La semana pasada, se hizo conocido un documento titulado «Manifiesto por la República y el buen gobierno», escrito por Hernán Larraín, Andrés Allamand y varios intelectuales, con el propósito de meditar las ideas del sector. Según Herrera, “la centroderecha de la transición ha repetido mucho el discurso de la guerra fría y no ha cambiado; tiene que haber una renovación, tienen que haber cambios de hábito”. Argumenta que la derecha se ha acostumbrado a pensar de una misma manera por mucho tiempo y que, por lo mismo, “muchas veces no han hecho el ejercicio de reflexionar sobre la nueva realidad del país”.
«Manifiesto por la República y el buen gobierno» es el nombre del documento que circuló la semana pasada y que fue escrito por Hernán Larraín, Andrés Allamand y otros dos conocidos intelectuales del sector: Pablo Ortúzar y Hugo Herrera.
Éste último plantea que, para que la derecha llegue al gobierno, no basta la gestión –algo que, según él, quedó demostrado con la administración de Sebastián Piñera–. “Si la centroderecha quiere llegar al poder tiene que tener una visión ideológica, integral, algo así como un relato complejo capaz de interpretar al país y capaz de enfrentar al discurso de la izquierda, que es más sofisticado”, comenta.
-¿Cuál es el principal desafío de la derecha?
-A ver, efectivamente, para que la centroderecha llegue al gobierno, y para que pueda hacer un buen gobierno, no basta la gestión. El último gobierno tuvo buena gestión pero tuvo mucho rechazo y no pudo entregar el poder a la derecha. Si la centroderecha quiere llegar al poder tiene que tener una visión ideológica, integral, algo así como un relato complejo capaz de interpretar al país y también de enfrentarse a un discurso de la izquierda, que es más sofisticado. Pero, en el largo plazo, si la centroderecha quiere seguir existiendo, también tiene que preocuparse de hacer una renovación espiritual, que tiene que ver con cómo entiendes la política, con cómo te planteas la realidad y las nuevas necesidades sociales; y también estos nuevos grupos, como por ejemplo, la clase media agobiada, los excluidos..
Y, desde los principios que tú tienes, vas elaborando un discurso y ahí me parece que la centroderecha de la transición ha repetido mucho el discurso de la guerra fría y no ha cambiado, y por eso digo que tiene que haber una renovación, porque estos son cambios de hábitos: se han acostumbrado a pensar de una misma manera por mucho tiempo y no han hecho el ejercicio de reflexionar sobre la nueva realidad el país, y ahí está la disputa. Si la centroderecha logra hacer ese cambio de hábito, esa renovación espiritual, va a depender de que se mantenga dentro del sector relevante de la política chilena.
-Este texto, ¿surge por la necesidad de un relato político?
-En términos generales, este texto aparece repentinamente, pero la verdad es que es parte de una historia tanto en lo mediato como en la historia más larga del país. En lo mediato, si uno piensa, no había sido tan visible, pero desde el año 2009 en adelante hay varias personas ligadas al mundo académico que han estado escribiendo libros, columnas de opinión, un grupo extendido de gente; y dentro de Chile Vamos, algunos políticos se percataron de este problema del discurso, que decanta en la crisis de la última presidencial o municipal, es decir, que a la centroderecha le va mal porque, en el fondo, la pusieron en un pie forzado, porque la izquierda igual había reactualizado su discurso: están lo textos de Atria, etc, y dentro de la izquierda hay como una revitalización, y en la derecha no había nada de eso y seguía operando con lo que Novoa llamaba el discurso del chicago gremialista, con la lógica de la guerra fría.
-Es decir, llegan ustedes, los intelectuales, a llenar el vacío que dejó la muerte Jaime Guzmán…
-En cierta forma se puede decir que sí, porque no hay otro Jaime Guzmán, aunque tampoco es la idea compararse con él, porque él estaba mucho más metido en la arena política, donde era muy influyente, pero no tenía tanta presencia en al ámbito intelectual. Lo que logró fue organizar bien ciertas ideas, pero no era un académico.
-Quizás no en el sentido estricto, pero su gran obra fue la constitución del 80.
Claro, y escribió cosas y era una persona muy inteligente y se percataba de las circunstancias políticas que vivía el país, pero yo diría que esto, para ponerlo en perspectiva, uno podría mirar más atrás, porque en la derecha siempre ha habido una tradición intelectual fuerte. En el centenario hay autores como Francisco Encina, Alberto Edwards, Mario Góngora… pero si uno va más atrás todavía, en el pensamiento del cristianismo social, donde está Cifuentes, toda esa generación trabaja con las organizaciones obreras, y funda el partido conservador, la primera federación obrera de Chile, después la pierden en manos de la izquierda, pero ellos tenían esa preocupación y era una preocupación que se fundaba en un pensamiento.
Es decir, tienes la generación del centenario, la de social cristianos, más atrás a Manuel Montt, Andrés Bello, hay todo un grupo. En el fondo, mi tesis es que cuando la centroderecha une trabajo político a trabajo intelectual tiene una capacidad mucho mayor de entender el país y darle un cauce institucional adecuado.
-Descarta, entonces, que la derecha es profundamente anti intelectual.
-Mira, esa tesis podría valer para la centroderecha de la transición, pero habría que hacer algunos matices. Como dije, en principio, uno podría estar de acuerdo con eso, pero no estoy de acuerdo si uno mira la historia larga del país, donde la evidencia apunta en un sentido contrario. Piensa, por ejemplo, en la generación del centenario: es una generación que hegemonizó la discusión política, estos tipos, en el primer congreso de enseñanza secundaria, ganaron sus tesis, y la generación fundacional de la república, por llamarla de algún modo, también era bastante hegemónica. En la historia corta, puedes tener eventualmente razón, pero en la historia larga no aplica.
-¿Perdió una oportunidad histórica la UDI al perder las elecciones en manos de JVR?
-Yo creo que está por verse, porque Bellolio y toda su generación, Guillermo Ramírez, que se yo, y otra gente, están ahí, no se han ido. A Bellolio le toca discutir con esta nueva izquierda, con una generación que es mucho más sensible a esta falta de un discurso que sea capaz de comprender la situación actual. Ahora, no es un asunto solo de edades, porque uno ve por ejemplo a Hernán Larraín, que participó en la redacción de este manifiesto y este manifiesto es claramente otro tipo de discurso…
-¿Quién fue el ideólogo del texto?
-Fue trabajado entre todos y bien discutido. Al final fue una buena síntesis de una aproximación más política, que es la que tienen Hernán Larraín y Andrés Allamand, por sus trayectorias vitales, con una aproximación del mundo más académico, la que tengo yo, la que tiene Ortúzar, la que tiene García Huidobro, Mendoza… y ahí como que se armó algo que es bien interesante, que es lo que pasó un poco con El otro modelo: que de la conversación se van perfilando ideas; esto fue un trabajo bien conversado, nadie se apoderó de la pelota.
-¿El texto contiene ideas nuevas o son simplemente conceptualizaciones de la ideología histórica del sector?
-A ver, la pregunta es buena porque permite perfilar bien lo que tratamos de hacer. Hasta ahora, si uno mira lo que ha sido la centroderecha, y lo que amenaza seguir siendo si no hace una reflexión más profunda, que combina en el fondo un discurso economicista, eso es lo que tiene de discurso, y de la eficiencia, de la gestión… Este gobierno lo ha hecho tan mal en gestión, porque casi todo lo ejecuta mal, que ahí la centroderecha tiene una ventaja, pero lo que le falta es pensar una visión más comprensiva de la realidad, tener una visión del país, que vaya más allá de la gestión y de la economía: ahí el documento tiene varios aportes que son novedosos, y que ya venían apareciendo. Esto no es una callampa que aparece de un día para otro: aparece en la convocatoria política ideas que no estaban en el acervo de la centroderecha de la transición, como la noción de un Estado fuerte, el énfasis en que tenemos que tener un Estado profesionalizado, con una burocracia profesional, la idea de rescatar la importancia de la nación como un concepto no xenofóbico, sino integrador… este es un concepto que, además, tiene larga tradición en el pensamiento chileno, que fue en su origen integrador y de carácter anti oligárquico.
Entonces, uno ve que aquí hay dos movimientos que se pretenden rescatar: por una parte, un movimiento integrador, de tratar de abarcar la nación, tratar de expandirse al territorio, de tener mayor consciencia territorial, ya que los incendios muestran que nuestra institucionalidad territorial es muy precaria; por una parte, entonces, integración, integrar a todas las fuerzas sociales y que el Estado y el mercado colaboren y sean reconocidos como fuerzas sociales relevantes para el desarrollo del país; pero, además, mantenerse en otro principio que tiene mucha tradición, que es el principio republicano, que es esta idea de que las instituciones son fundamentales, de que el Estado tiene que modernizarse, de que tiene que haber división del poder, de que tiene que haber división de poder territorial y funcional, o sea, esta idea como de organizar institucionalmente, dividir el poder, junto con la otra idea integradora, eso no estaba pensado así… En ningún papel de la derecha reciente, salvo en la convocatoria política y en el trabajo de varios académicos del sector.
-Con sus propuestas de inmigración marcan una distancia con liderazgos como el de Manuel José Ossandón.
Claro mira, porque nosotros creemos que un pensamiento nacional bien entendido es condición de tener una integración de la inmigración, una integración ordenada de la inmigración, porque tú tienes dos posibilidades: la de Trump, decir chao con ellos, la visión atávica y xenofóbica; y el otro extremo es decir desentendámonos, libre mercado, que entren y pase lo que pase, que también es una posición dentro de la centroderecha que podría ser consistente. Pero la tesis nuestra es que no, es que para que la inmigración sea fructífera y el inmigrante se sienta acogido, tienes que tener un concepto de nación no xenófobo sino integrador, y desde ahí puedes abordar problemas como este o por ejemplo el problema acuciante de cómo integrar al pueblo mapuche.
-¿Le hace daño a la derecha las últimas declaraciones de Alejandra Bravo, sobre las minorías sexuales?
-Un tema es que ella habló en su calidad de vocera de Chile Vamos, pero en la centroderecha está apareciendo una consciencia mucho más atenta a las diversidades. Otra cosa es su opinión personal como dirigente del PRI, pero creo que debiera discernir sus roles ya que el conglomerado es mucho más diverso.