tiempos.
Bienvenidos al mundo de la posverdad, de las campañas sucias, de la guerrilla en las redes sociales. Bienvenidos al Mortal Kombat.
(*) La empresa mencionada es Imaginaccion Consultores, de la cual el autor fue Gerente de Asuntos Públicos entre marzo del 2010 a enero del 2014.